Los designios del general San Martín
A poco de adentrarnos en el proceso de nuestra independencia, José de San Martín se aleja de la proeza de los Andes y se vuelve mucho más grande. Seis años ya habían pasado desde el 25 de mayo de 1810. Nos faltaba la independencia plena de los imperios colonialistas. La Casa de Tucumán abre sus puertas en marzo de 1816 y sesiona por seis meses. La mayoría, en contra: no era ni remotamente el mejor momento para ningún canto de libertad. España estaba más decidida y fuerte que nunca para hacer pie definitivamente en "sus" territorios.
El Congreso de Tucumán fue obra de la estrategia política de San Martín y Belgrano. Sin la presión de ellos ese Congreso no habría existido, porque, como dijimos, casi la totalidad de las voces se pronunciaban en contra. Juan Manuel Belgrano lloró de impotencia en la Casa de Tucumán allá por junio del 16 y San Martín le enviaba una encendida carta a Tomás Godoy Cruz: "Es ahora o nunca". Fueron seis meses de cartas, de súplicas, de viajes en las peores condiciones: Güemes, Narciso de Laprida, Pueyrredón, aunque estando todos a distancias siderales, pudieron soñar y poner en práctica planes coordinados.
Finalmente, el 9 de julio de 1816 se llegó a algunos consensos: no sólo la independencia (que implicaba ir a la guerra a fin de impedir el avance de los españoles), también debían cambiar drásticamente la economía y la política. Nacía nuestro país. Nacían otros países. Nacía América del Sur.
Hoy puede ser un día propicio para interpelarnos respecto de la urgente agenda que consensuaron en aquel Congreso de Tucumán. En ese momento, la libertad lo era todo. Hoy, ¿cuál sería la agenda de nuestros próceres? Muy probablemente el Preámbulo de nuestra Constitución nacional, sancionada en 1853 aunque de una vigencia sin igual: "Los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia."
"Constituir la unión nacional" es el primer mandato del Preámbulo, que ya era una preocupación para nuestros héroes. Entrados en el siglo XXI, la Argentina continúa dividiéndose por cuanta razón encuentra a su paso. ¿Y si no logramos la unión nacional? Pues tampoco afianzaremos la justicia ni promoveremos el bienestar general. La agenda política de nuestro gran país se encuentra plasmada en los escritos del siglo XIX. Esa es la vanguardia. Hoy más que nunca.
Como entonces, concentrémonos en las urgencias: la unión nacional, el bienestar general, la lucha contra la pobreza, el crecimiento de un país que supo ser rico. Esta agenda sería el designio de nuestros próceres. Los falsos progresismos pueden esperar si la mitad de nuestros niños son pobres.
Extrememos los esfuerzos para independizarnos de las mezquindades de los violentos, de los corruptos, de los fundamentalistas, y pongamos en práctica la manda de San Martín: "Divididos seremos esclavos, unidos estoy seguro de que los batiremos: hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra con honor".
Diputada nacional Pro-Cambiemos