Los desafíos que plantea la nueva longevidad
Asistimos a una época sin precedentes. Por primera vez en la historia de la Humanidad conviven cinco generaciones; muchos chicos y chicas de menos de diez años tienen hoy altas probabilidades de conocer y contar entre el grupo familiar a sus bisabuelos e incluso a sus tatarabuelos.
El aumento sostenido de la población mayor es una tendencia que se viene registrando hace varios años, tanto en la Argentina como a nivel global. De acuerdo a las estimaciones de Naciones Unidas, entre 2015 y 2050 se duplicará la cantidad de personas de más de 60 años que, solo en nuestro país, hoy asciende a casi 7 millones. A este ritmo, se calcula que para 2037 la proporción de personas de más de 60 años igualará a la de los menores de 15 años (20%, Cepal, 2018).
Este movimiento demográfico nos ubica ante un verdadero cambio de paradigma.
En la actualidad, muchas de las personas en edad de jubilarse llevan una vida activa, plena, con autonomía y proyectos. La llamada economía plateada intenta dar respuestas a esta nueva realidad proponiendo acciones y nuevas oportunidades para este segmento. Sin embargo, como toda problemática social emergente, la longevidad nos demanda una nueva mirada, así como inversión en investigación e innovación para desarrollar nuevas herramientas.
Estamos ante un contexto inédito, sin fórmulas ni caminos marcados, que nos ofrece una multiplicidad de facetas enorme. La clave será poder involucrar a todos los actores y formatos (centros de investigación, los sistemas de cuidado, familias, servicios de IT) para generar sinergia y una recirculación del conocimiento entre disciplinas, entre el ámbito público, privado, el tercer sector, que enriquezca las respuestas.
Una nueva mirada intergeneracional que puede trabajarse desde la escuela, invitando a reflexionar acerca del ciclo de vida y su percepción, partiendo del respeto, valorándonos independientemente de la edad y la trayectoria vital.
Envejecimiento y prejuicios
El aspecto silencioso de la nueva longevidad es la discriminación por edad, ese conjunto de estereotipos, creencias, lugares comunes y prejuicios que circulan en torno a las personas por la edad que tienen. En el caso de los mayores, el viejismo se vincula con desconocer la diversidad de vejeces posibles y considerar que las personas después de los 60, 70 años integran una masa homogénea que fundamentalmente requiere asistencia, que ya no están aptos para hacer ciertas cosas, que pierden la memoria y el deseo, que viven atravesados por la dificultad, que son abuelos y abuelas.
El edadismo, además de no responder a la realidad, es una manera de encasillar, segregar y generar desigualdad que afecta especialmente a los mayores pero también alcanza a los jóvenes, relegándolos a los márgenes del sistema, sin posibilidades de participación activa.
De un extremo por ser demasiado grandes, del otro, por ser demasiado chicos. La necesidad de promover espacios e iniciativas intergeneracionales será un modo de encontrarnos y reconocernos en los aspectos comunes, no solo en aquello que nos diferencia.
Algunas luces
Existen ciertos pasos auspiciosos. La ONU, por caso, señaló a la década 2020/30 como la del “Envejecimiento saludable”, instando a los países a generar programas y acciones en este sentido.
En cualquier caso, lo que se ve es que la población actual, y en especial la de los años venideros, tendrá una proporción mucho más alta de personas mayores, y eso impactará de manera transversal en todos los aspectos económicos y sociales. Los actores públicos-privados que transiten el camino para generar nuevas soluciones a problemas desconocidos serán aquellos que podrán ser sostenibles en los próximos años.
Es hora de ampliar la mirada, relevar números y necesidades, y comenzar a planificar un futuro que nos incluya a todos. Para empezar a recorrer ese camino, el primer paso es asumir hoy y cuanto antes el desafío de comenzar a testear acciones concretas y probar soluciones.
Licenciado en Ciencias Políticas y Políticas Públicas (UBA), subdirector del Hogar LeDor VaDor