Los derechos humanos, otro escenario para la interna del gobierno
La interna del Gobierno hace tiempo se juega a cielo abierto, en cualquier escenario y sin concesiones. La última exhibición fue el pasado jueves 24, con motivo de la conmemoración del Día de la Memoria. La Cámpora se sirvió de esta jornada histórica para juntar la tropa y posicionarse frente a Alberto Fernández, quien montó su propio acto e intentó, en vano, dejar los cruces atrás.
La primera pregunta que debemos hacernos es crucial. ¿Realmente es una sorpresa que el kirchnerismo utilice los derechos humanos con fines políticos? ¿Es una novedad que haga un aprovechamiento particular de la memoria colectiva y del reclamo imperecedero de justicia que une a toda la sociedad?
El discurso de Néstor Kirchner en 2004, en el que pidió perdón por parte del Estado nacional “por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades”, omitiendo la presidencia de Raúl Alfonsín, la Conadep y el Juicio a las Juntas, fue el comienzo de un relato colmado de contradicciones que fue desarmándose con el paso del tiempo.
La designación de César Milani al frente del Ejército, el silencio ante la represión sistemática del gobierno de Insfrán a la comunidad Qom y la brutalidad policial en el marco de la cuarentena, la condescendencia con los regímenes autoritarios de Venezuela y Nicaragua, son hechos puntuales que hablan por sí mismos.
La defensa selectiva y la utilización política de los derechos humanos son aspectos centrales del kirchnerismo, tanto en sus años de apogeo como ahora en plena descomposición. No es casual que Máximo Kirchner y La Cámpora hayan elegido el 24 de marzo para movilizarse y marcarle la cancha a su propio gobierno.
No hace tanto tiempo que en estas marchas los dirigentes oficialistas esquivaban o directamente maltrataban a los periodistas. Hoy se cuelgan de los micrófonos para lanzar dardos al presidente y reflexionar acerca de la crisis económica como si fuera un fenómeno externo sobre el que no tienen ninguna responsabilidad. Quién te ha visto y quién te ve.
Allí encontramos una de las características esenciales de este gobierno: la enorme capacidad para desentenderse de sus propias decisiones. El déficit argumentativo que evidencia la primera plana de funcionarios nacionales y de la provincia de Buenos Aires descansa, en buena medida, en que insisten en imprimirle un matiz épico a un discurso que nada tiene que ver con los problemas reales que afectan a la sociedad: inflación, educación, pobreza, seguridad.
Ambos sectores en pugna no pierden oportunidad de afirmar que el antídoto para la crisis que cursa el oficialismo es “institucionalizar el Frente de Todos”. Me pregunto qué significa eso a 27 meses de haber llegado el poder. ¿No es un poco tarde para ponerle reglas a una fuerza política que ganó las elecciones prometiendo la unidad de los argentinos y no puede ni siquiera garantizar el orden interno?
Al desconcierto del Gobierno hay que contraponerle organización opositora. Llegó la hora de demostrar por qué consideramos a la alternancia como un atributo constitutivo de la democracia representativa; no alcanza con promover el cambio, tenemos que consolidarnos como la alternativa política más confiable para devolverle el sentido común a la Argentina.
La horizontalidad en la toma de decisiones de Juntos por el Cambio no excluye los debates lógicos por el liderazgo de la coalición. Más bien le da un marco previsible a las diferentes posturas y estrategias de los socios políticos que la integran. En otras palabras, mal que le pese a agoreros de siempre, gozamos de una institucionalidad inalcanzable para el oficialismo. Corresponde ser sensatos e inteligentes para aprovecharla.
Diputada provincial, Convencional Nacional UCR