Los costos del envejecimiento
El envejecimiento de las personas se va produciendo gradual y naturalmente hasta llegar a las últimas etapas de su vida, proceso que concluye con la defunción. El envejecimiento demográfico es un proceso similar que concluye con el colapso del ciclo vital de una población, y si no adoptamos acciones concretas el desenlace es igualmente irreversible.
La Argentina se encuentra transitando una etapa avanzada de la transición demográfica. La tasa de natalidad en los principales centros urbanos ya está muy por debajo del nivel mínimo de reposición (2,1 hijos por mujer), mientras que la tasa de mortalidad decrece significativamente desde 1960. Se proyecta para 2050 que un 20% de la población tendrá más de 64 años. La Revolución Industrial promovió la migración de la población rural hacia las fábricas instaladas en las grandes ciudades, esta concentración demográfica aumentó el envejecimiento tanto en las localidades rurales por pérdida de población joven, como en las ciudades por la reducción del módulo familiar. Este fenómeno común en los países desarrollados, se acompañó de un conjunto de consecuencias que están tratando de corregir, pero que la Argentina ignora al momento de formular sus políticas públicas.
Los países centrales que llegaron a esa última etapa tienen un mayor gasto público y privado en servicios sociales (salud, jubilaciones) y una reducción de la fuerza de trabajo con mayor índice de dependencia económica por reducción de la población económicamente activa. En Francia se calcula que faltan diez millones de trabajadores activos para financiar todos los regímenes de protección social. En los últimos años, Alemania promovió la inmigración de población joven no por filantropía sino porque la necesita para su economía. Rusia tiene un grave problema demográfico, no solo hay pocos nacimientos sino que también tiene una mortalidad elevada a causa del alcoholismo y otros factores. Las personas mayores cambian sus hábitos de consumo, ya no compran viviendas, ni autos, ni gastan en la educación de los hijos. Empresas de indumentaria que fabrican jeans o modelos para adolescentes, fabricantes de motos y ropa deportiva ven cómo se reducen sus ventas y el precio de sus acciones. El envejecimiento demográfico cambia todo el diseño del orden social. Las personas mayores de 65 años más allá de su cobertura social, gastan gran parte de sus ingresos en atención médica, el número de recetas por año es el doble que el resto de la población. El aumento del presupuesto asignado a jubilaciones contribuyó a que los países de la periferia de Europa no paguen su deuda externa (Grecia).
Antes de entrar en la última etapa de envejecimiento, se goza de un período en el que se cuenta con el mayor porcentaje de población en edad productiva capaz de generar inversión y ahorro para el futuro. Este "bono demográfico" presente actualmente en la Argentina se prolongará hasta 2040, pero el factor productivo "trabajo" depende del tamaño de la población económicamente activa (PEA) y de la calificación de la misma. Cuando más del 50% de los niños y adolescentes en la Argentina se encuentran por debajo de la línea de pobreza; cuando el desempleo, la deserción escolar y la inflación crecen mientras que la deuda externa aumenta, este bono demográfico se pone en duda. El futuro, lamentablemente, encontrará a una población argentina envejecida, sin reservas, con una deuda externa creciente, con políticas que propician el control de la natalidad y reducción de la PEA. La familia es una entidad económica, menos niños es también menos economía. ¿Quién va a sostener a una población envejecida que gasta más en salud, recibe pensiones o jubilaciones y cambia sus hábitos de consumo?
Las políticas demográficas y económicas deben reducir el índice de dependencia, promover el aumento del número de trabajadores y su productividad, estimular la natalidad y generar cambios en la forma de organización del proceso productivo (tecnología, educación). Así como se desplazó la economía agroganadera rural hacia la industrial urbana, la actual revolución tecnológica, que excluye actividades de mano de obra intensiva, nos obliga a desarrollar una economía social. Por otro lado, las políticas de salud deberán promover hábitos saludables en la población y desarrollar programas preventivos para que la población adulta mayor tenga más años saludables de vida. Sin políticas públicas, sin trabajo ni crecimiento vegetativo de la población, el desarrollo de nuestro país se verá seriamente afectado.
Rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina