Los conceptos de unión y de patria en la tradición política argentina
Ambos términos tienen raíces clásicas y fueron repetidamente usados en las circunstancias históricas más diversas y en los cinco continentes; nadie podría criticar a la vicepresidenta por haber tomado demasiados riesgos
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Cristina Fernández dio a luz su último invento político: Unión por la Patria, pasando a retiro el fallido sello Frente de Todos –que había impuesto con éxito hace apenas 4 años– como antes había hecho con el Frente para la Victoria. ¿Será capaz de instalar esta nueva marca, con la desventaja de haber sido partícipe necesaria del fracaso de esta administración? Dos cosas son seguras. Por un lado, se trata de una creación que ratifica sus criterios habituales: es autorreferencial (“Patria” es el nombre de su instituto) al tiempo que ignora las identidades de sus socios (borró cualquier vestigio del concepto de renovación). Por otro lado, no menos importante, destaca conceptos muy arraigados en la tradición política argentina. También típico de Cristina: más anclado en el pasado que en el futuro, podría haber sido el nombre de uno de esos protopartidos que competían contra el PAN en el siglo XIX.
Tanto “patria” como “unión” tienen raíces clásicas y fueron repetidamente usados en las circunstancias históricas más diversas y en los 5 continentes: nadie podría criticar a la vicepresidenta por haber tomado demasiados riesgos. “Patria” tiene raíces latinas y fue recuperado por los humanistas renacentistas en los siglos XVI y XVII. Con el enciclopedismo y en especial a partir de la Revolución Francesa, el término adquiere un sentido más emotivo y se politiza de una manera especial, pues los adversarios del antiguo régimen se llamaban a sí mismos “patriotas”. Por su parte, los insurgentes norteamericanos que protagonizaron la gran gesta del Tea Party (rebelión fiscal que disparó el proceso revolucionario contra la corona inglesa y que derivaría en la independencia de Estados Unidos) fueron los “patriots”. De allí salió el sobrenombre del equipo de fútbol americano New England, ganador de múltiples Superbowls y cuyo estadio, Foxboro, fue sede de los dos primeros partidos de la Argentina en el Mundial de 1994, incluido el último de Maradona con la casaca nacional frente a Nigeria, el 25 de julio de ese año. Desde entonces, “patria” fue capitalizado por la vida política en innumerable cantidad de casos, en particular por fuerzas políticas con carácter o atributos nacionalistas. En no pocas oportunidades el concepto fue apropiado por conocidas narrativas autoritarias y violentas.
“Patria sí, colonia no”. El cántico fue escuchado ad infinitum por diversas formaciones de la izquierda populista, en la Argentina y en América Latina. “Patria o muerte”. El lúgubre leitmotiv de Fidel Castro, simbólicamente desintegrado a partir de la espontánea irrupción del movimiento “patria y vida” en julio de 2021. En nuestra compleja y a menudo triste historia, la Liga Patriótica Argentina fue un grupo parapolicial de extrema derecha, racista, antisemita y antisindical. Actuó como fuerza de choque y cometió asesinatos y crímenes aberrantes, comenzando por los pogromos de la Semana Trágica de 1919 (dato que suelen omitir aquellos que argumentan que los principales problemas del país son responsabilidad del peronismo). Y Todos por la Patria fue el grupo que perpetró el ataque terrorista al Regimiento de Infantería Mecanizado 3 de La Tablada, el 23 de enero de 1989. Los chilenos todavía recuerdan los atentados del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, fundado el 14 de diciembre de 1983 para luchar contra la dictadura de Pinochet. Fue parte del Partido Comunista (actualmente integrante de la coalición gobernante en ese país) y discontinuó sus acciones solo en 1999, luego de casi una década de democracia. Nicolás Maduro abusa de esta palabra: el Plan de la Patria es el “tercer plan socialista de desarrollo económico y social” que contempla una “agenda concreta de acción”, incluyendo la “estabilización y la paz política y económica”. Los venezolanos tienen su “carnet de la patria” para recibir un “bono amor en acción”. Imposible olvidar esa frase de 2013 de CFK: “La patria es el otro”. Todos menos uno: Scioli no parece haber calificado.
“Unión” acumula antecedentes no menos profusos. “En unión y libertad” fue el lema de las monedas de oro y plata acuñadas en el Potosí por orden de la Asamblea del Año XIII. Nadie se sorprenderá de que una gran defensora del estatismo intervencionista más extremo haya ignorado el segundo término de esa frase, convertida en la insignia de ese enigma llamado Javier Milei. “Constituir la unión nacional”, reza el Preámbulo de la Constitución de 1853. Poco más tarde fue fundada Unione e Benevolenza, una sociedad de socorros mutuos que contribuyó a insertarse a decenas de millares de inmigrantes italianos, convirtiéndose en un pilar de la emergente sociedad civil de aquel país pujante y optimista. La Unión Cívica primero y la UCR más tarde fueron la consecuencia de la Revolución del Parque de 1890. Y el “unionismo” fue el sector moderado de ese partido, continuador del alvearismo y afín a una política de apertura a otras fuerzas políticas para enfrentar la amenaza populista encarnada en Perón en la inolvidable Unión Democrática.
¿Quién se oponía dentro del centenario partido? El sabattinismo –radicalismo cordobés–, sector más intransigente que reivindicaba el principio “se rompe pero no se dobla” de Leandro N. Alem. En 1953, Perón vaticinó que llegaríamos al año 2000 “unidos o dominados”. Sin contar que la marchita que identifica a su partido asegura: “Todos unidos triunfaremos”. La UES (Unión de Estudiantes Secundarios) era la organización que en las escuelas del país adoctrinaba y socializaba a los jóvenes, no siempre de manera voluntaria. Y existen docenas de sindicatos con esa denominación, como la UOM (la Unión Obrera Metalúrgica de Augusto Vandor, José Rucci y Lorenzo Miguel), Uocra (Unión Obrera de la Construcción) o UPCN (Unión del Personal Civil de la Nación).
Unidos fue el nombre de una famosa revista de intelectuales peronistas que debatían hacia fines de la década de 1980 cómo democratizar y aggiornar esa fuerza, de la que surgiría Chacho Álvarez. Unión del Centro Democrático fue la marca que permitió a la familia Alsogaray tener una enorme influencia en la política nacional. Unión por Todos fue el partido que creó Patricia Bullrich luego del colapso de la Alianza en 2001. Muchos candidatos que buscaron estructuras para competir en distintas elecciones (Duhalde en 2011) lo hicieron representando a la Unión Popular, creado por el excanciller justicialista Juan Atilio Bramuglia luego del golpe de 1955. La noción de unión esconde un fuerte componente aspiracional: los dirigentes de las fuerzas que llevan ese nombre, como ocurrió históricamente en el radicalismo, acumulan serios conflictos internos. Si lo sabrá Ricardo López Murphy, que puja por el control de Republicanos Unidos; la Unión Industrial Argentina (UIA) y aun CFK, que impulsó Unidos y Organizados en 2012 para reemplazar al pejotismo que ahora abraza.
El State of the Union (discurso de apertura de sesiones ordinarias del congreso estadounidense) es uno de los acontecimientos políticos más relevantes de ese país. Buena parte del siglo XX, la mitad del mundo estuvo bajo el control de la Unión Soviética. El “unionismo” es una importantísima tradición política irlandesa leal a la corona británica y ligada a los sectores protestantes. Y la Unión Europea fue la gran novedad geopolítica del último tramo del siglo XX. En América Latina, el término “unión” fue usado infinidad de veces desde la gesta de la independencia, tanto como una utopía integracionista (el último engendro es la Unasur) como dentro de los países de la región. Para la generación “diezmada”, la Unidad Popular de Salvador Allende fue siempre un ejemplo a seguir y muchos de sus integrantes se socializaron políticamente protestando frente a la embajada de Chile, el 11 de septiembre de 1973.