Los complots no existen, pero los hay
Por Umberto Eco Para LA NACION
Cada vez que vuelvo sobre el tema del síndrome del complot recibo cartas de personas desdeñosas que me recuerdan que los complots existen de verdad. Por cierto, cada golpe de Estado, hasta el día anterior, era un complot; se complota para controlar una empresa acumulando de a poco las acciones, o para poner una bomba en el subte. Complots hubo siempre, algunos fallaron sin que nadie se diera cuenta, otros tuvieron éxito, pero en general lo que los caracteriza es que siempre están limitados en cuanto a sus fines y su área de eficacia. Pero de lo que se habla cuando se alude al síndrome del complot es de la idea de un complot universal (en ciertas teologías tiene incluso dimensión cósmica), por lo que todos o casi todos los eventos de la historia son resultado de un poder único y misterioso que actúa en las sombras.
Este es el síndrome del complot del que hablaba Popper, y es una lástima que haya pasado casi inadvertido el libro de Daniel Pipes El lado oscuro de la historia . El libro abre con una cita de Metternich, que habría dicho, al enterarse de la muerte del embajador ruso: "¿Cuáles habrán sido sus motivaciones?" Así es, el síndrome del complot sustituye los accidentes y las casualidades de la historia por un proyecto malvado y siempre oculto.
Soy lo suficientemente lúcido como para sospechar a veces que, al quejarme del síndrome del complot, tal vez estoy dando pruebas de paranoia, en el sentido de que manifiesto un síndrome por el que creo que existen síndromes de complot por todas partes. Para asegurarme, basta siempre una rápida inspección en Internet. Los complotados son legión y a veces alcanzan cumbres de humorismo involuntario. El otro día di con el sitio www.conspiration.cc/sujets/religion/monde-malade.jesuites.html , donde aparece un largo texto: "Le monde malade des jesuites, Revue Undercover 14", de Joël Labruyère. Como sugiere el título, se trata de una reseña de todos los eventos del mundo (no sólo contemporáneo) debidos al complot universal de los jesuitas.
Los jesuitas del siglo XIX, del padre Barruel al nacimiento de la "Civilización Católica" y a las novelas del padre Bresciani, estuvieron entre los principales inspiradores de la teoría del complot judaico masónico, y era justo que les pagaran con su propia moneda los liberales, los partidarios de Mazzino, los masones y anticlericales, precisamente con la teoría del complot jesuita, popularizado no tanto por algún panfleto o por libros famosos, desde la Provinciali de Pascal hasta El jesuita moderno , de Gioberti, o los escritos de Michelet y Quinet, sino por las novelas de Eugène Sue, El judío errante y Los misterios del pueblo .
Nada nuevo, pero el sitio de Labruyère lleva al paroxismo la obsesión con los jesuitas. A vuelo de pájaro, los jesuitas intentaron siempre constituir un gobierno mundial, controlando tanto al Papa como a los monarcas europeos a través de los famosos iluminados de Baviera (que los mismos jesuitas crearon, y después denunciaron como comunistas); buscaron hacer caer a los monarcas que expulsaron a la compañía de Jesús; fueron los jesuitas los que hicieron hundir al Titanic porque por ese incidente pudieron fundar el Federal Reserve Bank con la mediación de los caballeros de Malta, que ellos controlaban, y no es casualidad que en el naufragio del Titanic murieran los tres judíos más ricos del mundo, Astor, Guggenheim y Straus, opuestos a la creación del banco. Con el Federal Bank los jesuitas financiaron luego las dos guerras mundiales que, claro, sólo beneficiaron al Vaticano. En cuanto al asesinato de Kennedy (y Oliver Stone está manipulado por los jesuitas), si no olvidamos que incluso la CIA nace como programa jesuítico, inspirado en los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, y que los jesuitas la controlaban a través de la KGB, se entiende que Kennedy fue asesinado por quienes hundieron el Titanic. No podía faltar en el cuadro el Opus Dei, que controlan los jesuitas a través de los caballeros de Malta.
Dejo de lado muchos otros complots. Pero ahora no se pregunten más por qué la gente lee a Dan Brown. Probablemente estén detrás los jesuitas.
LA NACION y L’Espresso
Traducción: Gabriel Zadunaisky