Los cambios geoeconómicos como única certeza
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En este año electoral hay que evaluar muy prudentemente el escenario internacional a fin de detectar las oportunidades y los desafíos que nos presenta para los próximos años, los cuales son de una magnitud no vista en décadas. Se observa que las potencias han acelerado los alineamientos estratégicos con una apertura rápida y significativa hacia todos los recursos que pueden afectar los destinos del actual conflicto mundial, lo cual lleva a implicar a los países que no están involucrados en él.
Desde su posición periférica, la Argentina ha mantenido un cierto grado de ambigüedad en materia geopolítica y geoeconómica, sosteniendo la posición de ser socio comercial y mantener buenas relaciones con todos, pero sin ser aliado de ninguno. Este enfoque puede ser una solución eficiente para períodos en que existe una incertidumbre estructural sobre el escenario global, cuando hay estabilidad debido a una indiscutible hegemonía de un país, o cuando la neutralidad favorece a las potencias involucradas.
En los 2000 dominó un estado de incertidumbre estructural debido a que no era fácil discernir hacia dónde marchaba el mundo en lo político, lo tecnológico, lo económico y lo social, lo cual generaba la percepción de que transitábamos por un sendero de equilibrio inestable. Sin embargo, ese estado se ha ido desgranando debido a la aceleración de la emergencia de China, en lo económico y militar, y a una guerra de graves consecuencias en el corazón de Eurasia. Todo indica que esto ha provocado un proceso de cambio geopolítico irreversible que confluiría en un quiebre del delicado equilibrio anterior.
Es probable que países de cierta relevancia en algún plano, como la Argentina y Brasil, se vean en la situación de tener que ser más claros sobre sus alineamientos, aun cuando esto no implique participar de una alianza militar o que abarque todos los aspectos de sus relaciones internacionales. Los países antagonistas podrían pedir sucesivas “pruebas de amor” a algunos países o bloques, lo cual conduciría, al menos en algunas dimensiones o cuestiones, a la progresiva pérdida de efectividad del enfoque de ambigüedad estratégica.
La Argentina se ha caracterizado durante gran parte del siglo XX y del XXI por cierta ingenuidad e improvisación en los temas de largo plazo, y por una dirigencia totalmente absorbida por infructíferos debates internos y crisis económicas. Esto significó que haya dejado las cuestiones globales en un rincón poco explorado o de análisis fragmentado y de irregular resolución. Ahora bien, los hechos indican que habrá momentos de decisiones políticas cruciales para las que se necesitará una programación económica y financiera que sea parte inescindible de una estrategia de país realista. El grado de asertividad logrado influirá por muchos años en todos los ámbitos de nuestras vidas, incluyendo el éxito o el fracaso de cualquier política económica.
El abordaje de la próxima administración sobre este asunto determinará en gran parte qué oportunidades aprovecharemos y qué desafíos sortearemos con éxito, y, por lo tanto, cuál será la calidad de vida de la que gozaremos.
Director del Instituto de Investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad del Salvador