Los búhos, una obsesión: la increíble historia del naturalista Jonathan C. Slaght en el este ruso
En la senda de Jack London o Fenimore Cooper, un biólogo estadounidense escribió un libro que ya es sensación en el norte global
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Todavía hay historias que despiertan la emoción de los relatos clásicos de aventuras en la naturaleza de Jack London, James Curwood o Fenimore Cooper. Aunque en este caso la referencia más exacta sería Por el territorio del Ussuri y Dersu Uzala, los libros del explorador y naturalista Vládimir Arséniev que dieron pie a la inolvidable película de Akira Kurosawa. Bosques inabarcables, animales salvajes, hombres y tierras indómitos, peligros, la poesía de la soledad extrema bajo un cielo inabarcable y la pletórica sensación de llenar los pulmones de un aire limpio y libre en una remota esquina del mundo. Todo eso, desde una sensibilidad actual, de ecologismo, conservacionismo y nature writing, salpimentada de un sentido del humor indispensable cuando acechas a un ave rara a más de 20 grados bajo cero y mojado, es lo que ofrece Búhos de los hielos del Este, una apasionante expedición (Siruela, 2022). El libro del naturalista estadounidense Jonathan C. Slaght es una de las grandes sorpresas de la temporada literaria: libro del año sobre la naturaleza para The Times, seleccionado para el National Book Award en la categoría de no ficción, alabado por Helen Macdonald y Jennifer Ackerman, no deja indiferente a ningún lector en su forma de sumergirnos en las inmensidades heladas del lejano oriente ruso para encontrarnos con el extraño y extravagante búho manchú o búho pescador de Blakiston (Bubo blakistoni), un pájaro legendario de penetrantes ojos amarillos, la mayor rapaz nocturna del planeta, en competencia con el búho real. Llega a pesar como 11 cuervos, más de 4,5 kilos (las hembras, un 25% más grandes que los machos), y tener una envergadura alar de 2 metros.
Slaght no deja indiferente a ningún lector en su forma de sumergirnos en las inmensidades heladas del lejano oriente ruso para encontrarnos con el extraño y extravagante búho manchú o búho pescador de Blakiston (Bubo blakistoni), un pájaro legendario de penetrantes ojos amarillos, la mayor rapaz nocturna del planeta
Perseguir un fantasma
Slaght dedicó cinco años a perseguir a este verdadero fantasma –un evanescente duende aéreo que anida en árboles altísimos y se alimenta de los peces y ranas que captura en los ríos– en los sobrecogedores parajes del Primorie, una región rusa indómita que limita con China, Corea del Norte y el Mar del Japón. El misterioso búho pescador, del que quedan en el Primorie 186 parejas y menos de 2000 individuos en el mundo, es un símbolo de esas tierras como el tigre siberiano lo es de la vecina región del Amur. Qué hacía un biólogo de Minnesota en el Far East ruso persiguiendo búhos se explica por la relación personal de Slaght con el territorio.
Lleva más de 20 años recorriendo aquellas tierras, la primera vez fue en 1995 tras acompañar a su padre en un viaje de negocios a Rusia; después, tres años allí como joven voluntario del Cuerpo de Paz, la agencia federal de ayuda internacional de EE.UU. –cuando aprendió ruso y trabó amistad con naturalistas locales, desarrollando su interés por la ornitología y el birdwatching–, y finalmente en 2005 como posgraduado de la Universidad de Minnesota con el proyecto de investigación del búho pescador, una criatura amenazada y muy poco conocida. El plan consistía primero en localizarlos en las diferentes áreas en que habían sido reportados, después capturarlos y colocarles dispositivos de seguimiento, y por último, con los datos obtenidos, evaluar el estado de la especie y diseñar un programa de conservación.
Dicho así suena sencillo, pero el libro sigue los inmensos problemas, frustraciones y peligros de hacer trabajo de campo y tratar de establecer relación con una esquiva rapaz nocturna (afortunadamente los búhos pescadores, a diferencia de sus congéneres, hacen ruido al volar, por la adaptación de su plumaje a zambullirse) en 20.000 kilómetros cuadrados. Viajes en helicóptero, en todo terreno, en motos de nieve, pernoctaciones en cabañas solitarias, larguísimas excursiones nocturnas a pie y esquiando en un medio hostil y helado, crecidas de ríos (en una Slaght salvó a brazo a un corzo que se ahogaba, estirándolo de las astas), hielo frágil, fieras (la zona es abundante en osos, tigres y leopardos), compañeros de viaje correosos, dudosos y extravagantes, entre ellos cazadores furtivos y exdelincuentes, literalmente empapados en vodka, y los propios búhos: animales de fuertes picos y grandes garras capaces de producir dolorosas heridas y hasta –le cuentan a Slaght los locales– de arrancarte un testículo.
Dicho así suena sencillo, pero el libro sigue los inmensos problemas, frustraciones y peligros de hacer trabajo de campo y tratar de establecer relación con una esquiva rapaz nocturna (afortunadamente los búhos pescadores, a diferencia de sus congéneres, hacen ruido al volar, por la adaptación de su plumaje a zambullirse) en 20.000 kilómetros cuadrados.
La dureza de la misión y su objetivo científico no son óbice para que el naturalista describa con gran hálito literario la monumental belleza de los parajes. ¿Qué es lo más hermoso que ha visto allí? “No es fácil de responder”, explica Slaght en conversación con El País. “Tengo más de 20 años de experiencia en esa parte del mundo y hay tantas cosas maravillosas... Uno de mis recuerdos favoritos es una mañana navegando en la costa, mirando hacia los acantilados entre la niebla, con cormoranes y otras aves acuáticas volando a ras del agua, y una manada de ciervos sika moviéndose lentamente en la playa rocosa en busca de algas ricas en nutrientes. Todo irradiaba una gran sensación de paz”. Para el naturalista, traductor por cierto de Arséniev, es “una experiencia liberadora” estar en esas latitudes salvajes. “Vivo la mayor parte del año en una ciudad, así que pasar meses en un lugar en el que las huellas de tigre son más abundantes que las pisadas humanas resulta muy excitante”. ¿Qué tal están los búhos, esos trasgos emplumados? “¡Los búhos están OK! Ha habido problemas recientes con el cambio climático, cuando grandes tormentas han derribado los enormes y viejos árboles en los que instalan sus nidos, pero el trabajo que hemos hecho localizando esos nidos está ayudando”.
De la sensación que produce tener un búho pescador en las manos explica: “Es una experiencia muy especial, son aves que hacen todo lo posible para permanecer ocultas a los humanos, tienden a apartarse a distancias de 100 o 150 metros si te ven acercarte, así que ¡definitivamente no quieren que los agarres! Son tranquilos en la mano, más de lo que yo pensaba al principio. Pero aun así tienes que tener cuidado, especialmente con las garras”.
De los descubrimientos que han hecho sobre los búhos manchúes, señala: “En general la ciencia conocía muy poco de los búhos pescadores de Blakiston. Por ejemplo, antes de nuestra investigación, nadie sabía siquiera cómo distinguir un macho de una hembra [se los sexa por la proporción de blanco en las plumas de la cola]. Lo que nuestro proyecto ha aportado es determinar los mejores tipos de bosque para estos búhos, lo que nos proporciona un conocimiento básico de sus necesidades. Hay bastante más que aprender aún”. Slaght indica que hay cuatro especies de búho pescador en Asia: Blakiston, castaño o de Ceilán, leonado y malayo, “aunque recientemente hemos publicado un artículo en Avian Research sugiriendo que el Blakiston debe ser dividido a su vez en dos especies: una en el noreste de Asia continental y otro mayormente en Japón”.
¿Qué hay en los búhos en general que nos los hacen tan misteriosos y fascinantes? Parece que en realidad –y no se lo tome como algo personal– no se encuentran precisamente entre las aves más inteligentes. “El simple hecho de que sean nocturnos, activos de noche, o crepusculares, activos entre la puesta de sol y el amanecer, los hace enigmáticos para nosotros. Normalmente no vemos búhos tan a menudo como halcones o águilas, posados en postes o en las carreteras, así que la percepción de rareza hace cualquier encuentro especial.”
Gente de otro mundo
De la gente, tan importante en su libro como los animales y el paisaje, ¿qué personajes le impresionaron más? “Cualquiera que puede vivir y prosperar en semejante entorno inhóspito tiene el mayor de mis respetos. Conocí a un individuo llamado Volodya Loboda en el pueblo de Agzú. Solo tenía un brazo, pero estaba considerado el mejor cazador de la región. Que no solo pudiera todavía disparar un rifle sino ser el mejor con él es muy impresionante”. En cuanto a si hubo momentos en que se sintiera realmente en serio peligro, contesta: “¡Todo el tiempo! Había continuamente el riesgo de ahogarse. Nunca estuve realmente preocupado por los ataques de tigres u osos, de las ventiscas o de la gente rara, pero ahogarse era definitivamente un peligro”.
Tigres y osos aparecen en el libro. “He visto ambos. Los osos hibernan en invierno, que es cuando transcurre la mayor parte del libro, así que no coincidimos mucho. Explico que vimos cantidad de rastros de tigres. Sin embargo, los propios tigres pueden ser bastante complicados de ver. Como prevención para osos y tigres llevaba bengalas de mano, de las de los barcos, eso debía bastar para ahuyentarlos”.
En el libro menciona el caso de un tigre devorador de hombres que mató en 2010 a un individuo que pescaba en el Serebrianka, en el corazón del territorio de los búhos, ¿conoce El tigre, de John Vaillant, sobre la caza de una de esas fieras en la zona? “He leído el libro de Vaillant, sí, y me he encontrado con John varias veces. De hecho, él estaba en Primorie documentándose para El tigre al mismo tiempo que yo estudiaba los búhos pescadores, y en un momento dado afrontamos la misma tormenta, ¡él en un lado de la montaña y yo en el otro! Pero no lo supimos hasta después”.
Tengo gran admiración por Bernd Heinrich, su libro Ravens in Winter me hizo comprender que yo podía convertir mi interés por las aves en una profesión, y además me dio la confianza de escribir sobre mis propias experiencias de campo.
Cuando se le dice a Slaght –actualmente director de proyectos de la Wildlife Conservation Society y cofundador del Proyecto Búho Pescador de Blakiston con el ornitólogo ruso Sergei Surmach– que el Primorie parece una tierra olvidada de Dios, en términos de la vida de los seres humanos, y bastante infeliz, reacciona vivamente: “Pienso que es lo opuesto, es un lugar muy favorecido. La gente puede vivir vidas honestas y saludables ahí cazando y pescando, y disfrutando de la naturaleza. No confían demasiado en la infraestructura ofrecida en rincones más ricos de la civilización, pero eso no significa que sean infelices”.
¿Conoce y ha leído Slaght a Colin Thubron, el veterano escritor de viajes británico? Thubron ha hablado con admiración de Búhos de los hielos del Este y su último libro recientemente publicado es precisamente un viaje siguiendo el curso del río Amur hasta el Pacífico. ¡En el cruce de ambas voces, Slaght y Thubron, hay una reminiscencia de los sonoros duetos de los búhos manchúes!
“No conozco personalmente a Thubron, pero por supuesto sé quién es y he leído algunos de sus libros de tema ruso. No sabía que había disfrutado de mi libro de los búhos. Es bonito saberlo. Tengo su nuevo libro, The Amur river, en mi lista de lectura. La comparación es muy amable, y estaría muy contento de hacer dueto con Colin en cualquier momento”.
Búhos de los hielos del Este tiene una calidad literaria rara en la mayoría de los libros científicos. ¿Cuáles son las referencias literarias de Slaght, en general y en literatura de naturaleza?, y ¿qué opina del nature writing? “Tengo gran admiración por Bernd Heinrich, su libro Ravens in Winter me hizo comprender que yo podía convertir mi interés por las aves en una profesión, y además me dio la confianza de escribir sobre mis propias experiencias de campo. John McPhee [el autor de Coming into the country, sobre Alaska] escribe maravillosamente, como lo hace Peter Matthiessen. Son probablemente mis autores favoritos de temas de naturaleza. Soy un fan obviamente de la escritura de naturaleza. El medio natural esta en constante peligro y la gente no puede tener cuidado de algo si no siente una conexión con ello. El nature writing proporciona esa importante conexión”.