Los billetes chinos de diez mil pesos
En poco más de una semana llegará el “Día Nacional de los y las afroargentinos y afroargentinas y de la cultura afro”. Por cierto que a tan escarpada frase oficial, de inconfundible perfume kirchnerista, alguien debería reponerle el castellano. Pero no se puede. Quedó sacralizada así en una ley de 2013.
Es la 26.852, que instituyó el 8 de noviembre para homenajear a los nativos de raza negra (302.936 personas, según el censo de 2022). No lleva al pie la firma de Cristina Kirchner sino la del vicepresidente Amado Boudou, a quien el juez federal Ariel Lijo después metió preso por haberse querido quedar, cuando era ministro de Economía, con la fábrica de hacer billetes.
Boudou pensó que si no lo agarraban el futuro estaba asegurado. El futuro suyo, se entiende. Fabricar billetes por cuenta propia, burda fantasía de historieta, tal vez represente el colmo del funcionario pillo. Sin embargo, para hacer la gran Boudou, ahora que Ciccone Calcográfica fue disuelta, habría que irse hasta China. Esta semana la Casa de la Moneda recibió la orden de dejar de imprimir billetes de mil y dos mil pesos porque ya no tiene más sentido. No sólo se los comió la inflación. Afuera hacen los billetes mucho más baratos. Y más rápido.
Autopercibido ardiente defensor de lo argentino, el último gobierno peronista ya en abril de 2023 mandaba a fabricar los billetes de mil (eran los de máxima denominación, aunque equivalían a poco más de dos dólares del paralelo), a Brasil, España, Francia, China y Malta. Pero mantenía la deficitaria estructura de Avenida Antártida Argentina 2085, una planta de mil setecientas personas atosigada por la impresión de cientos de miles de billetes “chicos”.
Un comunicado emitido ayer por ATE (Asociación Trabajadores del Estado) dice: “las herramientas fundamentales de una economía independiente se ven amenazadas de extinción por una ideología que prefiere importar billetes de otra parte del mundo en vez de defender su propia industria y soberanía sin tener en cuenta los conflictos globales que se vienen”. ¿La “ideología que prefiere importar billetes” será la del ministro de Economía Sergio Massa? En realidad, Massa, ministro y candidato a la vez, acá también hacía doblete: mantenía la fábrica nacional y popular y encargaba la producción a los cipayos de Europa y Asia. Revisionismo de Aldo Ferrer versión surrealista: vivir con lo nuestro e importarlo.
La novedad es que Milei decidió liquidar la fábrica del Estado que hace la moneda desde 1875, el año en el que se inventó el primer auto a vapor. En la fundación y puesta en marcha de la Casa de la Moneda aparecen figuras habitualmente veneradas por el mileísmo: Avellaneda, Roca, Victorino de la Plaza. No cabría exclamar, pues, que la Casa de la Moneda es un legado del populismo marxista, pero después de la experiencia fallida del primer vicepresidente de Cristina Kirchner nadie parece animarse a sugerir que hay que privatizarla. Es un tema cargado de espejismos. ATE invoca la soberanía y anticipa que se vienen conflictos internacionales, aparente alusión a posibles tensiones entre Estados Unidos y China de las que la Cancillería no se habría enterado. Hacen bien en avisar.
Tal vez los delegados sindicales no se enteraron a su vez de que Milei cambió de opinión sobre China, adonde piensa viajar en enero. El mes próximo va su hermana Karina. A Susana Giménez el Presidente le dijo que China es un socio comercial muy interesante porque ellos no exigen nada, lo único que piden es que no los molesten. Es difícil determinar si esto es mejor o peor que cuando decía que no pensaba hacer negocios con ningún comunista porque se considera a sí mismo un defensor de la libertad, la paz y la democracia.
Conjugar soberanía con fábrica de billetes quizás sea un tema incómodo para el peronismo, que frente a la condena sufrida por Boudou -confirmada por la Corte Suprema- guardó silencio o a lo sumo se pronunció diciendo que había sido una venganza por haber sido de Boudou la idea de nacionalizar las AFJP. El exconvicto fue uno de los fundadores de la agrupación Soberanxs, liderada por Alicia Castro y Gabriel Mariotto, de la cual se distanció el año pasado cuando decidió pronunciarse a favor de su antiguo amigo Massa. Según algunas versiones, asesoraba al candidato.
A esta hora (no importa demasiado si allá es de noche) los chinos están imprimiendo yuanes y en la máquina de al lado, billetes argentinos de diez mil pesos. En diciembre se comprometieron a mandar también una partida de los de veinte mil. Hay que celebrar dos veces. La primera porque es la primera vez en mucho tiempo que en la Argentina se ponen a circular billetes no desvalorizados al nacer. Y la segunda, porque cada vez es menos necesario ir al banco con una carretilla. A los turistas extranjeros también se les acabó el chiste de subir el video del momento grotesco en que pagan una cena con un centenar de billetes (la ventaja de pagar cash en pesos y no con tarjeta, sin embargo, permanece).
De la época en que Axel Kicillof era ministro de Economía viene el razonamiento kirchnerista según el cual conviene evitar la creación de billetes de mayor denominación para que la gente no note la aceleración inflacionaria. Un comportamiento tan recomendable como el de tapar el sol con un dedo para frenar los rayos ultravioletas. Pero su contracara podría tener cierto sentido: antes que acordarse de que los billetes son chinos (vamos, no dicen en ningún lado “Made in China”), lo más probable es que perduren y los usuarios les tomen cierto aprecio. Detrás de la perdurabilidad está -o estará próximamente, se supone- la inflación doblegada.
La moneda es mucho más que un tema de economistas. Siempre está cargada de historia, de significados, de mensajes, metáforas. Si no es por una cosa es por la otra. Junto con la trillada ilustración del rostro de Manuel Belgrano, los billetes de diez mil reivindican a la capitana María Remedios del Valle, la heroína afrodescendiente de las Guerras de la Independencia que murió el 8 de noviembre de 1847. En su memoria se instituyó el día de “los y las afroargentinos y afroargentinas”.
María Remedios del Valle se sumó con su marido y sus dos hijas a la campaña de Alto Perú. En la batalla de Huaqui perdió a su familia y fue herida, pese a lo cual se volvió a integrar a las tropas del Ejército del Norte bajo las órdenes de Belgrano. Como capitana, grado al que la ascendió Belgrano, participó en Vilcapugio y Ayohuma. Los realistas la capturaron y la azotaron en público durante nueve días. Sufrió encierro y amenazas de fusilamiento. Tras su liberación padeció un primer olvido y una severa pobreza hasta que fue ascendida a sargento mayor y recibió una pensión. Bartolomé Mitre la reivindicó como “Madre de la Patria”.
Su interesante representación en el billete de fabricación china de 10 mil pesos es pura imaginación artística. No existe de ella ningún retrato. Sólo se sabe que tenía un coraje a toda prueba, que era negra y que -cuánta argentinidad implícita- quedó olvidada.