Peregrinos espirituales, los creyentes construyen su mundo religioso apelando a iglesias, santos e ideas holísticas sobre el bienestar, con la mira puesta en el aquí y ahora; en la última década, decreció en más de diez puntos el número de personas que se consideran católicas,adsfPit landipit, se dolore dignis dolor sit utpatumsan vendre dolor sissendre te doloreet utpate del ut at
De múltiples maneras y con diferentes intensidades, la mayoría de los argentinos mantiene algún tipo de creencia espiritual o religiosa. Pero ¿en qué creen los que creen? El universo de posibilidades es amplio. Se cree en Dios, en Jesucristo, en la energía, en la suerte, en el Gauchito Gil, en san La Muerte, en la astrología, en los santos, en la Virgen, en los ovnis y la lista sigue. En los asuntos de la fe, todo parece estar permitido.
La idea de una argentinidad religiosa muy viva y con poco espacio para la irreligiosidad es una conclusión que se desprende de todos los estudios específicos que se vienen realizando en nuestro país desde hace varios años. Si bien abordan la temática desde diferentes puntos de vista y las instantáneas varían, muestran un escenario marcado por un fuerte desapego hacia los dogmas que emanan de las instituciones religiosas más tradicionales. De esta manera, ser católico, pentecostal o declararse indiferente ante las religiones más establecidas son, hoy en día, condiciones que admiten múltiples variaciones y matices. Su significado depende, por sobre todas las cosas, de la íntima y personal manera de vivir la fe de cada creyente.
Una de las investigaciones más recientes -la segunda Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina- actualiza los guarismos con respecto a las diferentes confesiones religiosas presentes en el país. De acuerdo con este estudio, un 62,9% de los argentinos se considera católico -cifra que decreció más de 10 puntos en la última década-, un 15,3% se presenta como evangélico, en tanto que un núcleo de casi 19% engloba a los ateos, los agnósticos y los que se presentan indiferentes a los dogmas religiosos (tienen creencias, pero difusas y no necesariamente ligadas a una institución específica). El resto del arco lo integran los creyentes de otras religiones, como los judíos, mormones o testigos de Jehová, aunque su incidencia es más bien minoritaria.
Independientemente de las cifras, al hacer foco sobre cada grupo, lo que se evidencia es esta gran diversidad de formas de experimentar la fe religiosa, con núcleos de creyentes más o menos apegados a los dogmas de cada una de esas religiones. Como peregrinos espirituales, no en pocos casos la gente reelabora creencias e, incluso, hace mixturas en función de sus historias, cosmovisiones y trayectorias personales.
Basta prestar atención a las creencias que figuran en el ranking del mencionado estudio, elaborado por el Programa Sociedad, Cultura y Religión del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del Conicet (CEIL), para comprender que el ecosistema local de la fe es heterogéneo, aunque en buena medida enmarcado en la religión mayoritaria.
Según el trabajo, en el ranking de creencias Jesucristo encabeza el listado, con un 82,5% de argentinos que dice creer en Él. Le sigue Dios (81,9%) y, en tercer lugar, la energía, con el 76%. Luego el Espíritu Santo (75,9%) y los ángeles (66,2%). Entre las personas que no se identifican con ninguna religión, Jesucristo desciende al sexto lugar. En este grupo, el top 5 lo componen la energía (71,6%), la suerte (55,2%), los ovnis (36,8%), la vida después de la muerte (34,1%) y la astrología (33,8%).
"La creencia en la energía subió del 64,5 al 76% en la última década. No responde a un único perfil de creyente. Cree en la energía quien está imbuido en prácticas esotéricas o el que se identifica con una vida espiritual. El significado otorgado es variable de acuerdo al universo cosmológico de cada quien. De todos modos, estamos frente a un conglomerado social de creyentes menos anclados en el punto de vista institucional", considera Juan Cruz Esquivel, doctor en Sociología y uno de los directores del trabajo.
Creer sin pertenecer
El director general de Entidades y Cultos del Gobierno de la Ciudad, Federico , considera que lo que hoy se ha hecho evidente es que las religiones ofrecen valores comunes y, en gran medida, universales, que representan un gran aporte para la construcción de una sociedad. "La gente encuentra distintas respuestas en las religiones, practican su culto pero no dejan de participar en celebraciones de otras comunidades de fe. Por ejemplo, católicos participando de actividades que ofrecen templos budistas, como el yoga, la meditación u otras prácticas", ejemplifica.
El dinamismo que registra la religiosidad que se vive por fuera de iglesias y templos comenzó a ser observado muy de cerca por algunos expertos de campos como la sociología o la antropología. Algunas de sus observaciones confirman y otras cuestionan algunas de las ideas que se suelen tener al respecto.
"Esta búsqueda de religión por fuera de las agrupaciones socialmente y académicamente reconocidas como ?religiosas' no implica que estas sean poco importantes, sino que no son los únicos contextos de producción de creencias y prácticas religiosas (y en algunos casos quizás ni siquiera los principales)", puede leerse en el trabajo del investigador del Conicet Alejandro Frigerio, titulado "Encontrando la religión por fuera de las ?religiones': una propuesta para visibilizar el amplio y rico mundo social que hay entre las iglesias y el individuo".
"Lo que se observa es que las creencias religiosas están cada vez menos determinadas por la clase social. Entre los devotos de santos populares como el Gauchito Gil o San La Muerte, tradicionalmente ligados a las clases populares, se ve una circulación de devotos cada vez más amplia y heterogénea. Algo similar ocurre con las iglesias pentecostales. Por algo los grandes templos se ubican en las principales avenidas de la Capital", analiza Frigerio, sociólogo y doctor en Antropología.
El especialista hace hincapié en dos devociones populares en franco ascenso. El Gauchito Gil es, en realidad, Antonio Mamerto Gil Núñez, un gaucho fugitivo nacido en Corrientes en algún momento del siglo XIX. Condenado a muerte por desertor, antes de morir le dijo a su verdugo que rezara por él; así, un hijo del verdugo que estaba enfermo sanaría, algo que habría ocurrido. Desde entonces, alrededor de su figura comenzaron a congregarse devotos, primero en Corrientes, pero luego en todo el país. Se lo conoce popularmente como "el santo del pueblo" o "el santo de los pobres".
Por error ligado con el narcotráfico o la delincuencia, el culto a San La Muerte lleva varias décadas en el país, con gran presencia en el noreste argentino y en Paraguay. Se lo suele presentar como un esqueleto cubierto con un manto negro que lleva una guadaña. Con respecto a sus orígenes, algunos especialistas no descartan que descienda de creencias y prácticas de esclavos africanos. A San La Muerte se lo conoce también como Señor La Muerte, Señor de la Buena Muerte o "el Santito", entre otros nombres. Si bien es frecuente que en los santuarios del Gauchito Gil haya espacios para San La Muerte (se dice que el primero era devoto del segundo), han comenzado a proliferar santuarios exclusivos.
Mirada más amplia
"En los últimos tiempos se ve una mayor institucionalización de las devociones populares. Por ejemplo, cada vez hay más altares del Gauchito Gil y San La Muerte que, en algunos casos, funcionan como pequeñas iglesias a las que se puede ir y participar de sus formas devocionales, con referentes que funcionan como mediadores entre el santo y los creyentes. En Villa Domínico hay un templo de San La Muerte en el que se celebran casamientos y bautismos", agrega Frigerio, que considera que la proliferación de estas creencias es el resultado de un proceso que se ha venido dando en las últimas décadas, según el cual ha bajado el nivel de resistencia social hacia determinadas visiones de lo religioso, más ligadas con lo encantado y con una concepción más amplia de lo sagrado.
La ampliación de la mirada en cuestiones de religión es una tendencia que trasciende fronteras. En ese sentido, la institución norteamericana Pew Research Center realizó a principios de este año un estudio revelador. En él encontró una conexión directa de la religión con la felicidad, el compromiso cívico y la salud en Estados Unidos y otras dos docenas de países, entre ellos la Argentina. Según este trabajo, las personas que participan activamente en congregaciones religiosas tienden a ser más felices y más comprometidas cívicamente que los adultos que no lo hacen.
"La naturaleza exacta de las conexiones entre participación religiosa, felicidad, compromiso cívico y salud sigue sin estar clara y necesita más estudio. Si bien los datos presentados en este informe así lo indican, los números no prueban que ir a un servicio religioso tenga una incidencia directa en el bienestar de las personas. Podría ser que ciertas personas tiendan a ser más activas en múltiples tipos de actividades, tanto seculares como religiosas, muchas de las cuales tienden a proporcionar beneficios físicos o psicológicos", se lee en el mencionado estudio.
Así como están surgiendo prácticas grupales como la de asistir a santuarios o a fiestas religiosas en torno de determinadas devociones, otros modos de vivenciar la fe apelan más al individualismo. De hecho, según el estudio del CEIL, en el universo de creyentes argentinos el 59,9% dice relacionarse con Dios por su propia cuenta. El 43,3% asiste a misa o a una celebración de culto solo en ocasiones especiales y el 29,6% no lo hace nunca. En materia de asistencia al culto, los evangélicos son los que más frecuentemente asisten a su templo: el 29,4% lo hace todos los días; el 23,7%, una vez a la semana; el 20,5%, solo en ocasiones especiales, el 8,9%, una o dos veces al mes y el 17,5%, nunca.
"Lo que evidencia el estudio es la aceleración de los procesos de transformación religiosa. Las mutaciones en las adscripciones religiosas repercuten en qué se cree, cómo se cree, a través de quiénes se cree, qué se practica y cómo se piensan determinados asuntos de agenda pública", reflexiona Juan Cruz Esquivel Esquivel con respecto a la mencionada investigación, que también aporta otros lineamientos. Por ejemplo, que el NOA es la región que cuenta con mayor proporción de habitantes que se definen católicos. Que el AMBA y la Patagonia cuentan con mayor proporción de gente que no se identifica con una religión. Que el porcentaje de personas que se definen evangélicas es mayor en el NEA y en la Patagonia. Y que el número de las personas sin religión crece a medida que aumenta el nivel educativo.
El sociólogo y antropólogo Nicolás Viotti es otro de los especialistas que siguen con detenimiento la vitalidad del hecho religioso por fuera de las iglesias o templos. Su atención está puesta en los modos de vivenciar lo religioso en los sectores medios de nuestra sociedad. Y observa cambios.
Búsqueda del bienestar
"Sobre todo en los sectores medios urbanos, se observan búsquedas ligadas al bienestar en su concepción más amplia. En ese sentido, ciertas prácticas ligadas tradicionalmente a la new age comenzaron a permear sobre el cuerpo social. Hasta los años ochenta, ciertas prácticas como la meditación o el reiki no eran socialmente muy aceptadas. Pero en las décadas siguientes comenzaron a gozar de una aceptación social cada vez mayor. No se adhiere a una determinada institución, sino a un sistema de ideas, a un tipo de prácticas que circulan por otro tipo de espacios y sus modos de difusión son más capilares. Son fenómenos fluidos, efímeros, pero en los que se observan muchas regularidades", explica Viotti, también investigador del Conicet.
En todos los casos, estas nuevas formas de vivenciar lo religioso apelan a fines más concretos. Según Frigerio, lo que se busca es la eficacia cotidiana. "Tradicionalmente se creía que este tipo de relación con lo religioso era propio de los sectores populares. Lo que se ve ahora es que la apelación a lo sobrenatural como una suerte de ayuda cotidiana trasciende cualquier clase social porque hay algo que es transversal: la integración de las dimensiones física, psíquica, espiritual y social como parte de un todo", agrega el especialista.
Con él coincide Pugliese, de la Dirección general de Entidades y Cultos porteña. "El hombre está en constante búsqueda de diferentes experiencias en las religiones. Hoy, más que nunca, busca que acompañen su transitar diario, el ?aquí y ahora', aquello que le sucede hoy, donde aparecen enfermedades, alegrías, deseos de vivir en comunidad. Estamos acostumbrados a entender la religión en lo trascendente, en el futuro, en lo que va a venir después de la muerte. Hoy las religiones responden a un plano más terrenal, como una forma de vida para atravesar lo que nos pasa".