Los antivacuna y los límites de la libertad individual
Millones de personas en el mundo están pendientes de los avances de diferentes laboratorios que trabajan para conseguir una vacuna que los proteja de la pandemia. Por otro lado, un movimiento crecientemente activo impugna su uso: los antivacuna. Movimiento al cual la OMS viene de incluir "en la lista de mayores amenazas a la salud junto al ébola, el dengue o el SIDA". Los fundamentos de ese movimiento suelen relacionarse con motivos religiosos, como es el caso de la comunidad Amish en Pensilvania, Estados Unidos, que resistió la vacunación contra la rubeola en 1991; o más recientemente el de las comunidades judío-ortodoxas de Brooklyn que lo hizo frente al sarampión. También se apoya en aproximaciones científicas diferentes, así como en fundamentos filosóficos, entre los cuales se destaca el respeto pleno a la libertad de las personas.
Son argumentos atendibles, a los cuales se debe responder evitando simplificaciones que no ayudan a esclarecer el problema. En esa línea, a los aportes que ya se han hecho para alcanzar ese objetivo, es necesario sumar nuevos fundamentos que fortalezcan la importancia y legitimidad del uso de vacunas científicamente probadas para velar por la salud de las personas.
Un argumento importante en favor de las vacunas se construye desde la sociología cuando se reconoce que toda persona, por el hecho de vivir en sociedad, se convierte en titular de derechos, y que esa misma pertenencia conlleva obligaciones. La primera consecuencia de esa pertenencia, y de la cual se derivan las demás, es la de convertirse en un ser humano. En palabras de Aristóteles: "quien es capaz de vivir en soledad ha dejado de ser humano para pasar a ser un dios o una bestia". Por su parte, Thomas Hobbes afirma que: "Vivir en sociedad no es una exigencia de la naturaleza… La sociedad es una construcción artificial para hacer posible una convivencia". Y Jean-Jaques Rousseau, recurre a la figura de "El contrato social" para ilustrar sobre la necesidad de las personas de constituir "una sociedad basada en el acuerdo y orientada a un bien común, es decir, sustentada por voluntad general".
Aplicando estos principios a la vida cotidiana de las personas, queda claro que cada una de ellas necesita de muchos otros para atender sus necesidades básicas de alimentación, vestimenta, vivienda, transporte y demás objetos y servicios. A su vez, cada una de ellas debe hacer su aporte prestando servicios o realizando actividades para otros, u obteniendo recursos con los cuales pagar lo que recibe de los demás. Es lo que desde la perspectiva de la economía clásica, Adam Smith desarrolla al analizar el tema de "la división social del trabajo". Con su frase "no es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses", nos ilustra sobre la necesidad que el ser humano tiene de los otros; como sobre el carácter esencial de esos intercambios que van más allá de la simple voluntad de realizarlos.
Lo anterior no significa que todas y cada una de las acciones de las personas se hacen teniendo presente a los otros. Las hay que se limitan al ámbito privado de las personas y sólo deben cumplir con la condición de no afectar el derecho o el bienestar físico o espiritual de los otros. Es lo que contempla, por ejemplo, nuestra Constitución Nacional, en su artículo 19 al disponer que: "Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados".
Aplicando este principio al tema de las vacunas, la exigencia de acatar una norma que la impone como obligatoria solo se justifica si su incumplimiento afecta el bienestar de los otros; lo que ocurriría si la oposición a la vacuna pusiera en riesgo la salud (y hasta la vida) de un tercero. Y esto sería así por el hecho que, pese a que los terceros estuvieren inmunizados al haberse vacunado, la persistencia del virus en el medio ambiente, y sus posibilidades de mutación a formas no contempladas en la vacuna, mantendría el peligro de afectar la salud y hasta la vida de terceros.
Todo esto referido exclusivamente al caso de vacunas que han cumplido exitosamente con los debidos procesos de elaboración, superación exitosa de las etapas preestablecidas y un consenso básico de los científicos en cuanto a que se trata de una vacuna segura.
Sociólogo. Club Político Argentino