Los años 60, tiempo de elecciones bajo presión
Proscripción del peronismo, protagonismo militar y tensión política marcaron la vida institucional de mediados del siglo XX en la Argentina
Entre 1957 y 1966 hubo dos elecciones presidenciales, una de constituyentes y varias parlamentarias. Todas tuvieron un denominador común: la proscripción del peronismo. Esto condenó sus resultados a la ilegitimidad y a la vez planteó el problema de cómo reincorporarlo a la vida política. Para discutir las causas y consecuencias de este proceso, en el ciclo "Elecciones decisivas", el Club del Progreso y la Universidad de San Andrés convocaron a dos reconocidos politólogos e historiadores: Marcelo Cavarozzi y Rosendo Fraga.
Cavarozzi se enfocó en dos de los actores principales: las fuerzas armadas y el peronismo. Colocados en el centro del poder en 1955, los militares acumularon sucesivos fracasos. El primero ocurrió en 1957, en ocasión del congreso que debía normalizar la CGT, intervenida en 1955. El interventor militar había prohijado a un grupo de gremios "democráticos"; pero sorpresivamente los sindicalistas peronistas, en alianza con los comunistas, ganaron la votación y obtuvieron el control de la central obrera, que mantuvieron hasta hoy.
Un segundo contraste se produjo en 1957, con la disolución de la Convención Constituyente, y un tercero en la elección presidencial de 1958, cuando el candidato oficial, el radical del pueblo Ricardo Balbín, fue derrotado por el radical intransigente Arturo Frondizi, quien contó con votos peronistas pactados con Perón. La sucesión de fracasos llevó a los militares a abandonar el democratismo ingenuo inicial y a visualizar a sus enemigos: el peronismo primero, el comunismo después, y los políticos en general en 1966. Sabían a quiénes querían destruir, pero fueron incapaces de conducir exitosamente un proyecto político propio.
Crisis política
El peronismo, en cambio, realizó en esos años una serie de aprendizajes exitosos. Descubrió los réditos de la proscripción, que disimulaba la reducción de su caudal electoral. En 1957, con un 24,3 por ciento de sufragios en blanco -solo una décima más que la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP)- resultaron ser la primera minoría, amenazante para unos y apetecible para otros. Una nueva camada de dirigentes sindicales -como Framini o Vandor- aprendió a vivir en la oposición, y a tener éxito golpeando y negociando. Perón, por su parte, aprendió a conducir un movimiento heterogéneo, mantener el liderazgo, bloquear a líderes alternativos, concentrar el fuego en los militares y llegar a 1973 como líder indiscutido.
Cavarozzi agrega un tercer factor: el florecimiento de un universo cultural y académico de gran vitalidad, complejo y contradictorio, que dio un nuevo tono a la política. Se manifestó en las universidades, particularmente en la de Buenos Aires, y en el mundo artístico y cultural, con epicentro en el Instituto Di Tella. De allí salieron quienes después de 1966 colaboraron con el gobierno militar o participaron de la vasta contestación social iniciada en 1969.
Fraga incorpora al análisis otro factor: la división de la UCR en 1956, y su relación con las fuerzas armadas, donde confrontaban distintas facciones. Los efectos de la división se manifestaron con claridad en el triunfo de Frondizi en 1958. Balbín y los suyos consideraron que el acuerdo secreto con Perón era éticamente inadmisible, y la UCRP comenzó a trabajar para derribar a un gobierno que juzgaba ilegítimo, apelando al sector de las fuerzas armadas raigalmente antiperonista.
El giro de Estados Unidos hacia un anticomunismo expreso y militante, provocado por la Revolución Cubana, y la independencia que el gobierno de Frondizi trató de mantener en política internacional, llevaron a que este sector acusara al presidente de connivencia con comunistas y peronistas. Paradójicamente, por entonces Frondizi debía afrontar la embestida del peronismo y sus sindicatos.
En 1961 y 1962 hubo elecciones de diputados y gobernadores, a las que concurrieron distintos partidos neoperonistas, tolerados por su relativa marginalidad. Ambos sectores radicales aspiraban a derrotar a los peronistas, pero unir sus fuerzas era imposible. Frondizi dio batalla. En la primera tanda de comicios, en 1961, no le fue mal, por lo que se arriesgó a competir el año siguiente sin proscribir al peronismo explícito. Fue derrotado en la provincia de Buenos Aires, donde se volcaban las mayores expectativas. En los confusos días posteriores volvió a intentarse, entre otras cábalas, unir a las dos fracciones del radicalismo. El intento fracasó, y los militares derrocaron al presidente e instalaron un gobierno de facto en el que José María Guido, presidente del Senado, sostuvo un delgadísimo hilo de legalidad.
Buscar lo imposible
Las fuerzas armadas estaban en estado de deliberación. A los antiperonistas cerrados -los "colorados"- se oponía un sector -"azules"- partidario de encontrar la vía para reintegrar al movimiento proscripto. Los conflictos se dirimieron por las armas, en setiembre de 1962 y, más violentamente, en abril de 1963, imponiéndose los "azules", encabezados por el general Juan Carlos Onganía. Poco después hubo comicios presidenciales, con el peronismo proscripto. De manera sorpresiva, se impuso la UCRP, el partido que, paradójicamente, compartía ideas y sentimientos con el sector militar antiperonista derrotado.
El presidente electo fue el cordobés Arturo Illia, a quien -contra una opinión arraigada- Cavarozzi considera un gran estadista y un político experto. Illia no compartía las ideas del grupo antiperonista de su partido y se propuso lo imposible: reincorporar gradualmente al peronismo sin suscitar la reacción visceral del antiperonismo. En la elección presidencial de 1963, la UCRP había obtenido cinco puntos más que el voto en blanco. En las parlamentarias de 1965 los partidos neoperonistas sumaron un poco más de votos que la UCRP, sin que sucediera nada dramático, pues los diputados electos convivieron normalmente con el resto de las fuerzas políticas. Illia proyectaba seguir por ese camino en 1967, cuando se ponían en juego las gobernaciones. Pero los militares lo depusieron antes, en junio de 1966. Fue una ocasión perdida.
¿Quiénes contribuyeron a este final? Muchos, por acción u omisión. Y muchos de ellos se arrepintieron luego. Las revistas Primera Plana y Confirmado -puntualiza Fraga- prepararon el camino, asociando a Illia con una ineficiente tortuga y reclamando un "Franco argentino". El proyecto de reincorporación gradual fue rechazado por Perón, que veía en el neoperonismo una amenaza a su liderazgo, y por los militares, que dudaban de cualquier salida democrática y aspiraban a una "revolución" profunda.
No fueron los únicos. A derecha e izquierda se denostaba a la democracia, como parte de un "antiguo régimen", y se reclamaba un "cambio de estructuras", que cada grupo imaginaba a su modo. Las fuerzas armadas, por primera vez unidas tras de sus mandos, tomaron el poder, quemaron los padrones electorales y cancelaron la política indefinidamente.
Once años después de la caída y proscripción del peronismo, los intentos de superar el problema dentro de un marco democrático habían fracasado. La vía dictatorial tampoco resultó, y en 1973 hubo elecciones sin proscripciones, en las que triunfó el peronismo. El gobierno popular tampoco encontró la clave de lo que por entonces ya podía llamarse la crisis argentina.
Historiador. Miembro del Club Político Argentino