Los acertijos de un peronismo “secuestrado”
Secuestrado por Cristina y cooptado por su irracionalidad. Así definió Mauricio Macri al peronismo dentro de la coalición oficialista en su reaparición en la escena pública durante una semana especial: el último 17 de octubre se cumplieron 75 años de la irrupción de un movimiento que marcaría a fuego el destino de la Argentina. Una fecha de alto poder simbólico, que convocó festejos fragmentados, rumores de boicot de La Cámpora contra el acto central encabezado por Alberto Fernández y una ausencia muy comentada, la de Cristina. "El peronismo se une en la oposición, pero cuando llega al poder sus diferentes facciones empiezan a chocar. Y es un choque preocupante, que pone en vilo el futuro del país", propone el especialista italiano Loris Zanatta.
A 75 años de su aparición, el movimiento creado por Perón sigue siendo el gran dilema que atraviesa a la Argentina política y el que desafía los más misteriosos acertijos. ¿Es cierto que el peronismo está "secuestrado", como afirma Macri?
A 75 años de su aparición, el movimiento creado por Perón sigue siendo el gran dilema que atraviesa a la Argentina política y el que desafía los más misteriosos acertijos. ¿Es cierto que el peronismo está "secuestrado", como afirma Macri? ¿Qué hubiera pasado si, como le aconsejaban Emilio Monzó y Rogelio Frigerio, ahora defenestrados por el expresidente, el viejo Cambiemos hubiera convocado a "peronistas republicanos" para ampliar su base de sustentación? ¿Y si Sergio Massa, que en 2019 negoció hasta último momento con María Eugenia Vidal, se incorporaba a Juntos por el Cambio en lugar de volver con el kirchnerismo? ¿Es sano para la democracia que haya una pata peronista en la oposición?
"Siempre hubo una pata peronista en la oposición –apunta la politóloga María Matilde Ollier, que prepara un libro de historia sobre el peronismo–; durante la Alianza, el Frepaso fue eso: el peronismo que había roto con el menemismo". Para Zanatta, la distribución de trozos de peronismo en distintos espacios no es ni buena ni mala: es inevitable para aclarar el marco político. "Lo mismo pasó con la vieja democracia cristiana en Italia, cuando se cayó el sistema de grandes partidos. A esta altura, el peronismo es un universo muy heterogéneo, en el que conviven distintas sensibilidades y mentalidades. Lo malo para la democracia sería su reunificación como una religión o como el partido de la patria".
La máxima innovación en el Frente de Todos parece ser que la dueña de los votos no es presidenta, sino vicepresidenta. La historia demuestra, sin embargo, que cuando el peronismo carece de un liderazgo unificador, capaz de convocar mayorías, entra en disputa. "Pero ellos no van a romper, a pesar de las tensiones –diagnostica un peronista que está con Macri–. Tienen el mismo dilema que nosotros: necesitan ampliar su base de sustentación". En eso está Massa, cada vez con más gestos diferenciadores e ideológicamente más cerca del peronismo disidente que de Cristina.
Cristina expresó todo su desprecio por el peronismo clásico con su ausencia en el cumpleaños número 75 de un movimiento con el que históricamente tuvo fuertes disidencias. Ni siquiera envió un mensaje de adhesión para un 17 de octubre organizado en su contra, por gobernadores y clanes sindicales que buscan empoderar a Alberto Fernández ubicándolo al frente del Consejo Nacional Justicialista, como si hoy ese cargo simbólico significara algo.
La autopercepción de Cristina siempre fue otra: el kirchnerismo-camporismo se propone como una etapa superadora de los "viejos carcamanes" del PJ, en sus propias palabras punzantes. "Algún día ustedes (los periodistas) le van a agradecer que se los haya llevado puestos", vaticinaba fallidamente, en 2011, un operador K de la provincia de Buenos Aires, a pocos días del arrasador triunfo con el 54 por ciento.
Desde su juventud, Cristina siempre tuvo una relación espinosa con la figura de Perón. Igual que la que se tiene con un padre conflictivo. En las elecciones de 1973, por caso, antes de conocer a Kirchner, se negó a votar la fórmula Perón-Perón y, en cambio, optó por el Frente de Izquierda Popular (FIP), de Abelardo Ramos, que también llevaba al líder del movimiento en la fórmula. Es decir, votó a Perón "por izquierda". Luego, la dependencia emocional y política con el santacruceño la llevó por senderos más clásicos: ya en el sur, en los primeros años de la recuperación democrática –en los que ambos despreciaban a Alfonsín–, el matrimonio selló una alianza con la ortodoxia peronista. En aquellos tiempos de incubación, llegaron a coquetear, incluso, con una línea que apoyaba a Isabel Perón. Pero los reproches de ella hacia al padre simbólico nunca cesaron. Antonio, el abuelo del actual jefe de Gabinete, solía contar una anécdota que explica a la perfección aquella tormentosa relación. Ambos eran senadores cuando a Cafiero se le ocurrió homenajear a Perón con un monumento. Empezó a buscar la adhesión de sus pares, pero cuando llegó a la oficina de su colega santacruceña, Cristina no solo le negó rotundamente su firma, sino que lo despachó con un insulto tan brutal contra el General que dejó en shock al mesurado Antonio. Pasa en las mejores familias.
En la disputa por el poder en la que está envuelto el peronismo, dentro del Frente de Todos, Massa busca recapturar sectores de clase media que Alberto perdió con su radicalización. En una reunión reservada, en la previa al congreso del Frente Renovador que prepara para noviembre, dijo ante los suyos: "Ninguno de los peronistas que están con Macri lo quiere; solo están con él porque les conviene, por eso Mauricio desconfía de ellos". Uno de los presentes preguntó si ese diagnóstico también alcanzaba a Rodríguez Larreta, de identidad peronista e íntimo amigo de Massa. El tigrense no dudó: "Obviamente". Si la tesis de Massa tiene algo de verdad, también sería aplicable a Cristina y su relación con el PJ.
En una autocrítica que no fue rubricada por Larreta ni por María Eugenia Vidal, Macri se confesó arrepentido de haber delegado las negociaciones con el peronismo, durante su gobierno, en Monzó y Frigerio. La reflexión sacudió a toda su ala política. ¿Se irá Monzó de Juntos por el Cambio? No. Intentará construir su propia "casa" en el barrio cambiemita: la casa de los expatriados, donde apuntará a cobijar al panperonismo, pero, también, a figuras con brillo propio, como Margarita Stolbizer. El expresidente de la Cámara de Diputados fue el más férreo defensor de la estrategia de aliarse con "peronistas racionales", pero su tesis chocaba sistemáticamente con la del tándem Peña-Durán Barba: si Cambiemos se proponía como "la nueva política", ¿resultaba coherente aliarse con "lo viejo"?
"Si Macri creía que el verdadero problema era el kirchnerismo y no el peronismo, debería haber trabajado para eso. Si se hubiera aliado con peronistas, incluso con Massa, habría ganado las elecciones", especula Ollier. En verdad, casi desde el arranque de su armado, Macri sumó su pata peronista con Diego Santilli y Cristian Ritondo. Un peronismo porteño, el "peronomacrismo", ya totalmente asimilado a Pro y que inicialmente le sumó votos en la zona sur de la ciudad.
Cuando Cristina propuso a Fernández como presidente, los factores reales de poder creyeron en el relato que ofrecieron Massa y el actual presidente. El guion era más o menos así: "Nosotros vamos a contener a Cristina". Nada de eso sucedió, sino, más bien, todo lo contrario. ¿Ingenuidad, secuestro? En política, nadie secuestra a nadie. En todo caso, los que decidieron aliarse con Cristina también lo hicieron por conveniencia, mientras ella sea la reina del conurbano. Y como telón de fondo, la historia del peronismo se sigue escribiendo.