Los 20 años de la Carta Democrática Interamericana: hacia un multilateralismo 5.0
La Carta Democrática Interamericana lleva dos décadas como instrumento institucional del orden internacional. Este período, que podemos coincidir que es bastante en la existencia de las personas, no lo es tanto en términos históricos. Sin embargo, en ese lapso la vida y la libertad de quienes habitamos los países de América han sido afectadas en mayor o menor grado, por su vigencia intermitente.
Cuando se sancionó, el 11 de septiembre de 2001, bajo el humo de las Torres Gemelas, la Carta Democrática Interamericana fue un esfuerzo continental en que la Argentina dejó su huella de lo mejor de nuestra tradición diplomática y de las lecciones de convivencia democrática que habíamos aprendido a partir de diciembre de 1983, incluso con los tres tipos de terrorismo que enlutaron a varias generaciones.
La sanción de la OEA fue en Lima y el estupor global por los ataques a los Estados Unidos permitieron que aflorara una respuesta multilateral “natural” y solidaria con el pueblo y el gobierno norteamericano, de la Venezuela de Hugo Chávez hasta Francia y Rusia, entre otras naciones.
La Argentina llevó a la OEA el antecedente de la Cláusula Democrática del Mercosur y otros instrumentos antiterroristas trabajados en conjunto por las fuerzas políticas argentinas, que fueron impulsados por el canciller argentino Adalberto Rodríguez Giavarini.
Las cláusulas democráticas, vale decirlo, son de utilidad cuando los valores republicanos están en el aire. A principios de 2000, por ejemplo, un golpe de Estado fue abortado en Paraguay por la alerta oportuna de un periodista de Página/12 al Palacio San Martín. Otro caso para recordar son en las acciones coordinadas que nuestro país realizó con Canadá a comienzos del milenio para que cesara la dictadura de Fujimori, entre otras iniciativas.
Hoy más que nunca precisamos darle cuerpo a la Carta Democrática del continente, puesto que sus valores han sido vulnerados en numerosas ocasiones y es el momento para que cada uno, desde su lugar, impulse una nueva ola de multilateralismo, ya no sólo por parte de los Estados nacionales, sino también de las administraciones locales y muy especialmente, de la sociedad civil. Un multilateralismo 5.0.
Poner cada uno un ladrillo de multilateralismo en la construcción de la sociedad internacional es en defensa de un orden global que precisamos más que nunca en tiempos de pandemia. Ha quedado claro que el egoísmo no puede ser el principio ordenador, sino la equidad. Nadie se salva solo, basta con mirar las estadísticas.
La Carta Democrática sigue ahí para ser tomada como ejemplo y profundizada, como señaló a LA NACION el excanciller argentino Rodríguez Giavarini. Aquel día nefasto que cambió al mundo también fue un día de los valores democráticos en América.
¿Hoy vale seguir cruzados de brazos analizando el retroceso de las democracias o es tiempo de pasar a la acción? Ningún tiempo mejor que el actual para impulsar la cooperación, ya que se necesitan al menos dos para bailar el tango y por la democracia somos muchos más que dos.
Vocero de la Cancillería argentina 1999-200