Lobos, corderos y una herramienta para distinguirlos
Las revelaciones sobre la vigilancia norteamericana en varios países invitan a revisar la idea de inteligencia estratégica y su alcance en el Sur
El espionaje es la colección de información -privada, sensible, clasificada- con miras a obtener una ventaja estratégica sobre el enemigo (militar), el rival (político) o el competidor (económico/empresarial). Estas técnicas no son nuevas ni exclusivas de las grandes potencias. Muchas de las acciones en el portafolio de las agencias de inteligencia pueden ser consideradas moralmente reprochables, políticamente intrusivas o legalmente inadmisibles. Pero -por razones que van desde la naturaleza humana hasta la seguridad nacional- las actividades de inteligencia son un dato ineludible de las relaciones contemporáneas entre los Estados. Son herramientas del proceder internacional y como tales no pueden ser ignoradas.
Francia, España, Portugal e Italia denegaron espacio aéreo al avión del presidente boliviano, Evo Morales, que fue posteriormente retenido en el aeropuerto de Viena al sospechar que transportaba a Edward Snowden, el ex empleado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) que confirmó la existencia del programa global de vigilancia electrónica clandestino (Prism). La red Echelon hace tiempo que se ha convertido en la mayor red de intercambio de información, espionaje y análisis de la historia entre Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
Mientras Estados Unidos espía al mundo, los europeos -más modestos y autorreferenciales- se espían sus propios ombligos. Francia tiene su propio sistema de espionaje masivo, a través de supercomputadoras en la Dirección General de la Seguridad Exterior (DGSE) en París, que escruta millones de llamadas de teléfono, correos electrónicos, cuentas de redes sociales y mensajes de teléfonos celulares. El Cuartel General de Comunicaciones del gobierno británico (GCHQ) puede escuchar 600 millones de llamadas por día y almacenar durante 30 días el contenido de correos electrónicos. Uno de los documentos revela cómo el GCHQ espió a los delegados de la cumbre del G-20 en Londres en 2009, entre los que estaba la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
La "guerra contra el terrorismo" no puede ser excusa para la violación de derechos privados ni libertades individuales por parte de Estados Unidos. Pero mientras la Presidenta dice sentir frío en la espalda por el espionaje "desde el Norte", no parece tener ninguna aprensión ante el espionaje en el Sur. El presupuesto del Ejército argentino para "inteligencia estratégica" es el mayor en treinta años de democracia. Los fondos de la Jefatura II de Inteligencia del Ejército aumentaron 131% entre 2008 y 2012, alcanzando más de la mitad del presupuesto de la Secretaría de Inteligencia y más que todo el aparato de inteligencia de las fuerzas de seguridad federales que dependen del Ministerio de Seguridad combinadas (Policía Federal, Gendarmería, Prefectura, y Policía de Seguridad Aeroportuaria). ¿Es decir entonces que Sudamérica no es una zona de paz y se hace inteligencia con los vecinos? No podría ser espionaje interno, ya que la ley de inteligencia lo prohíbe. Es crítico despejar dudas a través de una acción efectiva y transparente de la Comisión Bicameral de Seguimiento de Actividades de Inteligencia del Congreso.
El ciberespacio político
El espionaje clásico es solamente una parte de la inteligencia. La Humint -inteligencia derivada de la información recogida o proporcionada por fuentes humanas- es la epitomizada por James Bond durante la Guerra Fría. Pero en el mundo multipolar, globalizado e hiperconectado de la posguerra fría, cada vez cobran más importancia las capacidades de Sigint (inteligencia "de señales", intercepción de comunicaciones electrónicas). El ejemplo más claro está en la diferencia entre los espías de la "vieja escuela" rusa frente a la "nueva escuela" de los ciberespías y hackers chinos.
A medida que el ciberespacio crece, también se militariza rápidamente. En mayo de 2010, el Pentágono abrió una nueva rama de operaciones al inaugurar el Uscybercom, con el objetivo específico de prepararse para la "guerra de red". El ciberespacio es el nuevo ámbito de interacción global y su control, un nuevo recurso de poder. La seguridad nacional puede ahora verse comprometida en el mundo real o en el virtual.
Más que rasgarse las vestiduras con acusaciones de hipocresía, deberíamos preguntarnos por nuestro propio sistema de inteligencia nacional. ¿Qué agencias del Estado hacen inteligencia y con qué fines y objetivos? ¿Cuentan con los recursos humanos, técnicos y financieros necesarios para ser efectivos? ¿Se utilizan en beneficio del interés nacional o para tareas más oportunistas que estratégicas? ¿Contamos con ese saber para servir al interés nacional o para defendernos de quienes quieren obtener sobre nosotros una ventaja ilegal o ilegítima?
En un mundo en cambiante distribución de poder, de competencia creciente y ambigüedades omnipresentes, con enemigos difusos y amenazas multidimensionales, la inteligencia estratégica constituye una herramienta analítica y prospectiva irrenunciable para los países emergentes. En el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC) de los Estados Unidos, la academia y los sectores público y privado convergen en análisis de largo plazo, imaginando escenarios posibles y diseñando medidas de precaución y respuestas de contingencia. En la política internacional de los grandes poderes, espionaje y política exterior siempre han estado imbricados. En un mundo de lobos con piel de cordero, la inteligencia enseña que los que más pierden no son los lobos o los corderos, sino quienes no saben distinguirlos.
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