Lo que no dijo el Presidente: sin escuelas es peor
Sin escuelas es peor, lo aprendimos en pandemia. Sin embargo, en el discurso de inicio de las sesiones parlamentarias, el presidente Alberto Fernández no destinó ni una sola palabra para referirse a los daños producidos por la decisión de mantener las escuelas cerradas durante todo un año. La política atroz de la clausura escolar, aun cuando las condiciones epidemiológicas mejoraban y no lo justificaban, con la consecuente profundización de desigualdades sociales y educativas y millones de niños y jóvenes privados del derecho a la educación, merecía una honesta reflexión crítica. Pero no la hubo.
En cambio, el Presidente destacó haber desplegado recursos educativos en soporte digital, papel, televisivo y radial como principal política. Efectivamente fue la política educativa estrella del Ministerio nacional. Pero más allá de los controvertidos contenidos de esos materiales y la ineficiente distribución por estar las escuelas cerradas, lo cierto es que no se trató de una política eficaz. Los datos oficiales de la Evaluación Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica señalan que el uso de esos recursos fue muy bajo. En el nivel secundario, por ejemplo, menos del 20% de los docentes utilizó los cuadernillos y el portal digital del Ministerio nacional; el material de TV lo usó el 4% y la radio solo el 1%. Otros estudios también señalan el bajo impacto de esta política, entre ellos, una investigación de la Universidad Di Tella que realizamos sobre 149 escuelas de CABA y PBA, donde ninguna reportó usar radio y TV, y las plataformas oficiales solo lo hizo el 5% de las escuelas que atienden a poblaciones favorecidas y solo el 2% de las que atienden a poblaciones vulnerables.
Es decir que además del cierre de escuelas durante todo el ciclo lectivo, la principal política definida por el gobierno nacional también hubiera requerido una mención crítica referida a su eficacia. Pero tampoco la hubo.
En cambio, la referencia del Presidente a la caída del 30% de la inversión educativa entre 2016 y 2019 es pertinente y efectivamente fue así. Bien por el énfasis en recordarlo. El nuevo presupuesto educativo para este año con significativos aumentos suena auspicioso, aunque no se sabe de dónde se sacarán esos recursos ni en qué políticas van a invertirse. Hubiera sido un buen momento para que el Presidente exponga un plan educativo. Pero no lo hizo. La preocupación por la inversión educativa no puede limitarse a aumentar el presupuesto, sino además a usar los recursos con mayor inteligencia. La ineptitud en el uso de los recursos o el uso discrecional, la falta de transparencia y rendición de cuentas también son problemas que dañan a la educación. En ausencia de políticas relevantes más presupuesto no es per se una solución a los problemas, ya lo hemos visto durante la última década, cuando habiendo más recursos no se cumplió con las metas establecidas por la propia ley de financiamiento, como asegurar las escuelas de jornada completa. Ni tampoco se evidenciaron mejoras en los aprendizajes, como lo muestran las evaluaciones nacionales e internacionales año tras año.
El Presidente no reconoció los evidentes errores de su política educativa, propone más presupuesto, pero no se sabe para qué y anuncia una nueva ley de financiamiento cuando todavía no se cumplió con la anterior. Resuenan los eslóganes “la educación es la prioridad”, “sin educación no hay futuro”, mientras la sociedad, que no acepta que la educación se reduzca a propaganda, reclamó y consiguió que las escuelas se abran y ahora espera que mejoren.
Doctora en Educación. Profesora e Investigadora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella