Lo que faltó en el debate: la palabra sustentable
La autora destaca la necesidad de establecer una política ambiental que sea tomada como cuestión de Estado y critica a Milei por su postura respecto del cambio climático
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Nuestro país, al igual que el resto de Latinoamérica, es una región primarizada. Es imprescindible producir de manera sustentable, para lo cual, además de una legislación adecuada es necesaria una dirigencia comprometida y con conocimiento sobre la cuestión ambiental.
Este tema se incorporó al debate presidencial a pedido de la ciudadanía, sin embargo, no es alentador el resultado: un candidato negacionista del cambio climático que claramente no ha indagado a fondo la cuestión, otro que directamente no hizo mención al tema, pasando por planteos extremos, hasta aquel que se mostró como el buen estudiante. Muy desalentador, demostró carencia de visión estratégica sobre unos de los problemas más graves que enfrenta y enfrentará nuestro país.
La sequía del Niño 2023 afecto más de la mitad de las exportaciones agrícolas; el Niño 2021 nos mostró un rio Paraná desoladoramente seco, con gravísimas consecuencias no solo en materia de producción, sino con la preparación de un terreno propicio para los terribles incendios que escandalizaron al año siguiente.
Si se pretende un ejemplo más expresivo del significado del factor ambiental sobre la vida colectiva, Macri debió recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI), en gran medida, por efecto de una sequía. Y Massa está al borde del abismo por el mismo drama.
Quienes niegan que el cambio climático es uno de los problemas más serios que enfrenta la humanidad basan sus elucubraciones en la historia ambiental del planeta.
Ese es un dato incontrastable. Nadie puede negar que el planeta discurre su historia geológica con grandes transformaciones que deja consecuencias. El cambio climático es un viejo conocido de la especie humana. Qué fue sino un gran calentamiento del planeta lo que hace 200.000 años generó que la humanidad este presente en la tierra. ¿O acaso no fue el último periodo de glaciación el que posibilito que el Neandertal, nuestro antepasado, comience a merodear por estos lares? O quizá debamos recordar que hace 12.000 años un repentino calentamiento dio nacimiento a la agricultura.
Entonces, ¿por qué preocuparse? Es lo que nos plantean los negacionistas de la gravedad del tema y comienzan a fabular todo tipo de argumentaciones para seguir irresponsablemente el derrotero que nos esta llevado a los episodios de catástrofe planetaria que vemos cada vez más y en puntos diferentes de la Tierra.
Por otra parte, la situación de calentamiento similar a la que tenemos se remonta al máximo térmico del paleoceno (hace más de 55 millones de años), cuando la actividad volcánica generó emisiones de gases en el Atlántico que sobrecalentaron la atmósfera. Ahora bien, ese fenómeno se gestó durante 20.000 años. Nosotros estamos produciendo la misma crisis en un siglo. Y esto es lo que la especie humana nunca experimentó.
Para esa época éramos menos individuos de la especie humana poblando la Tierra, se trabajaba duro, llevábamos una vida ardua y breve. Teníamos menos tiempo, éramos menos cantidad. No teníamos tanta chance de dañar el ambiente. Hoy somos más de 8000 millones de personas.
Los avances tecnológicos permiten que el debate científico transcurra de una manera nunca experimentada por la humanidad; cientos de científicos de todo el mundo y de todas las especialidades publican, debaten, rebaten, coinciden y permiten un nivel de certeza en las aseveraciones nunca vivida. Información que está a disposición de todos (saberes y conocimientos horizontalizados por la tecnología de la comunicación) nos permite aseverar que el que no ve lo que pasa es porque no lo quiere ver.
Es el mismo avance tecnológico que permite como nunca contar con valiosísimas herramientas de diagnóstico y detección de la siempre buscada verdad.
Hoy sabemos que el nivel de crisis por el calentamiento es tal que el secretario general de ONU se permitió expresar que estamos frente a la crisis de la ebullición.
Hoy sabemos que la gran aceleración es la que marca la diferencia, entre un pasado de largos periodos y este presente abrumador que coloca una bomba de relojería al sistema tierra.
Hoy sabemos que los episodios extremos (lluvias, sequias, huracanes, tifones, oleadas) se llevan la vida y los bienes de los habitantes de cualquier lugar del planeta, pero que los mas perjudicados son los pobres. Sabemos que, además, diezman la agro-ganadería y con ella pone en serio riesgo la alimentación del planeta, al tiempo que afectan las arcas públicas de los países.
Hoy sabemos de los incendios, como lógica consecuencia del calentamiento, fulminan la biodiversidad, afectan bosques, flora, fauna, humedales y suelos.
Hoy sabemos que nuevas enfermedades, producto del calentamiento, como las zoonóticas, o nuevos virus desafían los sistemas de salud.
Hoy sabemos de la escasez de agua dulce y la abundancia de la salada desertifican, provocando migraciones en masa en busca de una oportunidad.
Sabemos que hace 50 años inventamos los plásticos, y que por la desaprensiva manera en que lo usamos han formado gigantescas islas de basura en los océanos. Algunas hasta tienen nombres y están geolocalizadas.
Y también sabemos que la acidificación y calentamiento de los océanos ha provocado una devastación de sus fondos, afectando la biodiversidad de manera brutal. Sabemos sobre la oscilación antártica y ártica (AAO -AO) porque la ciencia pudo reconstruir su historia de un milenio. Sabemos cómo se viene produciendo la ralentización de las corrientes marinas. Sabemos que los hielos polares comienzan a derretirse, quebrarse, deslizarse en el océano elevando el nivel del mar en todo el mundo.
Los dramas climáticos no pueden ser parte del discurso justificatorio frente a la merma recaudatoria.
La política ambiental es estratégica y debe ser una cuestión de Estado.
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La autora es diputada nacional (Identidad Bonaerense), abogada especialista en derecho ambiental, diplomada en gobernanza de mares y gestión de humedales.