Lo que CFK y Steve Jobs nunca conversaron
Hace apenas ocho días murió Steve Jobs, uno de esos hombres que son capaces de sintetizar una época, la nuestra. Sus virtudes fueron exaltadas; casi todas las elegías fueron dichas o escritas: innovador serial, emprendedor innato, genio revolucionario, fundador de Apple, creador de Pixar y de iTunes, la mayor tienda musical de la historia. Se ocuparon de su personalidad y sus logros casi todos: tanto los fanáticos de Mac como aquéllos que apenas se asomaron alguna vez a una de sus tiendas, los adictos a la tecnología, y los que desfallecen por el diseño, los programadores y los que sólo utilizan sus equipos para escuchar canciones, los grandes empresarios y los que sueñan con ser emprendedores.
Naturalmente, también se refirieron a él diversas personalidades de Estado. Barack Obama sostuvo que el fundador de Apple había sido "lo suficientemente valiente para pensar de modo diferente, lo suficientemente osado para creer que podría cambiar el mundo y con el talento necesario para conseguirlo". Y, en nuestro país, Cristina Fernández de Kirchner confesó que era "de esas personas que a uno le hubiera gustado conocer, que son cabezas importantes".
Hay mucho de Jobs que podría enriquecer la actividad política de hoy en día
Quizás sea una pena que muchos políticos no hayan tenido suficientes oportunidades para juntarse a conversar con él. Más allá de iPods, iPhons, iPads y del discurso en Stanford en el que regaló a los recién graduados recomendaciones surgidas de su propia experiencia de vida, hay mucho de Jobs que podría enriquecer la actividad política de hoy en día.
Después de todo, se trató de un hombre que sostuvo que "la innovación es lo que distingue a un líder de los demás"; y que fue capaz no sólo de soñar sino también de gestionar para que sus ideas se transformaran en realidad. En tiempos en que los políticos que sabían escuchar el clamor silencioso de lo que la sociedad anhela pero no dice, éstos han sido reemplazados por otros que sólo se guían por encuestas. Jobs nos recuerda que "muchas veces la gente no sabe lo que quiere hasta que se lo enseñas". Y aconseja no dejar "que el ruido de las opiniones de otros apague tu propia voz interior", en claro contraste con una falta de convicciones que se ha vuelto tan común como los candidatos volubles que saltan de un espacio a otro por conveniencias de corto plazo.
Seguramente Jobs no compartiría esa práctica de casi todo el que arriba al poder en Argentina que consiste en despreciar el pasado y proponer una refundación general. Por algo pregonaba principios como: "No hemos sido los primeros, pero seremos los mejores". Ese afán de superación se refleja también en su consejo frente a las equivocaciones en las que cae todo aquel que hace: "A veces cuando innovas, cometes errores. Es mejor admitirlos rápidamente, y seguir adelante apostando por tus otras innovaciones".
Frente a tanto desánimo porque las cosas tardan en cambiar, también es posible hallar la templanza en una observación de su ámbito de competencia: "Desafortunadamente, la gente no se está rebelando contra Microsoft. No conocen nada mejor". Definitivamente sabía que la capacidad de proveer verdaderas alternativas requiere de un trabajo sin pausa y de excelencia: "Preocúpate por la calidad de tus productos, mucha gente no está preparada para la excelencia y sorprenderás". Una lección para aquellos que sólo se ocupan de criticar.
Lo curioso es que para haber liderado una compañía con cuantiosos recursos reconocía que "muchas veces los resultados dependen menos de cuantos dólares has invertido (y más) de la gente que posees (y) cómo les guías". En ese estilo de liderazgo seguramente serán relevantes máximas como "Estoy tan orgulloso de lo que no hacemos como de lo que hacemos" o de que lo importante no es "ser el hombre más rico del cementerio (sino irnos) a la cama cada noche sabiendo que hemos hecho algo maravilloso".
Al ver cómo algunos políticos se ocupan de destacar los principales logros y facetas de este genio recién fallecido, resulta difícil no cuestionarse por qué le cuesta tanto al sistema rescatar esos valores que supo tener antaño y que Jobs plasma en cada una de esas frases. Que bueno sería que pudiéramos tener partidos y gobiernos con convicciones, que supieran interpretar nuestros anhelos más profundos, que se apoyaran sobre lo que otros hicieron antes para innovar y acercarnos más rápidamente a ese futuro, que fueran capaces de reconocer y rectificar errores, así también como de levantar con orgullo la bandera de dónde no transigen, de lo que no hacen.
Apple se asemeja a un partido político que nació para desafiar el orden existente pero que creció tanto como para terminar siendo parte del mismo
En cierto sentido, Apple se asemeja a un partido político que nació para desafiar el orden existente pero que creció tanto como para terminar siendo parte del mismo. Por ello algunos de sus críticos señalan sus extraordinarias ganancias o sus modos de producción como una prueba de su falso idealismo. Ello es tan ridículo como acusar a un partido político de pretender el poder y rechazar un rol meramente testimonial. De una manera similar pueden interpretarse los dardos de Richard Stallman, creador y adalid del software libre, quien repudia la utilización casi exclusiva de programas cerrados y 'propietarios' por parte de Apple, y que describió a Jobs como el "pionero de la computadora como una cárcel cool , diseñada para quitarles a los tontos su libertad". Si estas palabras hasta suenan como el reclamo utópico de una agrupación política antisistema…
Steve Jobs reconoció cierta vez que "cambiaría, si pudiera, toda su tecnología por una tarde con Sócrates". Cambiaría la mía, que lamentablemente no es mucha, para que quienes participamos en política fuéramos capaces de reincorporar algunos de estos principios en la práctica cotidiana.