Lo juro: conseguí entrevistar a Alberto
Algunas respuestas fueron incomprensibles; otras, desopilantes
- 5 minutos de lectura'
Después de mucho tiempo, el Presidente tuvo la deferencia de concederme una entrevista. Él sabe la estima que le tengo, lo cual no impidió que le hiciera preguntas punzantes e incluso atrevidas. Sus respuestas fueron extraordinariamente sinceras. Algunas me resultaron incomprensibles; otras, desopilantes. La entrevista se hizo ayer, a pasos del despacho del Ministerio de Salud, que ganó celebridad al convertirse en el principal vacunatorio vip. ¿Por qué Alberto me citó ahí? “Quería que vieras lo rápido que va ahora la fila”.
–Señor, lamentablemente el durísimo discurso de Cristina ante el tribunal que la está juzgando tapó su discurso del lunes en el Congreso.
–No diría que lo tapó, sino que lo enriqueció. Aunque yo intenté seguir al pie de la letra lo que ella me había pedido, no quedó conforme, dice que fui muy tibio. Y agregó que Dios hace no sé qué cosa fea con los tibios.
–Cristina habló de una Justicia perversa y podrida. ¿Se fue de mambo?
–De mí dice cosas peores. Una vez me estaba retando, intenté una defensa y me cortó de cuajo. Me dijo: “Yo hablo como quien soy, vos escuchá como quien sos”. Me recontra suena la frase. Creo que es de Sabina.
–Como hombre del derecho, ¿no le molestó la forma en que Cristina atacó al tribunal que la está juzgando?
–Permitime que haga un poco de historia. Desde la creación del derecho romano, ordenamiento jurídico que surge a raíz del accionar de barras bravas en los circos romanos, la defensa en juicio se basa en convencer al magistrado. Nadie lo vio tan claro como Martín Fierro: “Hacete amigo del juez”. Cristina ha revisado esa teoría milenaria. Ella propone hacerse enemigo del juez, humillarlo, amenazarlo, destruirlo. Es un enfoque original, revolucionario, diría yo. Cuando la que ataca a un tribunal es vicepresidenta del país y presidenta del Senado, se abre una perspectiva interesantísima que desafía incluso la concepción clásica de la división de poderes. En fin, Cristina nos viene a decir que los emperadores romanos eran unos ignorantes, y Montesquieu, un pelotudo.
–También acusó a los jueces de haber contribuido al triunfo de Macri.
–Ojo, no fueron solo los jueces: yo también hice un gran aporte con mis furibundas críticas a Cristina y a su gobierno. Pasaron apenas 5 años, no es posible que quede en el olvido que nadie les pegó tanto como yo.
–Fue el crítico más duro, hasta que se reconcilió con ella.
–Bueno, es que ya habían pasado muchos años.
–¿Confía en que llegará a funcionar la polémica comisión bicameral de control de la Justicia?
–Eso pretendemos. Y si no funciona, vamos a crear otra comisión para que controle a la bicameral.
–Se lo pregunto porque habitualmente anuncian algo y después anuncian lo contrario.
–Sí, somos un gobierno dinámico. Una buena idea siempre puede ser superada por una idea mejor, sobre todo si nos llega del Patria.
–Muero también por preguntarle qué quedó del Alberto de diciembre de 2019, moderado, dialoguista. Cada día se radicaliza más.
–¿Se siguen sorprendiendo con mis cambios? Lo dije recién: soy una persona dinámica. Además, estamos en campaña. Si no ganamos en octubre, Cristina me va a cobrar hasta las expensas de Olivos.
–¿Cómo va la negociación con el FMI?
–Estamos explorando dos vías: la nuestra, conciliadora, y la de Cristina, que quiere mandar a D’Elía y un grupo de piqueteros a invadir la sede del Fondo en Washington. Seguramente consensuaremos un punto intermedio: invadir la sede, pero sin D’Elía.
–¿Se llegará al invierno con los grupos de riesgo vacunados, como prometieron?
–Lo veo difícil: todavía no terminamos con los grupos vip.
–¿Por qué derogó el decreto de Macri que impedía el ingreso de extranjeros con antecedentes penales?
–Porque queremos una Argentina inclusiva, abierta a todas y todos, sin estar hurgando en cómo se ganan la vida. Eso sí, pretendemos reciprocidad: que ningún país se ponga exigente cuando recibe a dirigentes kirchneristas.
–Al volver de México cometió un error grave: confundió el apellido de José María Morelos, gran prócer de ese país; lo llamó “Morela”. Típico de algo aprendido de apuro en Google, ¿no?
–Te voy a corregir, vasallo de los medios concentrados: no fue un error. Decir Morela tiene perspectiva de género.
–Perfecto, entendido. Y entendida, ja ja ja. Le cambio de tema: el otro día le preguntaron a Santiaguito Cafierito por la agresión de sindicalistas de la Unión Ferroviaria en Olivos a un grupo que el lunes había ido a protestar frente a la quinta presidencial. La justificación de Cafierito –le aclaro que lo llamo así por la ternura que me suscita– fue que los sindicalistas “habían llegado antes”. ¿Habrá querido decir que los manifestantes no respetaron el orden de arribo, digamos, que se adelantaron en la fila?
–No puedo creer que pierdas tu tiempo, y me lo hagas perder a mí, pidiéndome una exégesis de algo que dijo Santiago.
–No me gusta mezclar lo personal con lo profesional, pero anteayer se casó una hija mía. ¿Algún mensaje para esa joven pareja?
–Por favor, haceles llegar un fuerte abrazo de mi parte. Y un consejo: que apenas puedan, se rajen.