Lloran el país y el mundo: Alberto no será candidato
Infausta noticia: Alberto se bajó de la reelección. Es una pésima noticia porque dice que ahora se dedicará a atender la crisis económica. No, profesor, deje que se ocupen otros. Ayer hizo el anuncio y el blue volvió a saltar: se ve que los mercados prefieren que no cambie de agenda. Lo necesitamos en campaña, distraído. Imagínese entreverado en cuestiones de dólar, tasas, bonos, tan alejadas de sus áreas de conocimiento. Para amateurs, ya lo tenemos al ministro. En serio, jefe. Han sido años duros: disfrute de los últimos meses; viaje, inaugure canillas en Chaco, martirice a Cristina y a La Cámpora, siga echando funcionarios, metier en el que ha mostrado gran determinación. No elige bien a sus colaboradores, pero qué destreza para soltarles la mano. Por cierto, golazo haberse sacado de encima a Aracre, ese tipo raro que primero propuso aumentar los impuestos y, después, un shock antiinflacionario: a quién se le ocurre ir contra el plan inflacionario de Massita.
La salida de Aracre fue una decisión de alto vuelo: lo tiraron por la ventana. Pobre desdichado, lo hicieron responsable de la corrida cambiaria, cuando se sabe que era lo suficientemente irresponsable como para endilgarle tal cosa. Más bien, miraría para el lado de Cristina, a la que un meme le hace decir: “Vendo dólares a 450 pesos. Se los compré a Mauricio a 42″.
Todos habrán visto el video en el que el profesor comunica su decisión de no ir por un nuevo mandato. Mensaje emotivo, nostálgico, que debe haber grabado unas 50 veces. No porque se arrepintiera a mitad de camino: se le traspapelaba el guion que le habían escrito; con los bloopers hicieron tres videos más. Simetría pura: un posteo en las redes lo consagró candidato a presidente, hace cuatro años, y, ahora, con otro posteo empieza a despedirse. En ambos casos, con la aprobación total del kirchnerismo. A mí, confieso, se me escapó un lagrimón. Como decía Menem, en la Casa Rosada el café se lo van a servir frío. No sé, incluso, si le quedarán fuerzas para amonestarnos con voz aflautada y el dedo índice erguido, modos de patroncito que tanto vamos a echar de menos. Sí, no puedo negarlo, siento un desgarro. Pienso, además, en el albertismo: millones de personas huérfanas de su líder; y en los cuatro o cinco leales que aún subsisten en el Gobierno, ya ni con derecho a pedir café. Digámoslo: lo que queda es un vacío; un enorme vacío, para que se cumpla la promesa de Alberto: vuelve el asado a las parrillas argentinas.
En su nueva misión de vigía de la economía, Beto lo tiene zumbando a Massita. Se estrenó con un mensaje furibundo por WhatsApp. Le puso: “Estalla el blue, estallan los precios, sube la pobreza, nos quedamos sin reservas, el riesgo país en niveles de default… y vos, sin hacer nada”. “Cómo que no hago nada –contestó el ministro–. Esta semana anuncié que el Mundial Sub-20 de fútbol se va a jugar en la Argentina”. Alberto insistió en que ya era hora de tomar “las astas por el toro”. Massita le corrigió el orden de los factores, tras lo cual estuvo de acuerdo en que algo había que hacer. Las dos medidas que pergeñaron parecen sencillas, pero, en este contexto, suponen una buena dosis de audacia. La primera, sacarse una foto juntos; la segunda, que en otra foto Massita apareciera con el presidente del Banco Central, Miguel Pesce. Me van a decir que son apenas dos fotos, que eso de audaz no tiene nada, que es marketing, no economía. Efectivamente: a falta de economía, a los mercados les ofrecieron marketing; una genialidad. Y cómo que no es recontra zarpado juntar a Massita con Alberto y con Pesce: detesta a los dos y los dos lo detestan a él, y trabajan para que le vaya mal. La posibilidad de que se boxearan estaba latente; de hecho, los encuentros duraron lo que tardó el fotógrafo en retratarlos. En la imagen tomada en la quinta de Olivos, Massita mira hacia el horizonte y el profesor le pone la mano en el hombro. Gesto lindísimo, acompañado de cálidas palabras: “Contá conmigo, Sergio Aracre”.
Porque el Presidente no será un hombre de Estado, pero tiene esos arranques de picardía que lo hacen distinto. Cristina lo conoce mejor que nadie: allí mismo, en la quinta, le ha escuchado tantas promesas como mentiras nada piadosas. Cuentan, aunque me resisto a creerlo, que una vez Cris fue a Olivos y le planteó que, si no hacía algo urgente para aliviar su situación judicial, lo echaba a patadas. Alberto sacó su celular, le mostró el contacto de Jorge Gorini, uno de los tres jueces de la causa Vialidad, y lo llamó delante de ella. La conversación fue durísima. Alberto descerrajó una tormenta de amenazas contra él, su familia y contra los otros jueces del tribunal. Cris lo despidió con un beso y se fue satisfecha. Acababa de salir cuando Alberto volvió a llamar a ese contacto. “Hola, Santi, parece que funcionó”. Cafierito es un amigo.
Beto, nada de pato rengo, eh. Recuerde que nos prometió terminar con 20 años de kirchnerismo. No se vaya sin completar su trabajo. ß