Llegó la hora de pagar la fiesta
Aproximadamente en el año 600 a.C., el escritor Esopo formuló una serie de fábulas que perdurarían a lo largo de los siglos como enseñanzas que siguen vigentes.
Hoy el país estaría representando el papel del “Pastorcillo Mentiroso”, aquel joven que permanentemente bromeaba sobre la llegada de un lobo que nunca aparecía. Así perdió la credibilidad y la confianza de los aldeanos, pero un día llegó el lobo y se comió sus ovejas.
“Estamos al borde de un estallido” es una frase que escuchamos a menudo, desde conversaciones con taxistas hasta en las altas esferas corporativas del país. La percepción generalizada hace años es que la Argentina en algún momento enfrentará una crisis económica significativa. Sin embargo, muchos parecen adoptar una postura de simple observador. No veo que hoy las empresas estén cambiando sus estrategias o metodologías. Se minimiza o ignora la gravedad del asunto, posponiéndolo como si fuera una preocupación futura.
Independientemente de la filiación política del próximo presidente, es imperiosa la necesidad de abordar y rectificar esta prolongada agonía económica que afecta a los ciudadanos y empresas en la Argentina.
Al dialogar con políticos de diferentes ideologías, todos transmiten un mensaje de esperanza y confianza en el cual pronostican que el país hallará el camino hacia la prosperidad. Recientemente, un ministro comentó en una reunión con empresarios, cuando le transmitían su preocupación sobre el futuro: “El espíritu inquebrantable de los argentinos permanece intacto, siempre hemos superado las crisis”. Esa frase, más adecuada al Cid Campeador que a un político argentino, me ratificó que los dirigentes están mirando otro canal.
Tal vez tiene razón la clase política, la Argentina sale de las crisis, pero no mencionan que el costo es un 60% de niños en la pobreza. Una inmoralidad de la que nadie se hace responsable.
Todos los candidatos proponen soluciones, pero ninguno habla de los costos y la viabilidad de ponerlas en práctica.
La clase política no está comunicando que habrá serias consecuencias económicas y que estas serán asumidas por las empresas y los ciudadanos. Porque luego de varios defaults ya no somos creíbles para pedir que nos presten. Cuando gritemos “viene el Lobo” no va a aparecer ningún aldeano.
¿Un verdugo cruel?
El Fondo Monetario Internacional (FMI), eterno verdugo cruel y despiadado, ha sido el organismo que ha permitido que los políticos puedan seguir dilatando el pago de la fiesta. Hoy la Argentina es por muchos cuerpos el principal deudor del FMI. Incluso dentro de la dirección del FMI ha sido motivo de fuertes conflictos la exagerada ayuda del organismo a nuestro país.
Hubo otras fiestas que directamente no las pagamos.
Cuando se menciona la reestructuración de deuda a comienzos del gobierno de Kirchner, en lugar de recordarla con vergüenza, se la considera una epopeya.
Hoy únicamente podemos recurrir al Fondo Monetario. El resto no cree en nuestras promesas.
Eso sí, cuando el FMI pone condiciones para prestarnos, el arco político en su conjunto proclama que el FMI atenta contra nuestra soberanía. Las organizaciones sociales son las más furibundas en su crítica al Fondo Monetario Internacional. ¿Saben ellos de dónde salen los fondos que les permiten vivir una vida cuya actividad consiste en manifestar?
¿No han pensado que el fracaso de Argentina no fueron las recetas del FMI, sino los cambios que se debían hacer y no se hicieron?
El candidato que resulte electo en las próximas elecciones debe encarar con coraje los cambios necesarios: apertura del mercado, liberación del cepo cambiario, eliminación de los subsidios a la energía y el transporte, reformular la ayuda social, reforma laboral e impositiva, seguridad jurídica, independencia de poderes, promover seriamente la inversión extranjera y enfocar los recursos en Educación, seguridad, salud y establecer un subsidio por desempleo (no un subsidio por elegir no tener empleo) para paliar los efectos de una inevitable crisis. Entonces ahí estaremos dando el primer paso para ordenar seriamente la economía de nuestro país. No puede resolverse sin dolor.
El camino de las empresas
Ahora bien: ¿comprenden las empresas la magnitud de los desafíos que enfrentan? ¿Reconocen que la eliminación de subsidios en energía y transporte impactará en el consumo y en sus costos fijos y variables? Ante este escenario, ¿cómo manejarán los desafíos laborales, financieros, y sus deudas? ¿Están preparando estrategias para este escenario? ¿dialogan con los gremios? La respuesta que he escuchado de muchos directivos y dueños de empresas es también preocupante: “La Argentina siempre sale de estas crisis”.
Por otro lado, me he encontrado con algunas empresas que sí tienen claro el panorama y están tomando las medidas adecuadas.
Las compañías todavía están a tiempo de protegerse en alguna medida del futuro. Existen alternativas para poder sortear escenarios de hiperinflación o recesión, pero deben estar preparados a realizar un cambio de paradigma, tienen que tener la innovación como centro de su estrategia. Por citar algunas de las medidas que están realizando aquellos que se quieren blindar podría mencionar:
- Replantear el modelo de negocio. Significa hacerse la siguiente pregunta: ¿es viable mi modelo de negocio actual frente a los escenarios descritos? Si la respuesta es negativa debería empezarse de inmediato a trabajar en cambiar aquellos aspectos que sabemos que no sobrevivirán una crisis.
- Revisión de costos. Aunque suene obvio, las empresas muchas veces no replantean su esquema de costos, mantienen un statu quo mientras el negocio funciona. Un ejemplo claro donde hay posibilidades ciertas de reducir costos podría ser un efecto que aceleró la pandemia, el trabajo remoto. ¿Han analizado las empresas que volvieron a la modalidad presencial si el trabajo remoto era eficiente o no? En muchos casos, esta decisión se tomó por impulso y no por un análisis racional.
- Diversificación de clientes o mercados. Muchas empresas productoras de bienes tienen concentrada su venta en pocos clientes o en esquemas de distribución muy concentrados, lo que trae aparejado un riesgo alto.
- Renegociar deudas. Si hay un momento para hacerlo es ahora. Las empresas deben liberarse, en la medida de lo posible, de obligaciones de corto plazo para poder disponer de mayor liquidez y eventualmente crear una reserva que les permita afrontar problemas financieros.
Claramente ninguna de las alternativas mencionadas escapa al conocimiento de un empresario o directivo de una compañía, pero el momento de tomarlas es ahora. Podríamos seguir enumerando maneras de prepararse frente a una crisis de gran envergadura, y tal vez ninguna de ellas resulte suficiente, pero lo que es seguro es que si no tomamos ninguna medida estaremos muy probablemente frente al fin de la empresa.
Políticos, sindicatos, justicia y empresas
Estamos ante una situación bisagra. Todos los actores de las diferentes áreas deben llegar a un acuerdo en los temas cruciales para garantizar la estabilidad económica del país. Si estos actores no están todos involucrados, no sirve.
No hay que inventar nada, solo basta con repasar el Pacto de la Moncloa.
Si no se aborda este tema con la gravedad que reviste, la crisis será mucho más profunda de lo que imaginamos. Es el momento de que los dirigentes en todos los ámbitos demuestren que están a la altura de la situación histórica que atraviesa el país.
La ausencia de cualquiera de ellos en la mesa garantiza solo fracaso.
En resumen, se avecinan tiempos complicados.
Puede ser que la Argentina se enfrente finalmente a la tan repetida “última oportunidad”, porque esta vez el Lobo está mirando el rebaño y está a punto de entrar. Los aldeanos ya sabemos que no van a venir, esta vez el pastor tiene que asumir la situación.