Llega la hora de las coaliciones: ¿de quién puede aprender la Argentina?
Gane quien gane, la capacidad de establecer acuerdos con otras fuerzas políticas será clave en el próximo período presidencial; Brasil, Chile y Uruguay pueden mostrar un camino
América Latina superó sus propios temores. Uno de tantos en las últimas dos décadas de democracia: la necesidad que tuvieron sus presidentes de negociar y acordar con múltiples partidos la conformación de gobiernos y el impulso de sus proyectos legislativos. Pero la mayoría de los líderes regionales no se asustaron. Aprendieron. Gobernaron.
Los politólogos nos entusiasmamos con esa situación. Tal como llamó la atención Scott Mainwaring a comienzos de los años 90 y posteriormente profundizaron Javier Zelaznik, David Altman y Daniel Chasquetti –entre otros–, los presidentes latinoamericanos reconvirtieron ese desafío en coaliciones electorales, primero, y de gobierno, después.
Hoy se elegirá a un nuevo presidente y están dadas las condiciones para imitar acuerdos similares. Gane quien gane, para gobernar tendrá que mirar a los vecinos del Norte, Este y Oeste: Brasil, Uruguay y Chile. Los tres casos cuentan con ejemplos exitosos de coaliciones electorales que alcanzaron la presidencia y ejercieron sus mandatos como una coalición de gobierno durante el tiempo establecido constitucionalmente.
¿De dónde pueden aprender?
Tanto Mauricio Macri como Daniel Scioli construyeron coaliciones electorales para llegar a Balcarce 50. El primero, una coalición metropolitana, no peronista, apoyado por la estructura territorial de la UCR, la innovación de Pro y la CC-ARI, y construida por penetración territorial desde el Río de la Plata hacia el resto del país. El segundo, con fuertes componentes peronistas, ya extendidos y difundidos en el territorio nacional y con fuerte anclaje electoral en las provincias periféricas (las más chicas y con menos electores).
Para construir sus coaliciones de gobierno, ambos tienen profesores regionales. En Brasil, Lula da Silva aprendió de Fernando Henrique Cardoso. Para evitar que sus diputados dejaran de apoyarlo en el Congreso durante su último año de mandato, el líder del PT construyó "coaliciones sobredimensionadas": sumó una cantidad de legisladores superior al 60% en cada cámara, y compensó a esos partidos con ministerios.
Uruguay y Chile se caracterizaron por "coaliciones balanceadas y programáticas". Balanceadas porque el Frente Amplio y la Concertación/Nueva Mayoría respetaron la relación de fuerzas de los partidos en el ámbito legislativo y repartieron los ministerios entre los partidos según la cantidad de bancas obtenidas por cada uno. Programáticas porque hicieron un fuerte hincapié en un programa electoral que acercara y conectara ideológicamente a sus integrantes. Luego lo llevaron a la práctica y respetaron esos acuerdos iniciales.
¿Desde dónde parte cada uno?
Tanto Scioli como Macri parten con dos desafíos. En primer lugar, ninguno de los dos contará con mayoría propia en la Cámara de Diputados. El FPV-PJ tendrá 98 diputados propios (sin contar aliados), mientras que Cambiemos nucleará después de la elección a 88 legisladores (41 Pro, 40 UCR, 4 CC-ARI y 3 Frente Cívico de Catamarca). Si agregamos a SUMA+/ECO serían dos más: 90. De modo que la clave para ambos pasa por tentar a los 27 del bloque Frente Renovador y A otros 11 peronistas no kirchneristas.
¿El Senado? Es otra historia: mayoría propia peronista. De modo que a Scioli puede resultarle más sencillo implementar su agenda legislativa y a Macri, (algo) más difícil. El modelo "a la brasileña" parece algo lejano.
En segundo lugar, deben cuidar (y mimar) al frente interno. Primero, deben repartir cargos gubernamentales de gestión en múltiples niveles del organigrama entre todos los socios que los apoyaron respetando el balance de poder. Luego, deben poner en marcha el plan de gobierno acordado con la coalición.
Para aplicar esta receta "charrúa/trasandina", Cambiemos y el FP-PJ tienen distintas necesidades. Macri deberá congeniar funcionarios que aprendieron a ser militantes en la Ciudad (Pro) con otros que deberán gestionar por primera vez luego de 12 años de oposición (UCR y CC-ARI). Eso es dar el salto nacional.
Scioli, en cambio, ya saltó con el FPV-PJ, pero con un clima de tensión interno altísimo. Se puede reducir el fuego amigo con balance para todos y todas. Ahí hay una ventaja para el peronismo: se acomoda ante un nuevo liderazgo. Siempre.
Lo qué jamás debieran hacer
Una realidad es el peronismo en la oposición, otra en el gobierno. Con el primer escenario, Macri debe evitar caer en la tentación de la Alianza. Consultar y mimar a sus socios partidarios es la clave. El gabinete de coalición es la solución. Y el apoyo político de gobernadores peronistas y no peronistas utilizando las transferencias discrecionales, el refuerzo.
Con el segundo escenario, Scioli debe reunificar la coalición peronista. Massistas y peronistas desencantados durante 12 años son los primeros para sumar. No debe olvidar comprar una ambulancia, pasar y juntar. Porque será el primer peronista que tendrá a Buenos Aires (provincia y ciudad) esperando a que pise el palito.
El autor es politólogo, docente e Investigador (UBA) y doctorando (Unsam) (@facucruz)