Literatura y paisaje: escribir en el Delta
A medida que la lancha colectiva se aleja del Puerto de Frutos de Tigre, es hermoso descubrir los reflejos de ese río ocre que atrae como las historias bien contadas. No es casualidad que una vez al mes el Paseo de Escritores proponga recorrer el Delta a través de los autores que hicieron de esa geografía la materia de sus obras. El paisaje en movimiento despierta la curiosidad inevitable de unir los trazos del territorio a los de la escritura.
A ambos lados, las islas dan la ilusión de ser tierra firme. Sin embargo, el contraste entre la plantas selváticas y el barro de las orillas no oculta su esencia móvil. Es imposible mirar sin que se superpongan las imágenes del territorio mítico que Haroldo Conti descubrió en este paisaje, y escribió en novelas como Sudeste. La naturaleza indómita de espaldas a la gran ciudad, la modestia de los pobladores, su soledad honda, los remos hundiéndose en el agua, la marea apacible pero incesante; todo se hace visible una vez que el escritor, desaparecido en 1976 por la dictadura militar, lo traduce en su obra. Sobre el arroyo Gambado, junto a la estación fluvial, descansa su casa convertida en museo y centro cultural. A Conti le gustaba decir que se fue metiendo adentro de ese mundo y con naturalidad escribió su novela. Tal vez por eso en cada recodo del trayecto también surge su sombra.
A decir verdad las islas crecen, se multiplican, desaparecen para dejar paso a otras, indiferentes a la inmovilidad del continente. En la embarcación, lo único constante es la voz de Mónica Ávila, especialista en la literatura de la zona, que avanza por las anécdotas que poblaron las márgenes como si recitara. "Creo que el río más allá de la belleza de sus paisajes evoca estas cuestiones que tienen que ver con la esencia y el mudar, con lo que flota y lo que se oculta, con el tiempo de la naturaleza y el del ser humano. Todo esto sin olvidar que el Delta ha sido un territorio atravesado por diferentes situaciones sociales e históricas: la inmigración y el trabajo para la producción, la zona como escondite de la delincuencia o el refugio de gays y perseguidos políticos", dice Ávila, que además de guiar el paseo es la coordinadora de las actividades literarias de la Subsecretaría de Cultura del Municipio de Tigre.
Mucho tiempo antes de volverse el refugio de artistas y disidentes, Faustino Sarmiento pensó de esta región lo que nadie habría podido adivinar; vio el potencial productivo y la posibilidad de poblarse con la inmigración. Los textos que escribió sobre la zona y sus planes están reunidos en El Carapachay (Eudeba). Así, desde la lancha puede verse una réplica de su casa, protegida por una estructura de acrílico como si se envolviera un regalo invaluable.
Voces fluviales
No es necesario ir lejos; cada orilla esconde una anécdota de esta mitología fluvial. Parece mentira que tan cerca de Buenos Aires pueda verse el material que dio vida a narraciones de Rodolfo Walsh como Claroscuro del Delta. El escritor y periodista pasaba vacaciones y tiempo libre en una casa sobre el río Carapachay llamada El Edén. Porque todas las casas del Delta tienen nombre: más que lugares, son un destino.
Hay voces jóvenes que toman el hilo de esa mística y le dan nueva vitalidad. Como las dos escritoras que viajan para conversar sobre sus novelas: Claudia Aboaf y Débora Mundani. De tanto en tanto, miran el paisaje con la fascinación de turistas, pero, se sabe, lo conocen de sobra. En El Rey del Agua (Alfaguara), la segunda novela de Aboaf, dos hermanas exploran un futuro cercano y enrarecido por la escasez del agua en un reino emplazado en Tigre. Ambas son también protagonistas de su primera novela Pichonas, solo que esta vez la historia va de la intimidad de su vínculo a la política. Con la misma fluidez que recorre su prosa, la escritora habla del territorio líquido que las conforma, a ella y a la novela. "Vivo en Tigre. En el Delta de Tigre los trescientos cincuenta ríos y arroyos de agua ambarina tienen sus propias mareas que cada tanto ahogan las islas formadas por depósitos aluviales; acarreos de sedimentos que se fijan entre los juncales. Estas islas, sus bordes, no son tierra ni río. El río resultó un imán para atraer pensamientos líquidos, en oposición a ideas ?tierrafirmistas' de un mundo material y cotidiano. Una literatura sin límites donde se disuelve lo sólido, se mezclan visiones y fantasía. Es un escenario que entra por los ojos e inunda el pensamiento. Me gusta llamarlo ?sentimiento de río', tal como Horacio Quiroga intentó describir con ?sentimiento de catarata' su experiencia, cuando llegó a Iguazú con Leopoldo Lugones. Y al sentir ese pensamiento, el de río en mi caso, se volvió escritura" dice.
Algo del orden líquido y cambiante también atraviesa la obra de Mundani. La autora de novelas como Batán y la reciente La convención entrelaza el espacio del Delta y la escritura en su novela el El río. En una prosa simple que se vuelve poesía, Horacio recorre riachos para cumplir el último deseo de su mamá muerta y, sin saberlo, encuentra su identidad en ese desafío. Cada personaje parece estar tramado a partir del territorio que lo rodea. La escritora pasó sus años de infancia frente al Delta pero nunca pensó que ese lugar iba a ser el de su novela. "Vuelvo a esos días de infancia y de río. El agua era nuestro espacio vital, donde aprendíamos todo: a jugar, a lastimarnos, a reparar, a arriesgarnos. Cada vez que nos tirábamos de un muelle en las aguas marrones no sabíamos qué podía haber debajo. Así incorporamos desde chicos que siempre hay una dimensión de lo desconocido. El río fue el espacio donde me detuve por primera vez porque todo, menos el mundo del agua, me parecía estar detenido en un mismo lugar: mi familia, mis amigos, mi casa. Pero el río no, ni sus luces, ni la caída de las ramas sobre la orilla, las crecidas, la bajante, las pertenencias que arrastraba. La contemplación fue el modo de vincularme con aquellas aguas y aprender que incluso lo que parecía fijo, tendía al movimiento", dice.
De golpe, el motor de la lancha se detiene y todos se asoman por las ventanas para fotografiar una casona abandonada, con esculturas de leones y enredaderas que le crecen por la fachada. En la imagen se dibuja algo ecléctico que debe haber inspirado a los escritores: la modestia del entorno -rústico, salvaje- contra las mansiones de familias aristocráticas, todo abrazado por el agua.
"Hay una dimensión de la geografía que es la que más me interesa: aquella que la piensa en su relación con la historia, lo político, lo social y lo cultural -dice Mundani-. Los hombres y mujeres de la historia somos en relación a nuestro entorno. Pensamos, actuamos y sentimos vinculados a nuestra geografía. No puedo pensar la identidad de nadie por fuera de su hábitat. El modo en que lo cuidamos, descuidamos, incorporamos o ignoramos hace a nuestra forma de ser en el mundo. Los personajes de la novela, Helena, Juan y Horacio, son el río. Sus aguas los acercan, alejan, cuidan, castigan. Y así cíclicamente".
Es curioso, precisamente ese elemento también está en la esencia de la escritura de Aboaf: "El agua es un personaje en la novela que pauta el comportamiento y los vínculos entre el resto de los personajes, se impone, oculta. Pero el hombre no entiende al agua; cree que la domina en represas, canales y tuberías como si la tuviera en un vaso que sostiene con su mano. El agua de los ríos o mares esconde todo lo que arrojamos en ella; al igual que en los vínculos, un día se desnuda dejando a la vista toda la basura nuestra. Pero también el agua permite que la vida florezca".
A decir verdad, el Delta resulta el refugio ideal de poetas contra el caos del mundo. Diana Bellessi lo dice en el documental El jardín secreto y lo muestra en sus poemas tramados con el paisaje de las islas; paisaje que el poeta Alberto Muñoz ve como un animal voraz al que ama desde que vive en las islas; y al que recurre la poeta Alicia Genovese para escribir en su cabaña La Otra Orilla como un más allá del ruido.
Decía Heráclito que no es posible bañarse dos veces en el mismo río. Y quizás esa idea explica por qué tantas voces hablan sobre el Delta y, sin embargo, cada una logra encontrar una manera de volverlo nuevo frente a los ojos. Será cuestión de seguir mirando.