Liliana Bodoc. "La escritura no tiene que ver con la inspiración; se busca y a veces se encuentra"
La escritora acaba de publicar Elisa. La rosa inesperada, una novela realista escrita a partir de un viaje intenso y movilizador, cuyas alternativas fue compartiendo con los lectores en la Web
Este libro se gestó durante un viaje", dice en la contratapa de Elisa. La rosa inesperada (Norma), la última novela de Liliana Bodoc. Es la primera vez que la escritora santafecina decide viajar para escribir. Es también la primera vez que se anima a exponer a los lectores la cocina de su trabajo. La bitácora de esa travesía por San Salvador de Jujuy, Tilcara y Santa Fe está disponible en la Web desde antes de que el libro tomara forma. Por entonces, ni siquiera había trama, personajes ni voces. Había escenarios, paisajes, sonidos, olores, ilusiones y dudas. Muchas ilusiones, muchas dudas.
En www.elviajedelilianabodoc.com.ar puede leerse el diario de aquel recorrido y también anotaciones de la autora. Son apuntes, poemas, correcciones, preguntas que dejan al descubierto el proceso de escritura. No todo eso figura en la edición impresa. Esas páginas en construcción complementan la historia de Elisa y otros personajes que aparecen en el libro. Una historia realista y dura con algunos toques mágicos, ambientada en una villa santafecina y en localidades jujeñas, que irrumpe en la obra de Bodoc en medio de su saga fantástica poblada de seres mitológicos y leyendas épicas.
La autora de La saga de los confines y Tiempo de dragones se desvía de ese camino transitado con gran reconocimiento para tomar un atajo arriesgado: en Elisa construye un retrato social de un sector de clase baja desesperanzado que no tiene más posibilidades que hundirse en la marginalidad o huir hacia adelante. Elisa, la joven protagonista, huye hacia adelante sin saber bien hacia dónde se dirige o con qué demonios (por tomar palabras de la escritora) puede cruzarse en la ruta.
"En este trabajo hay varias cosas que abordé por primera vez. En primer lugar, viajar para escribir. Luego, trabajar dialogando de manera virtual con una novela. Fue una idea anterior al libro que se le ocurrió a la editora de Norma, Laura Leibiker. Me pareció una propuesta interesante y genuina porque había un viaje real que podía documentar. Por eso, desde el aeropuerto mismo comencé a generar material", cuenta Bodoc, de visita en Buenos Aires para presentar la novela.
Ese material aparece en el diario digital con el título "Antes del viaje": allí hay un audio registrado antes del embarque y tres versiones de un poema que refleja el momento incierto de la partida. "Sobre un cable / tres pájaros conversan / de un asunto cualquiera / y yo / que estoy partiendo / del pasado al futuro / encuentro / en ese punto / el ancla/ del presente", escribió Bodoc en uno de ellos, titulado "Tertulia sin mí".
¿Cómo fue la experiencia de sostener la bitácora? ¿Fue un trabajo extra o, más bien, una catarsis?
Salí ya mentalizada de que iba a ocuparme de eso. Y estaba muy receptiva a pescar todo lo que se me apareciera en el camino. Imaginaba que mucho de eso iba a estar en la novela. No siempre pasó. Así que fue parte de un grato trabajo.
La decisión de mostrar a los lectores la trastienda de su trabajo fue abrir una puerta que suele estar siempre cerrada. ¿Cómo le resultó esa exposición?
Es algo que a menudo hago en mis talleres para contrarrestar la idea de que la escritura tiene que ver con un rapto pasional, con la inspiración, con la famosa musa. Y que no se cambia. Claro que se cambia y se cambia miles de veces. Se busca y se encuentra a veces y a veces, no. Les muestro a mis alumnos parte de esas dudas, de esas búsquedas. En este caso, la novela tuvo unas cuantas idas y venidas. Algunas las elegí para el blog. No todas.
En el prólogo y en el sitio web, cuenta que el viaje no resultó como había imaginado. ¿Por qué?
El encuentro con el paisaje del Norte fue rotundo. Muy fuerte. Iba a viajar por primera vez para hacer una novela... Desde que escribí La saga de los confines, me preguntan si conozco Machu Picchu, las ruinas de México. Y no. Escribí Presagio de carnaval sin haber viajado a Bolivia. Esta vez dije: "Voy a hacer algo distinto, voy a dejar que el viaje me vaya contando la historia". Tilcara, en particular, fue muy intenso. No pude manejar lo que me generaba, las emociones y al mismo tiempo, la tristeza. Me sentí muy sola. Y eso que suelo viajar sola y hasta me gusta. Me sentí muy desvalida. Lloraba sin causa. Me parece que hay algo de paisaje geográfico y humano que es muy fuerte. Hay algo ahí de un pueblo que aparenta un sometimiento desde el lenguaje corporal, la voz baja. Y también hay una resistencia oculta. Me pareció casi un territorio en guerra, sinceramente. Los turistas, las fotos, el escándalo. Guerra de culturas.
¿Cuánto de ese impacto se filtró en la trama?
Mucho. Yo iba buscando una novela de iniciación. No era mi viaje sino el viaje de un personaje que había construido, que era una chica que va a Tilcara. Cuando la empecé a pensar era una muchachita de clase media, algo que después cambió. Aprovecho para decir que no sé cuánto hay objetivamente del lugar, aunque creo que hay mucho, y cuánto de una confluencia con un estado de ánimo personal.
"Finalmente comprendí que esta novela sólo podría ser la versión escrita de un camino impensado, de un plan fallido", confiesa Bodoc en el prólogo, "Tribulaciones y acechos de la autora." Ahí también cuenta que eligió a un anciano de Tilcara como narrador para que sea su voz la que guíe a los lectores por las desdichadas peripecias de Elisa. "Él narrará lo que yo no vi. Será, en esta historia, la mitad misteriosa." Abel Moreno, el narrador, existe. La escritora lo describe en las páginas iniciales como alguien que "sabe de antes y de luego. Sabe de aquí y de allá". Su nombre aparece en varios de los capítulos, intercalando su voz, su mirada sabia de vida, con la vulnerable inexperiencia de Elisa. "Necesitaba la voz del observador de la Puna, que es discreto para observar, no hace grandes alardes, va contando lo que ve y ayuda cuando puede. Me pareció un narrador parco, pero también poético. Es el afuera desde adentro."
La elección del género novela realista, en la que aparece la violencia de género y la trata de mujeres aunque no se nombren específicamente, sigue un camino distinto al que viene recorriendo en los últimos años. ¿Fue un recurso buscado o apareció durante el proceso?
Creo que efectivamente esta novela se aparta en muchos sentidos de lo que yo venía haciendo. No me animo a decirte que es un camino que ahora voy a continuar. Fue muy puntual. Tuvo que ver con una experiencia fuerte, recurrí a mucho de mi infancia en Santa Fe, de mi autobiografía. Creo que se aparta, que hay un desvío hacia algo más coyuntural, contundentemente realista aunque aparece alguna línea fantástica con los demonios y las serpientes.
La experiencia en Tilcara la conmovió tanto que se enfermó. Decidió abandonar el viaje y volver antes de lo previsto. Ese regreso inesperado significaba, en aquel momento, el fin del proyecto. "Volví con una decisión casi tomada de largar el libro. Tanto fue así que hablé con la editora porque la editorial había apostado por ese viaje y había pagado vuelos y hoteles. No fue la altura, el apunamiento, como suele suceder. Me afectó algo íntimo y me quise ir. Cuando muchos meses después hice la otra parte del viaje, a Santa Fe, para ver si me volvía a enamorar del proyecto, fui a Villa del Parque, la villa donde vivió mi hermano con su familia desde que él era muy jovencito y donde yo viví algunos años. Fue lo único que me ayudó a conectar de nuevo con ese proceso inconcluso."
¿Es una villa como las de Buenos Aires?
Es una villa de emergencia vieja, que tiene casas de material, otras características. Ya se empieza a parecer más a un barrio, pero no en aquel momento. Como digo en el libro, está ubicada muy cerca de la cancha de Unión, frente al parque Garay. Es una villa urbana y céntrica. Ahí me quise quedar, con esa música, con la cumbia santafecina. Y Elisa se me impuso como personaje. Ya no tenía ganas de escribir la bitácora sobre una chica de clase media que viaja a Tilcara a ver qué pasa. Quise contar la historia de la gente que se puede mover geográficamente, pero no en el estrato social. Elisa salió de la villa, de esa soledad y de esa marca, y se la llevó con ella. La replicó en Tilcara y la hubiera replicado en París. Ahí encontré el sentido de la novela.
¿Por qué decidió incluir el problema de la trata y de la explotación sexual en la trama? Es un tema que ahora está en la agenda de los medios, del que se habla y se denuncia, pero existe desde siempre. Aunque no lo nombra de manera explícita en el libro, en el sitio hay un link con información y contactos para denunciar o pedir ayuda.
Yo no tenía el tema en la cabeza como un plan. Cuando tomé la decisión de construir a Elisa, dije: "Va a llevar su villa a Tilcara y allí se va a encontrar, otra vez, con el dolor y la soledad. Yo los resumo con una figura: diablos. ¿Y quiénes van a ser los diablos? Los que la van a acosar, a emborrachar, la van a querer succionar. Ahí dije: eso se llama "trata", aunque en la novela no aparezca nunca esa palabra. Supongo que se me ocurrió porque el tema está instalado. Quizá si esto me hubiera pasado veinte años atrás, la novela hubiera ido para otra parte.
Como lectora agradecí el final, que resulta más feliz de lo que suele ser en la realidad.
Ese fue un largo debate interno desde el oficio. ¿Qué hago con el verosímil? Uno tiene el prejuicio de que la buena literatura siempre termina mal. Creo que ahí encontré la justificación para meter el tracito, la pincelada fantástica. Una aguja que se pierde acá y aparece allá. También, la ternura de un pibe que primero se asusta, pero que después da un paso. Esos poquitos actos solidarios. Y, finalmente, la palabra que Elisa encuentra en los libros. Esa sumatoria de cosas me permitió, por lo menos, salvarle la vida y hasta proponerle un destino. Pero, sí, lo pensé mucho.
Incluyó, en las páginas finales, una especie de apéndice con textos escritos por Elisa. ¿La intención fue sumar otra voz?
El cuaderno de Elisa está para escuchar su propia voz. Pensé que eso tenía que ver con la recuperación del personaje. No tiene que ver con calidad literaria, pero sí con una voz propia que se empieza a construir. Ese fue el sentido de incluir ese cuaderno.
Volviendo al sitio web con la bitácora de viaje, el material está presentado como si fuera otro libro. Con el cuaderno de Elisa, es otra puerta de lectura que se abre a partir de una novela.
Hay algo de eso, sí. De hecho, el diario virtual está diseñado con el formato de libro. Hay gente que me ha dicho: "Qué lástima que no se pueden dejar comentarios o interactuar". La idea era que fuera cerrado.
Ahora que exploró el recurso del diálogo entre la novela y la cocina de la escritura, ¿lo volvería a intentar?
No creo que vuelva a utilizarlo, ni que lo extrañe ni que lo necesite. En este caso, me pareció genuino. Una cosa devenía de la otra.
¿Y cómo es su cocina cuando no se muestra?
Siempre tengo un bosquejo por escrito, no la escritura misma sino notas, apuntes, descripciones de personajes. Si se trata de épica fantástica o de relatos grandes hago una cronología. Después, la escritura misma fluye.
La música está presente en el libro no sólo por la cumbia que se escucha de fondo en varias escenas, sino por los sonidos del Norte. ¿Fueron los temas y ritmos que la acompañaron durante la escritura?
Todas esas canciones que están nombradas en la novela, por una razón u otra, las escuché y las elegí para cada personaje. Las ponía para escribir, aunque no siempre. Escuché mucha cumbia santafecina. También hay rock, temas de novelas y canciones de Edith Piaf.
El proyecto del viaje y de Elisa surge cuando todavía está completando la tetralogía de los dragones. ¿En qué anda esa saga?
Ya salieron La profecía imperfecta y El Elegido en su soledad. La película que íbamos a hacer con Ciruelo se cayó y él, que iba a ilustrar el imaginario visual, se abrió del proyecto muy amistosamente. Entonces yo, que estoy enamorada del tema, decidí olvidarme de la peli y seguir escribiendo, que la saga siga su curso. Para darle cierta lógica, cada libro va a estar ilustrado por un artista diferente: Ciruelo, la primera; Gonzalo Kenny, la segunda, y así. Estoy avanzando bastante con la tercera parte, para publicar el año que viene, y queda una más. El libro se separó totalmente de la película.
Radicada en un pueblito de San Luis, Bodoc escribe, lee, corrige, imagina mundos fantásticos lejos ya de la imponente Tilcara, donde -como escribió en la bitácora- "la maravilla y el dolor andan por esas calles como si tal cosa".
Por qué la entrevistamos
Porque con su nueva novela se anima a un cambio en estilo y temática, y experimenta en su proceso de escritura