Liderazgo, cansancio y crisis de confianza en pandemia
El mito cuenta que Prometeo concedió a los hombres la capacidad de hacer fuego, algo hasta entonces reservado a los dioses. Y que por esta transgresión mereció el castigo eterno. Byung-Chul Han reinterpretó el relato y vinculó el padecimiento del titán a la autoexplotación del sujeto contemporáneo, advirtiendo que el cese solo se daría por cansancio. En las sociedades contemporáneas -sociedades de rendimiento, según el filósofo surcoreano-, se constata un exceso de positividad por el que los sujetos, emprendedores de sí mismos, obran siempre al límite del burnout. Bajo esta lógica, el cansancio se revela en soledad, a modo de agotamiento que aísla y divide. A manera de plaga, que cercena la cercanía de las personas y aniquila el sentido de comunidad. Hoy, en plena pandemia, esta descripción llega al paroxismo y el cansancio se instala como signo de época.
Un segundo mito encuentra a Pigmalión enamorado de su propia creación, hasta que finalmente la obra escultórica cobra vida. Por eso se estudia el efecto que lleva su nombre, conocido como de profecía autocumplida. Así como a Prometeo se lo ligó al cansancio, a Pigmalión se lo enlaza con la confianza, ese estado que nos impulsa a transformar la realidad en un entorno de seguridad, pero que también puede encaminarnos a operar sobre los otros, moldeando sus potencialidades a partir de nuestros sesgos y preconceptos. Cincuenta años atrás, Rosenthal y Jacobson recogieron evidencia respecto de las expectativas del docente y su incidencia en el desempeño del estudiante.
Si descreemos de las capacidades del otro, actuaremos de modo funcional a la concreción de nuestro prejuicio. Quedó demostrado cómo pesa la mirada del afuera sobre nuestras actuaciones y esto se traduce en la confianza, en ese creer sin ver, en esa anticipación de futuro que orienta nuestros pasos hacia una meta. Para Niklas Luhmann confiar es comportarse como si el porvenir fuera cierto. Porque la confianza siempre es una hipótesis que involucra una prospección. Se trata de tener fe en las propias perspectivas, lo que compone un acto básico en la vida de relación.
Cansancio y confianza, en tiempos de coronavirus, exhiben una correspondencia inversamente proporcional. El cansancio opera socavando los cimientos de la confianza: avanza el cansancio y la confianza disminuye. Una energía que se expande multidireccionalmente nos inclina a confiar en los demás, pero esta se contrae con facilidad cuando el agotamiento domina la escena y condiciona el humor social. De ahí que generar climas de confianza sea una tarea inherente a todo liderazgo. Desde el primario ámbito familiar, madres y padres ejercen un liderazgo educativo que tiene a la confianza como elemento nuclear que favorece el desarrollo. Es claro que sin confianza no hay liderazgo posible y esto escala a los distintos niveles.
En momentos turbulentos como los que atravesamos, cuando el cansancio nos invade, difícilmente podemos tener una mirada de esperanza hacia el mañana. La confianza se presenta esquiva a nuestra razón y a nuestras emociones, y el desaliento se generaliza frente a la ilusión de proyectarnos y conquistar nuevos territorios vitales. En este contexto, gestionar las ansiedades de una existencia sin confianza, extenuados, distanciados y sin referentes palpables en el horizonte, se torna un objetivo arduo. Nos resta seguir intentándolo, una y otra vez, promoviendo liderazgos efectivos que nos devuelvan la llama que Prometeo robó, sacudiéndonos del hastío y reconstruyendo las certezas perdidas.
Familióloga, especialista en educación, directora de estudios del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral