Leyendo se ensancha la interioridad
Cuando se defiende la libertad humana en lo político, lo económico y en las decisiones personales de todos los días, se advierten voces preocupadas que temen que ciertas realidades humanas sean vulneradas. Y es justo que tengan esta preocupación, dado que pertenece a la debilidad de la naturaleza humana la inclinación a la injusticia, a la miseria y al aprovechamiento del otro.
La advertencia sobre la naturaleza humana caída es una constante en los escritos de Russell Kirk, filósofo político norteamericano, partidario de promover la libertad en el orden para la vida política. En su fecunda trayectoria, Kirk rescató la centralidad de la formación literaria en la educación de la persona, como el camino para un verdadero desarrollo moral. Los grandes libros enseñan qué es ser humano. Muestran lo que T. S. Eliot, Nobel de Literatura y amigo de Kirk, llama las “cuestiones permanentes” de la naturaleza humana. Las grandes obras literarias, aun cuando describen la depravación en la que podemos caer, despiertan la conciencia de que eso puede ser un espectáculo repudiable que debemos evitar.
La imagen de Ulises atado al mástil, voluntariamente restringido por conocer la tentación de las sirenas, pero queriendo escuchar su canto, ha servido de inspiración para explicar muchas situaciones humanas. La Divina comedia ha servido para expresar una experiencia tan humana de haber extraviado el rumbo, de cómo el propio yo puede perderse en la vida. Y Dante nos recuerda cómo el corazón desea elevarse para volver a ver las estrellas.
La “imaginación moral”, como la llama Kirk, nos hace experimentar a través de la experiencia de otros lo que más nos conviene, a través de la contemplación de ejemplos encarnados y no de fórmulas abstractas. Imaginación moral les faltó a los hombres y mujeres de la Revolución francesa, cuando impusieron por la violencia una ideología que prometía una perfección meramente soñada. También les faltó a quienes pusieron en escena, con curioso orgullo, la imagen de María Antonieta decapitada cual trofeo en los Juegos Olímpicos de este año.
Los hombres pueden ser prisioneros de sus pasiones. No hay sistemas que garanticen la libertad y la moralidad de sus miembros. Por eso dice Russell Kirk que la justicia, el orden y la libertad no provienen de arengar a las masas, sino que corren por el frágil camino del crecimiento personal, que nunca es individualista, sino también comunitario. El Papa escribió hace poco una carta sobre el papel de la literatura en la formación personal. Lejos de buscar la salvación en proyectos políticos o en planificaciones eficientes de gran escala, la propuesta se centra en la persona humana. Leyendo se ensancha la interioridad y se desarrolla la necesidad humana de “nombrar” las cosas, que hoy es tan valorizada con la educación emocional. La literatura nos da acceso al núcleo de la persona, al corazón humano, a ese nivel misterioso de su ser, dice el Papa. Este corazón humano está tejido de los mismos deseos de bien, verdad y belleza con los que nacen los hombres de todas las épocas.
Para Francisco, la literatura no es relativista, y tiene valor eterno. Que la lectura haya decaído acarrea un empobrecimiento humano, y probablemente nos cabe a todos una responsabilidad para las futuras generaciones en transmitir su riqueza y sentido. Si su valor es eterno, no podemos dejar que caiga en desuso. La vida interior que favorece la literatura nos ayuda a encontrar por nosotros mismos las razones por las que se vive y ganar protagonismo en las decisiones inexorables que tenemos que tomar.
La apuesta por la vida interior, favorecida por el escuchar las voces de otros en la literatura y por la relación con verdaderos maestros que apunten a lo valioso, es una apuesta arriesgada y aventurada. Pero es la propuesta más humana, salvo que se pretenda que eduquen el Estado o el mercado, o los influencers o las series. Para no volverse totalmente apáticos o ser presas de humanitarios que cortan cabezas, podemos recurrir a las grandes obras literarias para encontrarnos con quienes nos entusiasman para la lucha y la aventura de la vida.
Miembro del Consejo Consultivo del Instituto Acton Argentina