Levy Yeyati. “La cuarentena es un ensayo de la transición masiva al trabajo remoto”
El economista respondió unas preguntas sobre el impacto de la crisis en la globalización y el sistema laboral
Según el economista Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, el coronavirus reforzará los cuestionamientos que la globalización ya venía recibiendo: "En el mundo desarrollado, por la competencia de países en desarrollo por los puestos de trabajo en el sector de manufacturas. Estos puestos se perdieron en parte por la tecnología, pero la globalización es una historia más atractiva porque ofrece un culpable externo. La mejor ilustración de esta percepción, o de su uso político, es el auge del populismo conservador, nacionalista y proteccionista, como Donald Trump o Boris Johnson. También aflora en el rechazo del trabajador extranjero, que es fruto tanto de la desigualdad de ingresos entre países como de la demografía. La crisis puede darle nueva letra al nacionalismo popular para justificar su proteccionismo de la producción y del empleo nacional, e incluso a la sinofobia. En el mundo en desarrollo, el rechazo a la globalización estuvo ligado a la transnacionalización corporativa, que se presume prioriza los intereses de los países centrales donde estas corporaciones tienen su casa matriz, y al capital financiero, que promueve el endeudamiento externo y aprecia las monedas en los buenos años, y abandona el país provocando una crisis por contagio externo, como ocurrió con el fin de la burbuja subprime en los EE.UU., la crisis europea, la guerra comercial entre EE.UU. y China y, ahora, el coronavirus. Más cerca de casa, temo que la actitud negligente del gobierno de Brasil contribuya a deteriorar aún más la integración, en particular, la movilidad de personas, dentro del Mercosur.
China, actor protagónico de la economía, mantiene un cerrojo acerca de lo que ocurre dentro de sus fronteras, pero se lo acepta como un actor económico global de primer orden. ¿Esto puede cambiar?
-China es siempre un misterio informativo, tanto en lo económico como en lo referente a los alcances de la pandemia (y, mirando al futuro, en la prevención de futuros brotes). Pero, junto con el sudeste asiático, es el modelo a seguir en la estrategia de contención y mitigación de la pandemia. Creo que lo segundo dominará sobre lo primero y que, frente al solipsismo trumpista y la falta de liderazgo europeo, saldrá fortalecida, aunque no faltarán quienes, como Josep Borrell hace unos días, ponga en duda la actitud constructiva de China. Por otro lado, en el debate del partido comunista chino sobre cómo responder a los embates de Trump, probablemente prime la facción que propone eludir la provocación y consolidar la imagen de líder de una globalización degradada en un mundo sin líderes globales.
-¿En qué medida la crisis acelerará la migración del trabajo al orden virtual?
-La cuarentena es un ensayo anticipado y brutal de una transición masiva al trabajo remoto. No estábamos tecnológicamente preparados ni en la conectividad ni en la flexibilidad de algunas plataformas. Pero, además, la cuarentena implica "onliniarizar" las relaciones familiares y afectivas. A futuro, creo que algunas actividades adoptarán la versión remota como un complemento útil; por ejemplo, se acelerará su uso en la educación superior o en la producción de contenidos y análisis. Luego están las ocupaciones manuales, los trabajadores de salud y el cuidado y la docencia en edad temprana, que hoy son esenciales y están virtualmente paralizadas. La tecnología aún no ha terminado de sustituir a las primeras y dudo que sustituya a las segundas.
-Cuando esto pase, ¿cómo se recuperarán la economía y el trabajo?
-Si el distanciamiento no se extiende mucho, si bien habrá pérdidas permanentes, la economía y el consumo debería rebotar rápidamente como lo hicieron en depresiones pasadas. La clave es evitar disrupciones: quiebras y despidos masivos, conflictos sociales violentos, crisis políticas. Por eso, la respuesta de política pública tiene dos etapas. La primera es defensiva: mantenimiento de ingresos, contención de quiebras, asistencia social. La segunda, a la salida del distanciamiento, es ofensiva: estímulo a la demanda para recuperación de la actividad. Y en relación al Futuro, con mayúscula, en estas crisis surge siempre la tentación de pensar que el día después será radicalmente distinto. Esto último es trivialmente cierto, si se piensa que el cambio es gradual y permanente. Pero la primera reacción a la salida de una crisis es de rebote: se recupera el presente interrumpido, se regresa más de lo que se avanza. Esperaría, sí, que el mundo avanzara hacia el fortalecimiento de un organismo global para lidiar con estas pandemias, pero lo más probable es que sean los gobiernos nacionales de países desarrollados los que fortalezcan su propia investigación. Las disrupciones imaginadas por los futurólogos se materializan a menudo en los medios y en los best sellers de ocasión. ¿Cuánto cambió realmente con la crisis financiera de 2009?