Letras para nombrar lo real
Entropía acaba de reeditar una nouvelle que la poeta chaqueña Susana Szwarc publicó por primera vez en 1991: Trenzas, miniatura urdida con prosa poética, quebrada en fragmentos que nunca terminan de encajar unos con otros, descalce en el que radica su belleza sugestiva.
Luis Chitarroni, que acompaña con unas líneas en la contratapa, encuentra un atractivo adicional: la ausencia de una intriga o anécdota como “pretexto” para activar la deriva literaria. “El peso de las cosas está ya dado por una fuerza anterior al relato, por una gravedad que está en las palabras mismas y no en los desarrollos ni en las explicaciones”, valora el crítico. La escritura en ráfagas de Szwarc captura el alma de esos paisajes exuberantes y áridos a la vez, de esa tierra seca que el diluvio vuelve untuosa, y que la autora conoce tan bien.
Dos formas del arte
Tango y política, sin más, tituló el investigador y académico del lunfardo Gustavo Varela su nuevo ensayo, publicado por Ariel y consagrado a la relación entre esas dos formas del arte (del arte de la música y del arte de gobernar), que el autor considera asociadas de manera indisoluble.
Según Varela, es siempre una tríada aquello que estructura la evolución del tango en relación con la historia argentina y sus distintos momentos políticos y sociales. “¿Hay un solo tipo de tango durante toda su historia?”, se pregunta. Y responde: “No. Se multiplica por tres: prostibulario, tango canción y vanguardia. Tres: sexualidad, moral y revolución. Tres: el prostíbulo, la escuela y el laboratorio. Tres: baile, palabra y música. Tres: 1880, 1916, 1955”.
Estas fechas no fueron elegidas al azar. La primera se corresponde con los comienzos del tango y la formación del Estado moderno en el país; la segunda lleva la marca de “Mi noche triste”, obra considerada inaugural del tango-canción, firmada por Pascual Contursi; y la tercera es la fecha de un final y de un comienzo, ambos cruciales: el año en que es derrocado Perón y en el que Astor Piazzolla presenta su Octeto Buenos Aires.
Varela afirma que no es posible trazar seriamente la trayectoria de ningún movimiento artístico o cultural sin tener en cuenta su contexto político. Y respecto del tango, en aquella transformación unida a las metamorfosis argentinas, arriesga su propia tesis, que él mismo califica como “a contrapelo de lo que se ha escrito siempre”: el devenir del tango no ha sido un encadenamiento de sucesiones sino de rupturas.¿La prueba? Lo difícil (sino imposible) que resulta encontrar un hilo conductor entre obras como “Milonga de Baldomero” (1907), “Viejecita mía” (1918) y “La bicicleta blanca” (1970).
TRENZAS. Susana Szwarc, Entropía
TANGO Y POLÍTICA. Gustavo Varela, Ariel