Leonard Cohen, de la piel hacia dentro
A 50 años de uno de sus discos emblemáticos, el poeta canadiense sigue inspirando con su obra a escritores, músicos e ilustradores
Cuando en apenas semanas se cumplan cincuenta años de Songs of Love and Hate, el tercer disco de Leonard Cohen, la efeméride habilitará notas sobre las bondades de éste álbum y los dos previos, que conforman una suerte de trilogía. Pero mejor detengámonos en el presente. Desde hace un tiempo es posible acceder a ciertas joyas del poeta y músico canadiense: documentales, libros de entrevistas y, muy recientemente, a tres libros ilustrados sobre su obra por el dibujante argentino Pablo Bernasconi. Vienen en una caja cuidadosamente editada por Edhasa bajo el título de Paisaje interior. Uno de ellos le pone imágenes a un texto llamado "Cómo decir poesía", una prueba del espíritu renacentista de Cohen, también novelista y ensayista. "Cómo decir poesía" es un tratado, extraordinario y brevísimo, acerca de cómo comportarse, ser, vivir, escribir. En suma, una ars poetica de bolsillo.
El comienzo es arrebatador: "Tomemos la palabra mariposa. Para usar esta palabra no es necesario que la voz pese menos de un gramo ni dotarla de alitas empolvadas. No es necesario inventar un día de sol ni un campo de narcisos. No es necesario estar enamorado, ni estar enamorado de las mariposas. La palabra mariposa no es una mariposa. Está la palabra y está la mariposa. Si las confundes la gente tiene derecho a burlarse de ti [...]. No actúes las palabras. Nunca actúes las palabras".
Bernasconi encontró en este texto su tabla de mandamientos creativa. "Cada vez que encaro un proyecto de largo aliento releo este texto de Cohen –dice–. Su tono es muy infrecuente. Su metáfora y humildad son superlativas. Y más aún en esta época de sobreexposición de artistas en redes sociales, que quieren vivir de la piel hacia afuera. El confiaba en la palabra y en las metáforas por si solas: escribía y vivía de la piel hacia dentro".
Como si no mediara tiempo entre nuestro presente y el 1978 de su redacción original, Cohen más adelante agrega: "¿Qué tipo de expresión exige nuestra época? Nuestra época exige que no haya expresión. Hemos visto fotos de madres asiáticas que perdieron a sus hijos. No nos interesa la agonía de tus órganos manoseados. Nada de lo que puedas mostrar con gestos se acerca al horror de estos tiempos. No lo intentes. Lo único que lograrás es exponerte al desprecio de quienes han sentido cosas tremendas. Hemos visto en los noticieros a esa gente padeciendo dolores y desgarros extremos".
Apenas un año antes, Susan Sontag había publicado en su ensayo "Ante el dolor de los demás", en el que la pensadora sostenía que la observación reiterada de imágenes horrorosas termina diluyendo la realidad y nos anestesia.
Otra escritora devota de este texto de Cohen es la escritora Ariana Harwicz, autora de Degenerado, Matate, amor y recientemente, Desertar, junto con Mikaël Gómez Guthart. En un ida y vuelta por mail responde de Sancerre, Francia, donde vive hace más de una década: "El de Cohen es un texto extraordinario. El manifiesto de ética del poeta, el que debería llevar todo artista en el bolsillo: su decálogo, su pacto ético no escrito. Como el cianuro que llevaban en un papelito los aliados en la Segunda Guerra Mundial".
Leonard Cohen sigue conmoviendo. Si la cáustica crítica europea en su momento recibió medianamente bien al disco Songs of Love and Hate, pero señalando con ponzoña (aunque con cierta chispa) que el disco "debería venir con una navaja de afeitar para cortarse las venas’’, no son pocos los que ven luz en su obra y también humor y swing.
Kevin Johansen es un artista popular y sofisticado, a quien le cabe esa máxima de Mark Twain de que el humor es algo serio. Johansen interpreta una muy milonguera (y un poco bilingüe) versión de ‘’Everybody knows’’, un clásico del canadiense. "No creo que sea un artista oscuro, sino lo contrario –apunta–. Como dice en su canción ‘Anthem’: ‘Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz’. Haber venido de una familia judía casi ortodoxa y convertirse en un trashumante, con sus viajes a Grecia, pero jamás en un artista esnob, lo convierte en un pionero; como vestirse de traje en los 60 o 70 cuando todos andaban de hippies. Es un poeta muy visual, casi cinematográfico en sus palabras, como Caetano Veloso o el mismo Dylan. Leonard invita, jamás obliga".
En Cohen por Cohen (Planeta), libro que recopila sus entrevistas, Nick Cave –como el canadiense, otro talento sin igual– dice sobre el disco que cumplirá medio siglo: "Me cambió por completo. Su forma de escribir era tan sexy. Ha sido tachado de depresivo, pero es uno de los escritores más graciosos que hay. No puedo pensar en una letra suya que no tenga entre líneas una sonrisa escondida. Hay dos cosas ocurriendo al mismo tiempo: la calidez y un ingenio malvado. Ojalá yo tuviera eso".
En las catacumbas de internet (o en el Prime Video de Amazon) encontramos una gema: Marianne & Leonard. Words of Love, documental sobre la relación entre el cantante y su "musa", Marianne Ihlen. Trata sobre todo (con increíbles imágenes de archivo) sobre el tiempo que pasaron en la isla griega de Hydra en las décadas de 1960 y 1970. Ihlen fue la inspiración de canciones de sus primeros discos como "So Long, Marianne", "Hey, That’s No Way to Say Goodbye" y "Bird on the Wire.". La relación de Cohen con la mujeres, fuente de amor e inspiración (Janis Joplin; su pasión por la cantante Nico, que lo rechazó una y otra vez; Suzanne Elrod, madre de sus hijos, o la modelo Suzanne Verdal, que inspiró su clásico ‘’Suzanne") podrían ser motivo de otro film. Cohen siempre ofrece más.
Mientras tanto, el medio siglo de sus tres primeros discos refleja (como en la reciente Tenet, de Christopher Nolan) una relación paradójica con el tiempo: Cohen parece cada vez más joven y lozano: ocre y con traje (en Songs of Leonard Cohen), negro sobre blanco (en Songs from a Room) y blanco sobre negro (en Songs of Love and Hate). Pero sobre todo, barbado y sonriente en este último. ¿De qué se reía ese juglar beatnik (compinche de Allen Ginsberg) y un poco hippie (‘’no me molestaría para nada ser Leonard Cohen por un minuto’’, dijo Bob Dylan)? ¿De cómo hacer tres obras maestras en apenas cuatro años? Si la grandeza de un artista se mide por sus lazos con el pasado y por cómo el presente lo observa, no es casual que una canción como ‘’Avalanche’’, del comienzo de Songs of Love and Hate, con ese arreglo de cuerdas como un alud en cámara lenta nos traslade, casi 30 años después, al chelo torrencial que introduce el OK Computer de Radiohead ("Airbag"). "Las migajas de amor que me ofreces –canta– son las migajas que he dejado atrás… tu dolor no es ninguna credencial aquí: sólo es la sombra, la sombra de mi herida". Cohen, que adoraba a Jacques Brel, está haciendo, sin saberlo, pos-tangos. Porque aquí el sufrimiento discepoliano, el lamento lloroso del que deja a su mujer para no herirla más (‘’para salvarte, solo supe hacerme odiar’’, reza el tango ‘’Confesión’’) se desvanece en el aire.
O la desesperada epístola de amor y de odio, de amistad y de rivalidad, "Famous Blue Raincoat", en la que Cohen se narra a sí mismo en primera persona (‘’Sinceramente, L. Cohen, firma la carta al final’’) como el amigo engañado.
Muchos músicos ( entre ellos Mercury Rev, que lo menciona en la canción ‘’A Drop in Time"; los exquisitos Tindersticks, Nick Cave, y rockeros de vanguardia como Frank Black, de Pixies) seguirán abrevando en su legado. Así como poetas, escritores y dibujantes. Y lectores y oyentes. Su obra también puede hacer destellar el pasado. Al fin y al cabo, es un artista que escribió los versos de una poesía que se convirtió en canción, que se convirtió en eslogan, que se convirtió en un mensaje inscripto en una taza de café: ‘’Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz’’. Hölderlin, tan lejano en el tiempo, pero tan cercano, escribió: "’Dejad que la divina naturaleza quiebre el vaso… y que lo divino se convierta en cosa humana’’.
Leonard Cohen fue zíngaro, fue judío y fue zen. Divino pero humano, murió en 2016, a los 82 años. Celebremos, en su memoria, la poesía. Aleluya.