Legados conflictivos. Historias escondidas en los testamentos de escritores
Familiares y herederos se disputan derechos y facultades sobre legados escritos. ¿Qué consecuencias existen más allá de la esfera privada cuando lo que está en juego son obras literarias?
Hay otras historias de amor, de despecho y de ambición que ocurren por fuera de los libros que dejaron los grandes escritores, una vez muertos y enterrados. Historias en las que los herederos son los protagonistas. Albaceas, parejas, amantes, hijos aquí y allá. Hasta personajes insospechados que se revelan cuando se abre el testamento. ¿Cuánta vida editorial, cuánta efervescencia judicial, cuántas pasiones encendidas existen después de la muerte?
Entre los pleitos más comunes hay reclamos por derechos de propiedad intelectual, demandas por plagio, por injurias, por defraudación. Pero también hay obras adulteradas, publicaciones póstumas de libros -que en vida el autor decidió no publicar– o pérdida de tesoros como las bibliotecas personales de los escritores y sus documentos, ya sea por desidia o por conveniencia económica. Hasta hay dedicatorias eliminadas ex profeso por enconos personales. Pero otra pregunta crece por sobre el pasto anecdótico: ¿qué consecuencias se extienden más allá de la esfera privada cuando lo que está en juego son obras literarias?
"Siempre pensé que las bombas de tiempo debieran llamarse testamentos", dijo en 1990 Adolfo Bioy Casares. Se refería a un conflicto por la herencia de su abuela. Él mismo sería luego protagonista de un penoso juicio por su sucesión, que llegó a incluir a más de una decena de abogados y se extendió por quince años. Una sucesión que no era sólo la de él, sino también la de su mujer Silvina Ocampo. Esa frase de Adolfito, como lo llamaban sus allegados, podría resignificarse ante los recientes conflictos protagonizados por las herederas de Jorge Luis Borges y Roberto Bolaño.
A fines de noviembre de 2016 un juez dictó el procesamiento de un escritor y profesor universitario por defraudación y lo embargó por 30.000 pesos. En 2009 Pablo Katchadjian había elegido uno de los más célebres cuentos de Jorge Luis Borges, "El Aleph", y le había agregado palabras en un proceso de experimentación literaria que tituló El Aleph engordado, cuya intervención explicaba en el prólogo. Sin pedir permiso a la heredera, María Kodama, editó 200 libros. Unos libritos con tapas celestes y letras negras que cabían en la palma de una mano, que él vendió por una cifra simbólica de quince pesos y regaló otros tantos.
"Lo que la ley intenta hacer es defender la creación. El problema es que cuando la creación pasa a ser manejada por los herederos del autor pareciera que no todo el mundo está de acuerdo con las decisiones tomadas", reflexiona la especialista en derecho de autor Mónica Herrero. "Podríamos acordar otras limitaciones y excepciones a la actual ley de propiedad intelectual -sigue Herrero-.Quizás más interesante que un acto de desagravio a Pablo Katchadjian sea ponernos a pensar cómo hacer que la ley contemple estos procedimientos. Los mismos escritores que hoy se enojan por lo de El Aleph engordado mañana te están haciendo un juicio por algo referido a su obra. Hay algo ahí que no está bien resuelto en nuestra sociedad. La cuestión de fondo es que nuestra ley no contempla estos ejercicios literarios."
Kodama, famosa por demandar a todos los que se atreven con la obra de Borges, y en muchos casos cuestionada por ello, dijo haberse enterado de que en 1979 había sido nombrada heredera universal de la obra del autor de Ficciones a cuatro días de la muerte del escritor, ocurrida en junio de 1986.
El abogado me llama a Ginebra y me dice: "Te tengo que comunicar que vos has sido nombrada desde los años setenta heredera universal de Borges".
-¿Y qué sintió usted?
-Yo estaba destruida, así que no sentí nada.
El fragmento pertenece a la entrevista que Kodama dio a la periodista Ana Prieto para la revista Orsai. Mal que les pese a sus detractores, fue Borges quien la eligió para esa tarea.
En el nombre del padre
Algunos herederos muchas veces sienten que son los curadores de la obra. Y eso a veces es un problema. Podría ser éste el caso de Mirta Arlt, la hija única de Roberto Arlt, de quien se dice que modificó palabras de algunas de obras emblemáticas como Los siete locos o Los lanzallamas por considerarlas soeces o inapropiadas.
"Creo que el principal problema que tuvimos quienes nos dedicamos a Arlt antes de que vencieran los derechos de autor fue la imposibilidad de publicar su obra. A diferencia de María Kodama (que edita y reedita la obra de Borges), Mirta Arlt no publicó la totalidad de la obra de su padre pero tampoco dio el permiso para que otros la publicáramos. La primera consecuencia de esto es que, al día de la fecha, no existe todavía la obra completa de Arlt editada. El segundo problema es que ella vendió los papeles y fotos que quedaban de su padre al Instituto Iberoamericano de Berlín. Por lo tanto, el fondo documental de Arlt se encuentra en el extranjero y no en su propio país. Con respecto a cambios lexicales en sus libros, no existen ediciones críticas que cotejen sus diferentes ediciones. Por lo tanto, no sé si Mirta efectivamente corrigió los libros o si se trata de un mito, como tantos que hay sobre Arlt", dice Sylvia Saítta, biógrafa del escritor, a quien su hija se negó a recibir y a brindarle su testimonio como al resto de los estudiosos de la obra de su padre.
Antes de su muerte, Bioy testó como herederos a Fabián Bioy Demaría, su hijo extramatrimonial, a quien dejó la mitad de la herencia. La otra mitad la dividió en un 30 por ciento entre sus tres nietos, los hijos de Marta Bioy Ocampo, también fallecida, y -sorpresa- también heredó a su enfermera, Lidia Ramona Benítez. "Le dejó el 20 por ciento a Lidia porque era parte de un acuerdo que había hecho ella con Bioy cuando decidió trabajar para él solamente, y renunciar a su trabajo de entonces. Habría sido una especie de indemnización por abandonar la antigüedad de dicho trabajo", dice Silvia Renée Arias, autora de Bioygrafía y Los Bioy (ambos publicados por Tusquets), donde repasa la vida del escritor. "Lidia declaró en una nota a la revista Gente poco después de la muerte de Bioy en 1999 que él le pidió muchas veces que se casara con ella pero que lo rechazó", explica Arias.
Hoy la única derechohabiente de su obra -y de la mitad de la de Silvina Ocampo- no es alguien que provenga de alguna de las dos tradicionales familias de este matrimonio, sino Sara Josefina Demaría, la madre de Fabián. Al morir el hijo en 2006 sin descendencia, lo heredó y hoy es representada por la célebre Agencia Literaria Carmen Balcells, en Barcelona. "La señora Demaría, conocida como Fina, una bellísima mujer con la que Bioy tuvo a Fabián en 1963, por su avanzada edad no da entrevistas. Tampoco sus otros dos hijos. Mientras que el albacea de los diarios y escritos personales, elegido por el propio Bioy, es Daniel Martino", comentó el editor Alberto Díaz, responsable en lo que se refiere estrictamente a la obra cuyos derechos exclusivos para la lengua española están en el sello Emecé. Según Díaz, Martino se encuentra actualmente trabajando en un libro de correspondencias.
La editorial durante años depositó los derechos de autor de Bioy Casares en un juzgado. Cuenta el editor: "En el momento en que él muere pasó todo a juzgado, un juicio larguísimo en el que se impugnaban unos a otros. Curiosamente en el caso de Bioy esto no fue un impedimento para seguirlo publicando. Desde 2001 que me tocó hacerme cargo de su obra siempre estuvieron vigentes los contratos. Publicamos y reimprimimos".
Mujer versus ex mujer
Muchas veces son los mismos escritores los que no ordenan sus papeles y dejan un tendal cuando se van. Si bien Roberto Bolaño pasó los últimos años de su vida en pareja con Carmen Pérez de Vega, no dejó testamento, por lo que cuando murió la heredera fue la que para la ley aún era su mujer: Carolina López. Roberto Bolaño volvió a ser noticia a trece años de su muerte ocurrida prematuramente, a los cincuenta años.
Su heredera retiró toda la obra de Anagrama y firmó un contrato con Alfaguara que incluía la edición de unos inéditos (El espíritu de la ciencia ficción y Los sinsabores del verdadero policía). Esto generó críticas por parte del crítico y amigo de Bolaño Ignacio Echeverría, y del mismo Jorge Herralde, editor de Anagrama. En esta historia la figura de Pérez de Vega, quien acompañó a Bolaño los últimos seis años, tiñe toda la saga de enconos que fueron vertidos en una serie de artículos que se cruzaron públicamente los protagonistas en la prensa.
Al respecto de las decisiones de López, la periodista Mónica Maristain, autora del ensayo biográfico Bolaño, el hijo de Míster Playa (Ediciones Treintayseis), opina: "En general creo que cuando el material que se encuentra después de muerto es bueno, ¿por qué no publicarlo? Pero en este caso, las novelas póstumas de Roberto son más de lo mismo, no agregan nada. Podrían haberse publicado para las universidades, con un fin educativo, pero no a nivel comercial".
Volvamos a Kodama. En una entrevista dijo que hay dos obras de Borges que no va a publicar jamás. "Porque él las hubiera corregido y hubiera hecho una cosa maravillosa de eso. Como yo sé que eso era una especie de borrador y nada más, respeto lo que él deseaba."
López no colaboró con el libro de Maristain, probablemente porque el volumen incluye una larga entrevista con Pérez de Vega, con quien reconstruye al detalle los últimos días y horas del escritor. Respecto de que la herencia de Bolaño quedara en manos de su ex mujer, la periodista reflexiona: "Roberto Bolaño no pensaba morirse, por lo tanto no dejó como heredera a Carolina".
Testamento previo
"Muchos escritores tienen conflictos con sus segundas o terceras nupcias. Peleas de viudas para ver quién es la verdadera mujer del autor. Temas que mezclan narcisismo con literatura. Muchas veces por eso se termina dividiendo la obra. Y se toman malas decisiones con los textos inéditos. Hay quienes publican hasta la lista del supermercado del autor o presentan como novelas o libros terminados novelas o libros juveniles que los autores nunca quisieron publicar", reflexionó Díaz, quien además de Bioy editó a otros escritores enormes, como Juan José Saer.
Un caso curioso es el del poeta Leónidas Lamborghini. Dejó un detallado testamento que resultó finalmente un problema para los herederos. Las obras consignadas al dedillo fueron luego modificadas por él mismo, sometidas a reescrituras. La duda apareció al momento de la herencia. ¿Estas obras modificadas eran el mismo libro? ¿Es lo que efectivamente había legado o se trataba de una obra nueva y diferente? Cuando el juez revisó el testamento con los herederos, consideró que se trataba de otra obra. Es que los textos que él testó en vida no habían sido las últimas ediciones.
Un caso de heredero muy puntilloso fue el de Carlos Puig, el hermano del escritor Manuel Puig. Cuidaba hasta la exasperación de los editores todo lo que se consignara sobre su hermano en lo literario pero también todo lo que se escribía sobre su vida privada. Pedía corregir contratapas y solapas de cada edición y solía pedir modificación de las biografías que incluían algún detalle de la vida social del autor de Boquitas pintadas.
Julio Cortázar y Aurora Bernárdez se separaron definitivamente luego de una historia de infidelidad. Ella, dicen, supo y quiso la ruptura. Sin embargo él no se despegó definitivamente de ella. Tuvo un romance con la editora y escritora lituana Ugné Karvelis y unos años después conoció a su segunda esposa, la escritora y fotógrafa Carol Dunlop. Sin embargo, en los años 80, Cortázar enfermó y Aurora se convirtió en la única heredera de su obra publicada y de sus textos. El libro Julio Cortázar, el perseguidor de la libertad (Ediciones LEA) dice en un fragmento: "Su ex mujer resultó una presencia imprescindible en el ocaso de su vida. Le preparaba la comida, lo ayudaba con los quehaceres domésticos y acompañaba sus llantos con amor maternal". Después del fallecimiento del autor de Rayuela, en 1984, fue Aurora la que se encargó de revitalizar su obra. Y sigue siendo leído en todo el mundo de habla hispana, como si no hubiera desaparecido.
El caso de Cortázar no fue el de Felisberto Hernández, que se casó cuatro veces y cuyas ex parejas tenían derechos compartidos. Esto trajo muchos conflictos que repercutieron en la publicación de la obra. Dice Díaz: "Todas estas cosas terminan siendo un obstáculo para que los libros circulen. Y si la obra no está publicada, el autor muere realmente. Porque un autor vive en un catálogo. Si no, es condenado a una doble muerte".
Roberto Arlt. Se dice que su única hija, Mirta Arlt, modificó palabras de algunas obras por considerarlas soeces. Además, se negó a publicar la totalidad de la obra
Leónidas Lamborghini. Dejó un detallado testamento pero luego reescribió varias de las obras incluidas. Con la herencia llegó la duda: ¿eran las mismas o eran obras diferentes?
Adolfo Bioy Casares. Después de su muerte sobrevino un juicio larguísimo, en el que los herederos se impugnaban unos a otros
Manuel Puig. Carlos Puig, hermano del escritor, cuidaba al detalle todo lo que se consignara sobre su hermano: corregía contratapas y solapas y pedía modificar biografías