Lecciones que podemos aprender de “La sociedad de la nieve”
Además de conmover, el film deja enseñanzas que nos permiten mejorar como sociedad y destaca, sobre todo, el valor de la unidad, la perseverancia y la resiliencia
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El film La sociedad de la nieve es una bofetada a la desunión entre las personas, a la resignación frente a un problema –simple o complejo– y es un cachetazo a las actitudes displicentes cuando se trata de encarar desafíos que permitan dar un salto cualitativo en la vida.
La película es una realización admirable, aunque la esencia está en el “guion”, que no es una invención creativa sino una historia real, un caso que tiene todos los componentes para emocionar, hacer sonreír, lagrimear, entusiasmar y conmover. Aquel episodio de la primavera de 1972 no precisa que se le agregue nada para sacudir al espectador y hacerlo sentir que está ante algo tan inconcebible como asombroso.
Así, La sociedad de la nieve llega al público con una batería de enseñanzas que son de utilidad tanto para un colectivo de personas como para una sociedad en su conjunto, y para la vida política, ya sea en la práctica partidaria o en el ejercicio del gobierno. No agrega novedades para un decálogo de la política, porque de eso se escribe desde el fondo de la historia, pero sí lo hace visible en la pantalla, y uno se choca allí, de frente, con valores y acciones que son lecciones. Veamos.
La unidad. El mundo sufre con expresiones de fractura social que desgastan el relacionamiento y hacen que un país –o bloque de países– pierda fuerza, porque esta radica en la unidad. Que la unidad fortalece y la desunión debilita es una enseñanza que se transmite desde hace más de dos milenios, pero no siempre es comprendida, y eso genera costos altos. Cuando el historiador romano Salustio analizó la Guerra de Yugurta, que se desarrolló desde el año 111 hasta el 105 a. C., consideró que había un exceso de confianza por descuido de la unidad, y que ahí radicaba una razón para la victoria o la derrota. En su texto Bellum Iugurthinum el escritor incluyó una frase que se ha repetido en el tiempo con variaciones: “En la concordia se engrandecen los pequeños Estados y en la discordia se destruyen aun los mayores” (cosas pequeñas florecen en la concordia, concordia res parvae crescunt).
El valor de la unidad como fundamento de la fuerza se ha destacado en relatos sobre guerras, en símbolos institucionales de países, en lemas de partidos y hasta en los consejos que escribió José Hernández en Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera; tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de ajuera”. La sociedad argentina vive una fractura en el espectro político que se reproduce en la ciudadanía, y debilita y dinamita las posibilidades de desarrollo de la Nación.
La película sobre el accidente en los Andes y el ejemplo de supervivencia elevan el concepto de unidad como paso necesario para lograr una meta: salieron vivos los que pudieron, por una unidad inquebrantable que se dio por necesidad o conveniencia, pero que fue clave para evitar un destino de cementerio helado. Pasa el tiempo y cuesta aprender ese consejo, que ahora refuerza La sociedad de la nieve al revivir aquella extraordinaria historia de unidad entre amigos que, 50 años después, se mantiene como un lazo que no puede rasgarse.
Pasar el shock. Superar el shock que causa una adversidad dura es la lección de la primera noche en la montaña, que los sobrevivientes describen como el infierno; luego vendría un calvario de días y semanas. No podía haber serenidad luego del choque y al sentirse rodeados por la muerte, después de haber perdido tantos afectos. Fue durísimo aquello, pero lo pasaron. Se puede superar el shock y confiar en el día después, incluso sin saber cuál y cómo sería ese día.
No somos tanto. No hay que exagerar la fuerza propia: existe el riesgo de creerse más de lo que uno es. La expedición del día cuatro les mostró a los supervivientes que, a poca distancia, el avión ya no se veía y quedaba mimetizado con la nieve. ¿Cómo podrían encontrarlos entonces? En ese momento sintieron “no somos tanto”, pero aun así, sin serlo, sabían que debían encarar el desafío y no aflojar. Por otra parte, nunca hay que decir jamás. El inicio del debate sobre la idea de subsistir tomando como alimento los cuerpos de los amigos y la primera decisión de algunos fue un hito en esa travesía, y quedaría demostrado que para seguir viviendo debían hacer algo impensado, incluso lo que no aceptaban como válido.
Depender de sí mismo. La noticia que escucharon el día 10 en la radio, acerca de que no los buscaban más porque los daban por muertos, les dejó claro que dependían de ellos mismos y no podían seguir esperando. Las sociedades, en sus reclamos a gobiernos o autoridades, tienden a pedir y pedir, a creer que hay derechos que se les deben garantizar; pero la realidad muestra que mucho vale lo que uno hace por sí mismo, que no es cuestión de esperar algo de otros, sino de hacer.
Calcular riesgos. La primera expedición compleja, del día 11, los llevó a quedar a la intemperie y sentir que casi se congelaban y morían; así aprendieron a salir a buscar ayuda con preparación. No alcanza el coraje, hay que pensar un plan aunque sea básico, y que sí contemple los cuidados posibles. Porque se puede estar peor. Algunos países –y la Argentina lo ha mostrado–, cuando están en crisis, actúan con desorden en sus decisiones porque creen que no se puede estar peor. El alud de nieve que sufrieron los sobrevivientes al accidente los dejó mucho peor de lo mal que ya estaban. Sufrieron ese percance y valoraron lo que era vivir dentro del fuselaje partido. Y de ese modo supieron que siempre se puede estar peor.
Usar el ingenio. El intento de hacer funcionar la radio con una antena improvisada mostró creatividad para comunicarse, valiéndose de muy poco. Aquella radio les daría un vínculo con la vida fuera de la montaña. Vale la pena esforzarse en creatividad. Y trabajar en equipo. En un conjunto no todos hacen todo con la misma eficacia; hay que aprovechar la especialidad o el perfil de cada uno. Unos son buenos para preparar alimento, otros para armar abrigo, otros para dar confianza y ánimo, otros para emprender una expedición desafiante, otros para comunicar. Es importante determinar roles y sacar lo mejor de cada uno; habrá un líder, pero el éxito se consigue con un conjunto de personas, con todos mancomunadamente.
La comunicación. Al volver, debían explicar cómo habían sobrevivido sin comida, y eso no era fácil. Acordaron dar la cara en una conferencia de prensa y en notas con distintos medios, pero siempre con un mensaje claro y unificado. Decir la verdad sin más detalles que los acordados. Medio siglo después, aún hay gobiernos, líderes políticos o partidos que incurren en errores graves de comunicación, con discurso extenso o difuso, que mezclan diversas cuestiones y pierden foco en el mensaje que quieren dar. Pero la comunicación es clave para la comprensión.
En 2002 viajé, como cronista de La Nación, con todos los sobrevivientes y familiares de los fallecidos, que hacían ese cruce de los Andes por primera vez; se cumplían 30 años del accidente y cuando pasamos cerca del lugar, en medio del silencio, una voz simplemente señaló: “Fue por acá”.
La sociedad de la nieve comenzó 2024 siendo una de las películas más vistas en el mundo, y sigue atrayendo atención; aparte de conmover deja lecciones que vale la pena aprender. Tomándolas se puede estar mejor.