¿Le conviene a la Argentina integrar el Brics?
La invitación al país de adherirse al grupo obligará al sucesor(a) de Alberto Fernández a tomar una decisión clave en su primer mes de mandato
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En la cumbre de líderes del grupo Brics que tuvo lugar en Johannesburgo del 22 al 24 de agosto pasado, los cinco miembros actuales (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) invitaron a Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y la Argentina a unirse al bloque a partir de enero de 2024. A diferencia de los otros invitados, que confirmaron su adhesión, la decisión de la Argentina es aún incierta. El mismo día de la invitación, dos de los tres candidatos con más chances de llegar a la Casa Rosada en diciembre de 2023 se manifestaron en contra de la adhesión. “No voy a impulsar un trato con comunistas”, señaló Javier Milei, candidato de La Libertad Avanza. Por su lado, Patricia Bullrich, candidata de Cambiemos, afirmó que “la Argentina bajo nuestro gobierno no va a estar en Brics”.
Resulta comprensible que tanto Bullrich como Milei hayan cuestionado el ingreso de la Argentina al Brics. Aceptar la invitación supondría reconocer un acierto en la gestión del gobierno de Alberto Fernández. Pero las decisiones de política exterior que más importan son las que superan el ciclo electoral y que plantean compromisos de largo plazo. Y son las que ponderan costos y beneficios, riesgos y oportunidades, fines y medios. Desde esta perspectiva, y dada la invitación sobre la mesa, el costo de no ingresar puede ser mayor al costo de hacerlo. El razonamiento ideológico o normativo, que resulta inevitable, no siempre ofrece la mejor brújula para navegar un mundo en donde la oferta de socios, aliados y narrativas globales se ha vuelto más competitiva.
Para examinar la conveniencia o no de formar parte del grupo Brics, es bueno recordar la razón que dio nacimiento al grupo, así como las razones por las que sigue existiendo quince años después de la primera reunión presidencial en 2009, contradiciendo las expectativas de muchos analistas que anunciaron, equivocadamente, que el grupo pronto dejaría de existir.
El Brics no es un club de convergencia económica. Tampoco es un club de democracias. Y tampoco es un bloque comercial. Existen numerosas diferencias y divergencias entre los miembros fundadores del grupo Brics -por ejemplo, algunos son democracias, otros no-, pero entre ellos existe, desde su fundación, la convicción de que es necesario adaptar el orden mundial a las nuevas realidades económicas y geopolíticas. De ahí que el grupo representa a grandes economías en desarrollo, algunas más avanzadas que otras, que buscan coordinar posiciones y establecer un foro de diálogo y cooperación dentro de un orden global que consideran muy inclinado a favorecer los intereses del norte global. El Brics ha resistido ciclos electorales y cambios de liderazgo. Jair Bolsonaro, por ejemplo, hizo campaña en Brasil cuestionando los intereses de China en Brasil. Una vez presidente, sin embargo, encontró en el Brics un espacio más para defender los de Brasil.
La experiencia de Brasil y de otros miembros del grupo sugiere que existen al menos cinco beneficios tangibles para formar parte del Brics.
Primero, formar parte de un grupo reducido y de alto impacto supone un incremento del estatus para cualquiera de sus miembros. La “marca Brics”, con sus dilemas y tensiones, no deja de ser un espacio al que muchos desearían pertenecer.
Segundo, el Brics puede funcionar como un seguro contra el aislamiento diplomático en el que suelen caer países con crisis domésticas o internacionales.
Tercero, el calendario de reuniones del Brics otorga un acceso privilegiado a China, no solamente a su líder máximo, sino también a sus ministros, directores de áreas, reguladores, think tanks o intelectuales del partido.
Cuarto, el acceso a la cocina de políticas públicas de países como China, la India, Sudáfrica o Arabia Saudita ofrece la oportunidad de conocer de cerca los desafíos y las oportunidades de negocios que pueden surgir entre sus socios. Las reuniones de líderes son clave, pero también son fundamentales las decenas de reuniones anuales que tienen lugar entre funcionarios, empresas, organizaciones sociales y académicos del grupo.
Quinto, el Brics es, y seguirá siendo, una plataforma para discutir y buscar activamente un orden global más plural y multipolar.
Lo que tenemos, entonces, es que el Brics es un mercado de ideas y alianzas en donde cada miembro puede utilizar la geometría que mejor le parezca según su interés nacional. Algunos miembros, como China y Rusia, buscan hacer del grupo un frente crítico del norte global. Otros miembros, como Brasil, la India y Sudáfrica, se inclinan por una postura intermedia, de diálogo, no siempre armónico, con Washington y Bruselas y de acercamiento a intereses materiales propios del sur global.
De la evidencia anecdótica de estos días, da la sensación que la invitación a la Argentina ha sido más el resultado de la fortuna que de la virtud. Durante varios años, China trató de incorporar nuevos miembros, pero Brasil y la India se mostraron escépticos al respecto, preocupados de que un grupo ampliado diluyera su influencia y transformara al Brics en un espacio liderado por China. Dado el papel dominante de Pekín en el grupo – su economía es mayor que la de todos los demás miembros actuales combinados – es natural que el presidente Xi Jinping mire al Brics como un grupo formando parte de un mayor número de iniciativas presentadas por China, cuyo objetivo es un orden global cada vez menos centrado en Occidente. La incorporación de Irán, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos es una clara muestra de esta preferencia china, incorporando a países de una región clave para China y que parece estar tomando distancia de los Estados Unidos y sus aliados.
Quizás la incorporación más incómoda para muchos gobiernos sea la de Irán, probablemente el país más antioccidental del bloque ampliado y hoy un estrecho colaborador de Rusia en la guerra contra Ucrania y sus aliados. La adhesión de Irán al grupo podría consolidar la percepción en Occidente de que se está gestando una alianza anti-occidental liderada por China y Rusia. Más aún considerando que la próxima cumbre, en 2024, será en Kazán, Rusia, oportunidad que Vladimir Putin aprovechará para mostrar que el plan de Occidente de aislarlo ha fracasado. Pero el cuadro es más diverso de lo que parece. Y fue precisamente el tono que iba adquiriendo el grupo ampliado lo que motivó a Brasil, bajo el liderazgo de Lula da Silva, a presentar la candidatura de la Argentina, movida que fue vista con buenos ojos en Sudáfrica y la India, que hoy buscan, junto con Brasil, posicionarse como actores equidistantes o “no alineados” a medida que aumenta la fragmentación geopolítica. Mientras que la India tiene la ventaja de ser vista como uno de los aliados clave de Occidente en Asia -y actualmente fomenta mayores vínculos militares tanto con Europa como con Estados Unidos a través de la compra de armas y su pertenencia a la QUAD-, Brasil y la Argentina también deben adaptarse a un nuevo contexto geopolítico. Este nuevo contexto hace cada vez más difícil articular una posición que sea, en términos generales, equidistante de las dos superpotencias. Tal recalibración podría implicar, por ejemplo, elaborar posturas más constructivas en el G20 o ampliando la colaboración con los países de la OCDE.
Como sea, la Argentina y Brasil tienen la oportunidad de presentarse como un puente entre Occidente y los Brics. Aunque sus posturas diplomáticas y demandas económicas suelen posicionarse en el sur global, sus instituciones y normas domésticas están más cerca del norte global. Según el proyecto Variedades de Democracia (V-Dem), un consorcio integrado por universidades e instituciones de todo el mundo, la Argentina (si decide ingresar) y Brasil son los dos países más democráticos del grupo. Según el Departamento de Estados de Estados Unidos, en 2021, la Argentina y Brasil fueron los países del grupo que mostraron el mayor grado de convergencia con el voto de Washington en la Asamblea General de Naciones Unidas. Y según el Índice de Riesgo Geopolítico elaborado por Caldera y Iacovello, la Argentina y Brasil son los países con el menor riesgo geopolítico del grupo.
A partir de estos datos, parece bastante claro que para Washington y Bruselas un Brics con la Argentina adentro es preferible a uno con la Argentina afuera. En este sentido, la inclusión de la Argentina en el bloque Brics también podría fomentar una actitud diferente tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea hacia América Latina. Su inercia frente a su decreciente influencia en la región tiene su mejor símbolo en las tímidas contribuciones de Estados Unidos para combatir la deforestación en el Amazonas y en la vacilante estrategia negociadora de la UE en el contexto del acuerdo comercial en principio UE-Mercosur, que está provocando un creciente desconcierto en Brasilia y Buenos Aires.
Una agrupación Brics con la Argentina adentro podría despertar a Occidente de su aparente pasividad hacia la región. La experiencia de Brasil debería ser tomada en cuenta. La Argentina tendría un nuevo ámbito para presentar sus posiciones y formar nuevas coaliciones; aprender de la experiencia de sus socios en la búsqueda de soluciones a necesidades del mundo en desarrollo; acceder a una extensa red de actores públicos y privados interesados en lo que el país pueda ofrecer al sur global y diversificar sus espacios de inserción internacional.
Merke, profesor de la Universidad de San Andrés; Stuenkel, profesor de la Fundación Getulio Vargas