Las trampas fiscales del Gobierno
Esta semana se conoció el resultado fiscal de enero del gobierno nacional, más de 200.000M de pesos de déficit primario (0,12% del PIB), récord para un enero en los últimos 30 años.
¿No había corregido Massa el desastre fiscal que había dejado Guzmán? La respuesta corta es no. La dinámica fiscal con Massa sigue siendo muy peligrosa. Las consecuencias: inflación que rondará de nuevo 100% este año y endeudamiento récord.
¿Qué pasó en enero? Mientras que las jubilaciones, pensiones y la AUH cayeron 10% en términos reales, el resto del gasto público voló (+140% interanual, bien por arriba de la inflación), con lo cual el gasto público total creció por arriba de la inflación (+6% en términos reales). Los ingresos totales, en tanto, impactados por la sequía, estuvieron levemente por debajo de la inflación (-3% en términos reales).
La estrategia de ajustar a los jubilados y AUH y dejar que crezcan los otros componentes del gasto ha sido casi una constante en este gobierno (un interesante análisis del Instituto de Investigaciones Económicas de la Bolsa de Comercio de Córdoba muestra este punto claramente). Qué lejos quedó esa irresponsable promesa de campaña de Alberto Fernández de aumentarle a los jubilados usando los intereses de las LELIQ. Esa sí fue una verdadera bomba para las expectativas en una economía endeble.
¿Son los números fiscales de enero 2023 una excepción y hubo una corrección significativa en 2022? Lamentablemente, los números fiscales de 2022 tienen “un lejos razonable, pero un pésimo cerca”. Tienen “un lejos razonable” porque el gobierno cumplió con la meta de déficit fiscal pactada con el FMI (2,4% del PIB contra una meta de 2,5%).
Sin embargo, tienen “un pésimo cerca” porque este déficit sigue siendo alto (recordemos que el déficit primario fue 0,4% del PIB en el último año del gobierno de Macri) y porque el cumplimiento ocurrió gracias a trampas contables. Sin trampas, el déficit fiscal de 2022 hubiera sido aproximadamente 3,6% del PBI, un 50% más alto que el número reportado.
¿Cuáles fueron las trampas que hizo el gobierno durante el año pasado para cumplir con la meta fiscal y mostrar algo de baja en el déficit? La trampa contable más grande apareció con el dólar soja, creación exclusiva de la gestión Massa. Bajo este esquema los exportadores de soja recibieron un tipo de cambio mayor al oficial. Esos pesos extras se los daba el BCRA a los productores, y luego recibía bonos del gobierno para compensar la diferencia cambiaria (si no el BCRA habría comprado dólares más caros de los que los vende). El gobierno, correctamente, registró como un ingreso corriente la mayor recaudación de retenciones que generó el tipo de cambio especial más alto. Sin embargo, no se registró como gasto el pago que le realizó el gobierno al BCRA para compensar la diferencia de cambio. Estimamos que el monto de gastos no contabilizados por este concepto fue equivalente a 0,7% del PBI.
La segunda trampa fue la contabilización de emisiones de deuda como ingresos corrientes. Los ingresos por este concepto totalizaron 0,6% del PIB en el año (el Fondo permitió contabilizar hasta 0,3% para la meta). La trampa funcionaba de la siguiente manera: por ejemplo, cuando un título de deuda se emite “sobre la par”, ese extra, usualmente un par de centavos, un monto irrelevante, se suele contabilizar como ingresos. Sin embargo, este gobierno multiplicó exponencialmente estos falsos ingresos de la siguiente manera: emitía un título de deuda en pesos indexados a la inflación en enero de 2022 y luego, a fin de año lo “reabría” haciendo una nueva emisión del mismo. Sólo por la inflación del año ese bono pasaba a valer casi 100% más. Ese 100% extra, que era deuda que había que pagar ajustada por la inflación, el gobierno lo registraba como un ingreso corriente.
La tercera trampa contable fue “pisarle” pagos a las empresas encargadas de administrar los mercados mayoristas de electricidad y gas CAMMESA y IEASA. Esto redujo transitoriamente el gasto en subsidios energéticos en aproximadamente 0,2% del PBI. “Pisar” la caja –una estrategia que el gobierno suele usar– consiste en retrasar el pago a proveedores aún cuando el gasto ya fue registrado. Esta diferencia entre gastos registrados y efectivamente pagados se llama deuda flotante y su aumento está limitado por el acuerdo con el FMI. En este caso, el gobierno fue más allá y directamente no registró ni realizó ciertos pagos a CAMMESA y IEASA. Así, redujo el déficit y evitó aumentar la deuda flotante, pero los pagos deberán registrarse –y pagarse– en algún momento.
En resumen, sin trampas, el déficit fiscal primario de 2022 hubiera sido más alto que el de 2021. La trayectoria fiscal sigue siendo muy peligrosa. El kirchnerismo tuvo y sigue teniendo una relación conflictiva con los números y la realidad (de la intervención del INDEC de hace unos años a las trampas actuales con los números fiscales). El camino no son los dibujos, las trampas y el humo sino dejar de agravar los problemas y empezar a resolverlos.
*El autor es profesor en la UTDT y asesor estratégico de la Bolsa de Comercio de Córdoba