Las tradiciones no sólo se heredan, también se crean
Hace unos días me encontré con estas palabras en redes: “Si no vienes de una familia unida, que una familia unida nazca de ti”. Sumé mi “like” a los miles que esta publicación ya acumulaba, y me quedé reflexionando sobre las realidades familiares que he tenido el privilegio de conocer como consultora familiar. Todas anhelan la unidad -¿quién no?-, pero con frecuencia perdemos de vista cómo cultivarla en medio de las exigencias y la rutina del día a día. Después de todo, la unidad familiar se construye con pequeños detalles constantes, no con grandes hazañas excepcionales.
La Navidad es un tiempo lleno de tradiciones, algunas más reflexivas que otras. La propuesta es regalarnos la oportunidad de repensar esas tradiciones y su potencial de promover una auténtica conexión intrafamiliar y no de tensión (como puede pasar con tradiciones que pierden de vista su objetivo: unirnos).
Las tradiciones no sólo se heredan, también se crean. Y no están asociadas necesariamente a eventos anuales (como las fiestas navideñas). Insisto, no se trata de grandes tradiciones sino de pequeñas acciones que creen memorias compartidas significativas en los miembros de la familia y recuerden “qué bien se está en esta familia”.
Según diversos estudios sobre el tema, entre ellos los de la Dra. Bárbara Fiese y la Dra. Susan Newman, las tradiciones en las familias impactan positivamente en varios aspectos, entre ellos:
· La transmisión efectiva de valores.
· El bienestar emocional y social de los miembros de la familia.
· Contribuyen al desarrollo de la identidad personal en adolescentes, sientan bases en la infancia que ayudan a atravesar los cambios de esta etapa.
· La conexión y el apoyo emocional.
· Se asocian a más satisfacción marital y a una percepción de mayores competencias parentales.
· Mayor resiliencia: nos llenan de buenos recuerdos que nos ayudan a superar los desafíos y nos ofrecen momentos de disfrute en medio de la vorágine diaria.
Espero que estos datos nos motiven a crear y recrear nuestras tradiciones familiares. Estas no sólo están asociadas a fechas especiales, pueden ser incluso diarias, semanales o mensuales. Para que sean acciones que merezcan convertirse en tradición deben tener un significado emocional, que sean momentos en que nos sentimos conectados y que deseemos repetirlos una y otra vez. Se necesita intencionalidad para incluirlas en medio de la rutina, no están libradas sólo a la espontaneidad y habrá días en que el momento no salga como se espera, pero en el vistazo general, si nos deja más recuerdos lindos que memorias que archivar, esa tradición estará cumpliendo su propósito.
Hay tantas posibilidades como familias. Pueden ser un saludo especial, una pregunta creativa que dispare conversaciones en la mesa familiar (por ejemplo, “qué cosa del día quisieras repetir y cuál borrar”), un ejercicio de gratitud antes de dormir, domingos de lectura compartida o de hacer deporte juntos, sábados de juegos de mesa, viernes de pizza y película en familia. Pensando en los cumpleaños o fechas especiales, puede ser un desayuno especial preparado por todos, picnics en la sala de la casa o citas individuales de un padre y uno de sus hijos.
Sea cual sea la tradición, la clave está en que nos una, que nos invite a desconectarnos del celular, a conectar con nuestras personas favoritas, y nos recuerde que el tiempo compartido es el mejor regalo para quienes amamos.
Docente del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral