Las redes: diversidad simplificada
Este año, el famoso sociólogo polaco Zygmunt Bauman dijo en una entrevista al diario El País de España: “La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. (...) En las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales”.
Si lo leés distraído, lo que Bauman dice puede sonar bien. Eso de “Tú le perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti” parece un mantra. Pero es probable que esté equivocado. La red no nos pertenece (pregúntenle a alguien que haya sido sancionado por Facebook si la red le pertenece o él le pertenece a la red). Es cierto que tenemos algunas facultades para sumar y eliminar relaciones, pero esa edición exige de una enorme prudencia y habilidad social porque puede tener consecuencias auténticas sobre la vida real. Rechazar o eliminar a una persona no es siempre, como supone Bauman, un movimiento impune.
Hoy las redes sociales son el sistema operativo mundial de las relaciones humanas. Un medio que nos da capacidades que se parecen al mismo tiempo al espiritismo, la telepatía y al espionaje. Las redes nos conectan con seres ausentes expandiendo la expresión de nuestra vida mental mucho más allá de nuestro mundo físico. En ese intercambio se construye gran parte de nuestra nueva identidad. Como sucede con la realidad aumentada, ahora somos el resultado exacto del acoplamiento entre dos mundos, el presencial y el virtual.
Bauman sostiene que la edición de relaciones culmina creando guetos donde todos piensan lo mismo y las posiciones se radicalizan. Sin embargo, parece que las cosas suceden exactamente al revés. Ahora sabemos mucho más de los que piensan distinto que antes.
Al contrario de lo que pasa en los contactos presenciales, que nos imponen un tipo de intercambio cauteloso que busca alinearse con la opinión de la mayoría por temor al aislamiento, en las redes –por la actitud incauta de escribir o publicar fotos a solas y desde el teléfono– es muy común que seamos transgresores y digamos lo que pensamos de verdad. Por eso nunca antes como ahora tuvimos que lidiar con tantas personas que piensan distinto a nosotros. Leemos gente que publica ideas que nos resultan demenciales, o apoya a personas o a causas que consideramos inaceptables, o gusta de lo que despreciamos. Raramente pasa algo así en una comunidad presencial llena de tácticas de fuga elegantes. La radicalización en las redes no surge de estar rodeados por gente que piensa lo mismo, sino de la provocación mental que significa enfrentarnos con los que piensan muy distinto. Es eso lo que produce la red: diversidad simplificada.
En un video de 1950 que circula en Facebook con más de cuatro millones de vistas, Bertrand Russell deja un mensaje al futuro que resulta una premonición: “En este mundo, que cada vez se vuelve más y más estrechamente interconectado, tenemos que aprender a tolerarnos unos a los otros”. Russell tenía razón: a mayor interconexión se requiere más tolerancia porque hay más enfrentamientos. Bauman está equivocado.