Las PASO, la mejor vacuna contra el Covid-19
El anuncio de aperturas y flexibilizaciones parece más vinculado a necesidades políticas que a datos sanitarios
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Y un día la pandemia quedó atrás. A pesar de que el mundo aún guarda un especial cuidado ante la aparición de la contagiosa cepa delta que generó distintos rebrotes en países que sostuvieron un plan de vacunación más efectivo y rápido que el nuestro, desde el martes, y con las medidas que adoptó el gobierno, en Argentina ni el barbijo quedó en pie.
Luego de mostrarse por más de un año y medio, con magros resultados, por cierto, como uno de los países que adoptó la estrategia más dura para enfrentar al virus, para el gobierno los efectos de las PASO funcionaron como la mejor vacuna para terminar con la pandemia.
La derrota electoral, además de generar un tsunami interno en el oficialismo, con peleas que pusieron al borde del colapso institucional al propio presidente Fernández, provocaron un cambio radical respecto al abordaje de la pandemia. Mágicamente pasamos a un escenario de superación del riesgo sanitario. Si bien los casos mermaron considerablemente, hace menos de tres semanas la misma ministra Vizzotti alertaba sobre la cepa delta, mostrándola agazapada “a la vuelta de la esquina” en una reunión del Consejo Federal de Salud (COFESA). Un ministro provincial que participó del encuentro recordó que ese día, ante la inquietud de algunos funcionarios del interior sobre la necesidad de extender las aperturas, la ministra respondió: “Las restricciones no le gustan a nadie, pero hay quienes se olvidan que hay una pandemia”. Por eso llamaron la atención sus anuncios directos en búsqueda de una normalidad, ante la atenta mirada del flamante jefe de gabinete, Juan Manzur, seguramente el autor de estas nuevas medidas y, para no pocos en el gobierno, el nuevo ministro de Salud en las sombras.
Justamente se trata de aperturas que ya fueron varias veces requeridas por dirigentes de la oposición y de vastos sectores de la sociedad, a quienes por esa razón y en distintos momentos, desde el gobierno se los refutó y catalogó de “inútiles”, “irresponsables”, “peligrosos” y hasta de “criminales”. Ahora todo cambió.
“Ahora nos acusan de libertinos los mismos que nos acusaban de encerradores”, dijo Fernández ayer. Siempre tirando de la cuerda, desafiando, generando antinomias. Nunca entendió que la sociedad pedía medidas estrictamente sanitarias y que no estuviesen contaminadas por encuestas de opinión o de conveniencia política, algo que esta semana quedó absolutamente demostrado que es así. Pero, a partir de ahora, ya no será el Presidente quien anuncie medidas respecto a la pandemia; su credibilidad se encuentra en niveles subterráneos y su tono soberbio y altisonante, que curiosamente señaló hace días que no habita en él, pero que está presente en cada aparición pública, podría generar más bronca generalizada respecto a la situación.
Todo el oficialismo deberá modificar su discurso y hasta la estética de su campaña, porque hasta el fin de semana anterior, y bajo el lema “La vida que queremos”, se mostraba a ciudadanos posando en afiches con tapabocas, escena que quedó vieja ante la nueva realidad.
Todo el oficialismo deberá modificar su discurso y hasta la estética de su campaña, porque hasta el fin de semana anterior, y bajo el lema “La vida que queremos”, se mostraba a ciudadanos posando en afiches con tapabocas
Será muy atractivo observar cómo conviven estas nuevas aperturas con la mirada del doctor Daniel Gollán, uno de los impulsores más duros de las restricciones, primero como ministro de Salud bonaerense, y ahora como candidato a diputado nacional en esa provincia. Gollán llegó a decir el 11 de junio del año pasado, cuando se registraban 1386 contagios y 30 muertes, lejos de los promedios actuales, sobre la polémica por los runners: “Cuando uno corre sin barbijo, las microgotas pueden llegar hasta ocho metros”. A favor de Gollán vale decir que en ese momento los casos estaban en aumento y que aún la ciencia desconocía muchas cosas sobre el Covid, pero el ejemplo sirve para recordar el fanatismo por sostener decisiones sanitarias sin permitirse discutir alternativas. Claro, eran tiempos en los que el miedo le ganaba a la razón y las encuestas favorecían al gobierno. Quince meses después, los resultados de las PASO demostraron que las convicciones no eran tan genuinas y que estaban atadas a encuestas de opinión; sino no se entiende cómo se pasó de una semana a otra de pedirles a los ciudadanos que el día de la votación llevaran un pegamento para lacrar el sobre y una birome para firmar el acta como una manera efectiva de evitar contagios, a dejar de utilizar el tapabocas de modo obligatorio en espacios abiertos.
En ese sentido, vale recordar que hace pocos días, el intendente de Tigre, Julio Zamora, increíblemente justificaba en una entrevista radial el cierre de las escuelas por más de un año: “Miren lo que pasó en la ORT”, decía, a propósito de un brote que afectó a un grupo de alumnos de primaria.
Párrafo aparte para los expertos que asesoraban al Presidente. Los argentinos también merecemos una explicación de parte de los especialistas que aconsejaron al gobierno durante la pandemia; saber si ahora fueron consultados, si la nueva decisión está basada en algún informe epidemiológico, si ya dejaron de asesorar al gobierno o si no son más escuchados, porque muchas de las decisiones adoptadas durante todo este tiempo estuvieron presentadas a la sociedad como una recomendación de ese grupo de profesionales destacados. ¿O será que también el resultado de las PASO los corrió de la escena y de las decisiones y ellos aún no se enteraron?
Los anuncios fueron tan apresurados que tampoco fueron consultados los distritos. En el Gobierno de la Ciudad se enteraron por televisión de los cambios. Por eso el ministro Quirós respondió de modo contundente: “Sabemos que en el espacio abierto la contagiosidad es mucho menor, pero en la Ciudad pretendemos llegar al 70% de la población con las dos dosis de la vacuna antes de tomar este tipo de medidas” (por la del barbijo).
La gran mayoría esperaba estas aperturas; las necesitaba, porque las restricciones generaron un daño a la economía, a la educación y al comportamiento social que llevará demasiado tiempo sanar. No pasa inadvertido que todas las medidas restrictivas del oficialismo fallaron. Ahora también se sabe que nunca creyeron en ellas y que solo tenían como objetivo ocultar la falta de testeos y la tardanza en el errático plan de vacunación para llegar de la mejor manera a las elecciones. Todas las preocupaciones y las advertencias que metían miedo quedaron guardadas junto con las urnas hasta noviembre próximo. Esa será la prioridad y no la pandemia de aquí en más.
La carta electoral está sobre la mesa, ya juega y espera resultados. Ojalá que el virus no reaparezca con ganas de ganar la partida.