Las PASO 2019, una giornata particolare
Ustedes eran muy chicos y no se acuerdan, pero el sábado 10 de agosto de 2019 fue el último día feliz para 41% de los argentinos, por lo menos. "Los mercados creen en las chances del oficialismo. Suben 10% las acciones argentinas en Wall Street", tituló esa mañana La Nación. "Cierre optimista de los mercados: bajó el riesgo país y la bolsa subió 7,8%", fue la tapa de Clarín. No eran solo fantasías hegemónicas. La realidad empujaba y el recuperado Indec lo registraba. Después de un año de caída, la economía daba signos de recuperación. En julio, el PBI había crecido 1,2%; la industria, un 3%; y la construcción, 3,3%. Datos mensuales que anunciaban una veloz salida de la recesión. Por primera vez, la luz al final del túnel creado por la corrida cambiaria de 2018 estaba a la vista.
No faltaban los problemas, pero la inflación mensual había bajado del 5,9% al 2,2%; los salarios habían crecido el 4,7% intermensual, y el índice GINI, que mide la desigualdad, (0,434) había casi recuperado el valor (0,427) de 2016. El país había vuelto al equilibrio energético y al superávit comercial (+951 millones de dólares) y los argentinos ocupados eran 12.073.000, casi medio millón más que el mismo mes del año anterior. El optimismo reinaba en el gobierno y sus jefes de campaña. Se descontaba una derrota en las PASO, el día siguiente, pero se confiaba en dar vuelta la elección cuando los efectos de la recuperación impactaran positivamente en la situación social.
El país supo que el peronismo kirchnerista inauguraría en diciembre su cuarto ciclo en el poder, y los efectos no se hicieron esperar
Pero podía fallar, y falló. El domingo 11 de agosto fue una jornada particular. La diferencia entre Fernández y Macri no fue de cinco sino de diecisiete puntos; más de cuatro millones de votos. Esa misma noche, el país supo que el peronismo kirchnerista inauguraría en diciembre su cuarto ciclo en el poder, y los efectos no se hicieron esperar. El dólar, que había cerrado en baja a $46,8 el viernes, cerró el lunes a $59. Los bonos argentinos cayeron 55%, las acciones argentinas en Wall Street bajaron 72% y el Merval perdió 57% en dólares en un día, la segunda entre las peores caídas en la historia de los mercados mundiales. Todas ellas, bajas que expresaban el pánico ante el riesgo peronista, mucho mayor que el riesgo país.
Fue lo ocurrido aquel día particular de agosto lo que detonó también la sustentabilidad de la deuda. Basta recurrir a un material abundantemente exhibido por el oficialismo: el informe del FMI de febrero de 2020, que declaró que la deuda argentina no era sostenible. En él, el FMI recordó que la situación había cambiado desde julio de 2019, el mes anterior a las PASO: "El personal del FMI notó que la capacidad de enfrentar el servicio de la deuda pública de la Argentina se deterioró significativamente en comparación con el último análisis de sostenibilidad de la deuda con el FMI, publicado en julio de 2019… En esa ocasión, la evaluación general fue que la deuda pública de la Argentina era sostenible". La deuda que era sostenible en julio ya no lo era en febrero porque la causa de su insostenibilidad no es su magnitud respecto del PBI, menor a la de muchos países, sino la desconfianza en la capacidad de pago de una economía en manos, otra vez, del movimiento nacional y popular.
Nada muestra mejor ese recelo que el total rechazo de las ofertas de refinanciación de la deuda en dólares, que tenían una aceptación del 80-90% antes de las PASO, y la suba exponencial del riesgo país, exhibido con letreros rojos de alarma en las pantallas de la Patria durante el gobierno de Cambiemos y eternamente oculto cuando gobiernan los muchachos. Era de 872 puntos el viernes anterior a las PASO, que se transformaron en 1467puntos el lunes, llegaron a 1957 en dos días y fueron 2523puntos tres semanas después. No era ya riesgo país argentino sino puro riesgo peronista, e implicaba que para refinanciar la deuda no debíamos pagar 9% anual de intereses sino 25%, ya que el futuro gobierno estaría en manos de quienes se enorgullecen de combatir al capital.
Si el triunfo peronista implicó la casi triplicación del riesgo país, ¿es aventurado suponer que esos nueve puntos porcentuales que se exigían para refinanciar la deuda en julio habrían caído fuertemente en el caso de un triunfo de Juntos por el Cambio en el contexto global actual, de intereses cercanos a cero? ¿No es razonable suponer que una refinanciación sin default habría tenido con Macri, al menos, una alta posibilidad de concreción? Nunca lo sabremos. Nunca sabremos qué habría pasado con un hipotético triunfo de Macri-Pichetto, pero sí sabemos cuáles fueron los efectos de aquella jornada particular de las PASO de agosto de 2019: de julio a septiembre la economía pasó de un crecimiento mensual de 1,2% a una baja del 1,7%, de una inflación mensual de 2,2% a una de 5,9%, de un +3% y +3,3% en industria y construcción a un -4,8% y -5,1%, y de 64.278 millones de dólares de reservas del BCRA a US$48.703 millones. En dos meses. Allí está, la insostenibilidad.
Hoy miramos con nostalgia los datos macroeconómicos de la "tierra arrasada" anterior a aquellas PASO: un virtual equilibrio de apenas medio punto de déficit primario (contra el 12% que se prevé para 2020); más de 20.000 millones de dólares de reservas más que hoy; 1,2 billones de pasivos del BCRA entre Leliq y pases, que ya se duplicaron; el dólar a $47 (contra los más de $130 actuales); una base monetaria de $1.344.749 millones, que también se ha duplicado; empresas cotizantes en el Merval que valían en dólares más del doble que hoy, y depósitos privados en dólares superiores a los 33.000 millones (contra los menos de US$20.000 millones actuales, pese al cepo). Activos macroeconómicos de la "tierra arrasada" de Cambiemos que han permitido que el país no estallara a pesar de la recesión más brutal de su historia, y que el virrey Alberto y la reina Cristina han dilapidado en solo medio año, de lo cual no solo es responsable la pandemia sino la falta de plan económico, la inseguridad jurídica, las medidas anticapitalistas y el abuso medieval de un recurso escaso como la cuarentena.
El domingo 11 de agosto de 2019 fue una jornada particular. No tanto como el encuentro romano entre Hitler y Mussolini que retratara Ettore Scola en Una giornata particolare, aquel impiadoso J’accuse contra el pueblo italiano por su complicidad con el fascismo, pero un día trágicamente decisivo para nuestro país. "Si el kirchnerismo gana, esto es solo una muestra de lo que puede pasar. Es tremendo… No le echamos la culpa a la gente por cómo ha votado, pero es interesante que analice las consecuencias de ese voto", sostuvo Macri después de la hecatombe del lunes, cuando nuestro país y sus activos pasaron a valer la mitad. Fue una declaración muy criticada, como sucede aquí con todas las declaraciones que no buscan agradar sino decir la verdad. Así nos va.
Si aquel domingo fue una giornata particolare, el lunes fue el inicio de un nuevo país; el viejo y fracasado país de siempre, el país que cree que la justicia social se construye destruyendo la República y que bastan la magia populista y las leyendas y los relatos para llenar los bolsillos y las heladeras. Es bueno recordarlo hoy a esa parte de la Argentina cortoplacista cuya memoria histórica se mide en meses. Hace apenas un año que sucedió.