Conflictos
"Estoy bien con Macri, salvo obviamente la diferencia en materia de impunidad".
(De la diputada Elisa Carrió)
Terminó una semana de conflictos internos, uno en el seno de la Corte y dos en la coalición gobernante.
Como si la Corte no tuviera una parva de expedientes que resolver, se enfrentaron el expresidente Ricardo Lorenzetti y su sucesor, Carlos Rosenkrantz , con el pretexto del Centro de Información Judicial (CIJ), un sitio proclive a las grandes fotos de algunos miembros en su discurrir protocolar y académico. El CIJ fue el emergente de un conflicto más hondo, uno más en nuestra Justicia.
En Cambiemos, el radicalismo y Lilita Carrió volvieron a confirmar que su verdadera vocación es la oposición más que las alianzas. Tantos años deambulando en el desierto afilaron el olfato de los radicales y de Carrió para los desastres inminentes, olfato que difícilmente pueda desarrollar el macrismo porque lo suyo es el camino de cornisa con obstáculos autoimpuestos.
Cuando se supo que los usuarios compensarían a las empresas productoras de gas por la devaluación, el radicalismo se opuso a los gritos y el Gobierno reculó alardeando una vez más de su creatividad para generar cimbronazos evitables.
En cambio, lo de Carrió es más profundo. Viene de antes y podría alcanzar ribetes de drama griego. Desde que vio en Macri al único recurso para evitar la perpetuación del kirchnerismo, Carrió armó Cambiemos haciendo a un lado sus antiguos cuestionamientos al expresidente de Boca. El fin parecía justificar los medios, como siempre lo hace. El fin es un hechicero convincente, hipnótico, cuando hay dos bandos enfrentados por el odio.
Ahora como antes, Lilita trata de evitar que ciertos renuncios en la lucha del Gobierno contra la corrupción -sumados a la intervención de gestores en la Justicia- manchen su larga trayectoria, y recurrió a las amenazas: "O elige [entre Angelici o ella] o cae [Macri]". Después, el clásico repliegue táctico: "Lo que dije esta mañana [pedir la renuncia de Garavano] fue una broma".
Más allá de sus idas y venidas dialécticas, ella sabe que es demasiado tarde para abandonar la nave que botó. "No rompo Cambiemos porque yo lo creé". No puede. La suerte de Cambiemos es la suya. Descartada una mejora económica como legado, al Gobierno solo le queda procurar el legado de la transparencia. Y a Carrió le toca intentar que lo comprenda. Ahí se juega su futuro, pero también, y mucho más, su pasado.