Las palabras
Pongan mucha atención, oficialistas: el principal partido de la oposición está comenzando a alimentar dudas sobre la fortaleza de vuestras convicciones democráticas. Las dudas que amenazan con turbar el sueño de ese bello durmiente, de ese "gigante al que arrullan sus anhelos", como diría Chabuca Granda, no son pequeñas, como las de Fernando, sino que tienen, según el presidente del radicalismo, la condición de fuertes. Las dudas fuertes despiertan los sentidos, aguijonean las percepciones. Al experimentar fuertes dudas, la gente comienza a percibir aquí y allá señales que pasaban de largo cuando no había motivos de sospecha. ¿Qué hicieron mal, muchachos del Gobierno, para agitar de esta manera los fantasmas dormidos de la UCR?
Probablemente fueron las incidencias del caso Ciccone las que provocaron este pronunciamiento del ingeniero Barletta. Es una hipótesis, por supuesto, nada más que una conjetura, pero es que sólo un escándalo como ése es capaz de sacar de quicio a un sujeto de carácter templado, llevándolo a expresiones de una energía y un vigor de los que nadie lo sospechaba capaz. "¡Fuertes dudas!" Vaya epíteto... Se diría que el hombre está furioso...
Es cierto que no hay nada que temer en lo inmediato. No hay problema ninguno, compañeros, si en los próximos meses ponen a una tía del vicepresidente en lugar de Rafecas para que lo investigue, si reciclan al Gordo Bolú para que imprima los billetes, si se deciden a invadir Carmelo, si prohíben la circulación de camiones por rutas nacionales para jorobarlo a Moyano o si aprovechan los partidos de fútbol para hacerle propaganda a Alicia mientras medio Gran Buenos Aires sigue sin luz por el tornado. Las fuertes dudas radicales por el momento no fastidian. Pero cuidado, que por algo se empieza. De un año para otro, se pueden transformar en certezas. Y es incluso probable que hagan algo. Por eso es necesario reforzar la estrategia. Hay que matar las dudas antes de que crezcan.
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