Las máximas de San Martín para su hija
Allá por 1850, un 17 de agosto, moría en Boulogne Sur Mer, Francia, el general José Francisco de San Martín. Nuestro héroe resplandece en nuestra memoria y en nuestro corazón no solo por sus éxitos libertarios, sus campañas, su sobriedad o sus exilios, sino también por aquellas recomendaciones que redactó para su hija Merceditas, nacida del matrimonio con María de los Remedios de Escalada. En 1825, y estando ocasionalmente en Bruselas, escribió “Máximas para mi hija”, manuscrito original que se guarda con celo y extremo cuidado en el entrañable Museo Mitre. Imaginemos un padre distante por sus obligaciones, pero que es consciente del legado moral con que debe ser criada esa hija, de apenas 8 años.
Son 12 consejos simples y sencillos que aún hoy, casi 200 años después, son inspiradores para todos los padres sobre cómo educar a los hijos. Claros en sus enunciados, pero que revalorizan el legado que cada padre debe depositar en su descendencia. Con frecuencia, en los más diversos ámbitos sociales o educativos, se oye que no hay colegios que enseñen a ser padres, pero en este caso existen solo 12 recomendaciones para que nuestros hijos, más allá de ciertos ajustes formales, reciban, desde la palabra y la recomendación paternal, consejos sobre cómo comportarse y conducirse en la vida.
El primero de ellos sugiere que se le enseñe a Merceditas a humanizar el carácter y hacerlo sensible, aun con los insectos que nos perjudican. El segundo afirma, sin ambages, que se la inspire en el amor a la verdad y el odio a la mentira. En tercer lugar se sugiere que estime la confianza y valore la amistad, pero unidos al respeto. A continuación, se reclama que Merceditas desarrolle la caridad hacia los pobres. Se afirma, seguidamente, que respete la propiedad ajena. Y también, que se la acostumbre a saber guardar un secreto. A continuación, que sea indulgente hacia todas las religiones. La octava máxima resalta el valor de la dulzura para con los criados, los pobres y los viejos. La novena aseveración, brevemente, dice que hable poco y lo preciso. La décima sugiere que se acostumbre a estar formal en la mesa. La undécima resalta el amor por el aseo y el desprecio al lujo y, finalmente, se indica que se le inspire amor por la patria y por la libertad.
Frente a los tiempos nuevos, y sin renegar de los adelantos comunicacionales, los cambios de formas o las consecuencias de adelantos cibernéticos, sin discriminaciones, con apertura intelectual y previendo el mundo que se avizora, releer estas “Máximas” provee a cada padre instrumentos sólidos para inculcar en nuestros hijos; lo que no tiene tiempo de caducidad, lo que sobrevive a todo, lo que no pierde vigencia, lo inalterable. Aquello que, depositado en nuestros hijos, los transformará en hombres y mujeres con ética y valores. La llave para ser buenas personas y ciudadanos dignos. Nada de lo afirmado por el General San Martín ha perdido vigencia; por el contrario, tiene las fortalezas indestructibles de las reglas sin tiempo, con las cuales debemos vivir y convivir en comunidad. En estos principios estará la fortaleza que nace de lo inconmovible y conforma con solidez la condición humana en su devenir.
Es de dignos argentinos recordar a este héroe en su fecha, exhibiendo al hombre, al simple padre que pone sobre su hija un modelo ético, libre, sin prejuicios, con valores vigentes y plenos para enfrentar la vida. El general San Martín es el Padre de la Patria y tenemos, en estas líneas, un ejemplo vital de esa condición.