Las huellas argentinas del oro nazi
Registros contables del Banco Central, que pudieron ser consultados por La Nación, confirman que sumas multimillonarias en lingotes llegaron aquí sobre el final de la Segunda Guerra Mundial. Los cazadores del perdido oro nazi creen que pudo tratarse de una espectacular maniobra de lavado como secuela del conflicto.
L os registros contables del Banco Central de la República Argentina (BCRA) de las décadas del 40 y del 50, hasta ahora secretos, acreditan fehacientemente la revelación en Europa de que Portugal, Suecia y Suiza giraron hacia Buenos Aires grandes capitales al final de la Segunda Guerra Mundial.
La contabilidad del BCRA, a la que La Nación tuvo acceso en exclusividad, ha suscitado ya gran expectativa entre los cazadores del perdido "oro nazi", que buscan con afán documentación de su paso por la Argentina y de su probable lavado como secuela de la guerra.
Los datos ahora revelados toman aún más valor en el plano internacional si se tiene en cuenta que la Argentina fue percibida como uno de los refugios más seguros de jerarcas nazis durante la etapa inicial del primer gobierno de Juan Domingo Perón. El entonces presidente tuvo en su entorno una comisión de "allegados" que facilitaba la entrada en el país de fugitivos del Tercer Reich.
Hacia el Gran Tesoro
Entre 1942 y 1944, instituciones tales como el Banque Nationale Suisse, el Sveriges Riksbank de Estocolmo y el Banco de Portugal constituyeron gigantescos depósitos de oro "en custodia" en el Gran Tesoro del BCRA.
Finalizada la guerra, estos países neutrales rápidamente rescataron los capitales resguardados. Para 1952, todos habían cerrado sus cuentas. No hay evidencia en los libros disponibles de que en los años anteriores a la guerra estos u otros bancos hayan constituido cuentas semejantes ni que alguna vez después volvieran a abrirlas.
El dato más llamativo que surge de los registros del BCRA es el depósito en custodia que abrió el Banco de Portugal en julio de 1942. La fecha concuerda con las recientes revelaciones sobre la ruta que tomó una porción del llamado "oro nazi" a través de los países neutrales de Suiza y España hacía Lisboa.
Portugal habría recibido 280 camiones cargados de oro alemán que cruzaron España desde Suiza. Esas barras totalizaban un valor de alrededor de 1500 millones de francos suizos. Agentes norteamericanos en la ciudad de Berna descubrieron esta maniobra en 1946, e informaron a Washington que las barras con el sello alemán hicieron el trayecto a lo largo de 1943.
Según el informe al que recientemente han tenido acceso los historiadores, contribuyeron al operativo una compañía de transportes, funcionarios de aduanas y oficiales alemanes, españoles, portugueses y de la Francia ocupada, así como ciudadanos suizos. El documento top secret indica que el oro salió del Swiss National Bank. Los camiones lucían los colores helvéticos.
Pero las barras alemanas no siguieron camino hasta el Río de la Plata, o por lo menos no lo indica así la contabilidad del Banco Central. El mecanismo fue otro: Portugal compró barras ya existentes en Buenos Aires, que fueron separadas y colocadas a su nombre en las arcas argentinas.
Llamativamente, los lingotes adquiridos lucían el sello del Imperial Mint, de la ciudad de Osaka, y provenían "de las adquiridas al Banco del Japón", como ha quedado escrupulosamente anotado en los libros sobrevivientes del Gran Tesoro. Pero no existe constancia similar alguna que demuestre cuándo y por qué la Argentina adquirió las aludidas barras al aliado asiático del Tercer Reich.
Las anotaciones sugieren además, muy fuertemente, que el Banco de Portugal habría empleado estas barras para disimular operaciones simultáneas a la llegada del oro alemán a Lisboa a través de una desenfrenada sucesión de transacciones con Buenos Aires.
En un espacio de 23 meses, las dos instituciones realizan 17 operaciones de compraventa con las barras japonesas. Jamás salen de las arcas argentinas. Sencillamente cambian de dueño. Una y otra vez. Para cuando Portugal cierra su cuenta, en junio de 1944, un total de 486 lingotes con un valor actual de 73 millones de dólares (mucho mayor en aquella época) ha mágicamente cambiado de manos utilizando siempre las mismas 97 barras, que en su conjunto pesan 1,4 tonelada.
"Yo diría que estaban tratando de ocultar algo", es la apreciación de un norteamericano experto en transacciones financieras consultado al respecto.
Desde Estocolmo
El Estado sueco se ha impuesto el deber de descubrir exactamente cuáles fueron sus lazos financieros con el nazismo. El primer ministro Goran Persson ha formado una comisión y la tradicional familia Wallenberg, severamente cuestionada por su rol durante la guerra, en un valeroso acto ha abierto sus archivos a los investigadores.
Con seguridad, los ojos de Suecia eventualmente se posarán sobre una fortuna en lingotes depositada en custodia en el Banco Central en mayo de 1944.
"Se da entrada a 170 barras de oro llegadas en el vapor Anita procedente de Durban, Sudáfrica, y que se depositan "earmarked` (N. de la R.: en custodia) a la orden del Sveriges Riksbank, Estocolmo," rezan los registros de ese mes.
En marcado contraste con el agitado baile que sufren las barras portuguesas, el oro sueco duerme el más plácido de los sueños en las arcas argentinas. Portan el sello "Rand Refinery Ltd, South Africa". Pesan un total de 2,1 toneladas. Están prolijamente numeradas, desde la 6793 hasta la 6967, con solamente cuatro pequeños saltos en la secuencia.
Finalizada la guerra, las sobrias barras suecas, que hoy se cotizarían en 25 millones de dólares, son retiradas "para ser embarcadas, oportunamente, con destino al Federal Reserve Bank of New York", el 24 de octubre de 1947.
El protagonismo helvético
Es la banca suiza, sin embargo, la que suscita el mayor interés de los cazadores del oro perdido. No se sentirán defraudados por el destacado protagonismo helvético en el Banco Central. "Se da entrada a 20 barras de oro que se depositan earmarked a nombre de la Banque Nationale Suisse, Berna", indican los registros de noviembre 1944.
El relativamente pequeño depósito efectuado en los últimos meses de la guerra se agiganta abruptamente cuando ésta finaliza. En marzo y abril de 1946, Suiza le compra 450 barras al Banco Central, que quedan a su nombre brevemente en la Argentina. Los 470 lingotes pesan 6,3 toneladas y portan los sellos del Imperial Mint, del Assay Office-New York y del Bank of England. Hoy valdrían alrededor de 70 millones de dólares en el mercado internacional del oro.
A las pocas semanas, con igual brusquedad, la casi totalidad de estas barras es reescriturada a nombre del Central. Los abultados pases de nombre entre los dos bancos continúan. El 15 de marzo de 1947 el banco suizo reconstruye sus tenencias mediante una abultadísima compra, elevando su alicaído saldo a 466 barras. Menos de un año después, a principios de 1948, repite una gigantesca operación al devolver 170 barras al BCRA. Hasta este momento, como en el caso del Banco del Portugal, las barras nunca abandonan el Gran Tesoro. Sólo cambian de titularidad.
Finalmente, entre fines de 1951 y principios de 1952 la cuenta se cierra. "Se da salida a 296 barras de oro pertenecientes al depósito de oro earmarked a nombre del Banque Nationale Suisse, Berna, que se retiran del Compartimiento N° 5 para ser enviadas oportunamente por vía aérea con destino a los titulares del citado depósito", precisan los registros. Las 296 barras que parten aparentemente hacía Berna pesan 3,6 toneladas.
Con la información hecha pública hasta el momento sería temerario afirmar que estos pases oculten algún "oro nazi". Pero, dadas las fechas, más el hecho de que el Banco Central alega haber destruido toda la documentación complementaria al mero registro de entradas y salidas, debería por lo menos consultarse la contabilidad sobreviviente en el banco de Berna al respecto.
La segunda cuenta más voluminosa en custodia por parte de un banco suizo corresponde al Credit Suisse, de Zurich, abierta el 10 de abril de 1942 con un depósito inicial de 29 barras provenientes del Banco Central de Chile.
Esta cuenta se caracteriza por sus operaciones cruzadas con personas físicas extranjeras que también mantienen oro en custodia en la Argentina.
Alcanza su más alto nivel de 48 barras (584 kilos) en diciembre del 1945, justamente después de finalizada la guerra. Es finalmente cerrada en septiembre de 1948.
Cuentas privadas
Cuentas de menor importancia fueron abiertas por otros bancos extranjeros: el De Javasche Bank, de Batavia; el Banque Cantonale, de Zurich; el Banque Federale SA, de Ginebra; la Union de Banques Suisses, la Société de Banques Suisse y el Banco Central de Chile.
Asimismo, un total de 16 empresas e individuos extranjeros de Amsterdam, Santiago, Ginebra, Alemania, Panamá, Montevideo, Tangiers, Zurich y Madrid depositaron barras de oro en la Argentina durante la guerra.
Entre ellos se encontraba el notorio magnate austríaco Fritz Mandl, un fabricante de municiones que escapó a la anexión de su país por Hitler al principio de la guerra, trayendo consigo 40 barras de oro que depositó en custodia en el Banco Central en 1939. Mientras Europa ardía, Mandl era visto en los bailes porteños del Embassy de la calle Florida. Fue acusado, quizás injustamente, de ser agente financiero nazi en Sudamérica por el Departamento de Estado, que buscó asociar su imperio económico con el Hermann-Goering-Werke, un pulpo de industrias que controlaba el Mariscal del Tercer Reich del mismo nombre.
Debido a estas acusaciones, Mandl fue arrestado y estuvo a punto de ser entregado a los Estados Unidos para su extradición, al finalizar la guerra. Finalmente habría llegado a un acuerdo por el cual, a cambio de una generosa contribución a la campaña política del coronel Juan Perón, se le permitió continuar en la Argentina.
Testimonios de la colectividad alemana indican que este método fue aplicado en el caso de varios empresarios de ese origen que estaban en la mira de Washington, y que se convirtieron así en forzados financistas de la primera hora del peronismo.
Los libros del Banco Central también registran depósitos provenientes de Londres y Nueva York, de Samuel Montagu & Co, del Guaranty Trust Company, delIrving Trust Company y del Swiss Bank Corporation, aunque estos depósitos datan mayormente de 1939 y muestran poco movimiento durante la guerra. El Bank of England encabeza la lista de depositantes en custodia, con 605 barras entre 1939 y 1946.
Muy sugerente
El envío de oro en custodia desde países neutrales va en paralelo con un vertiginoso crecimiento en las barras de oro propias del Banco Central. Las constancias disponibles dibujan un inquietante arco dorado que se eleva sobre los años de la guerra, crece abruptamente apenas ésta concluye y decae vertiginosamente tres años después.
Al promediar la contienda, en agosto de 1942, el Banco Central atesora apenas 120 barras de oro propias. Para su finalización, en abril de 1945, la cifra se ha elevado a casi 4500. Dos años más tarde, tras un astronómico salto, se atesoran 23.654 lingotes. La caída será análogamente estrepitosa: para mayo de 1948 el Banco Central conserva apenas 117 barras bajo su nombre.
Esta inusual curva del oro propio seguramente guarda mejor relación con los vaivenes de la economía argentina durante la guerra y los jugosos pagos que recibió por sus exportaciones, una vez que ésta concluyó, que con algún probable "oro nazi". No deja de ser, sin embargo, altamente sugerente y digna de investigación.
El botín de Goering
"Hermann Goering dio plata a un hombre que ya murió para que comprara una estancia en Córdoba", dice el abogado con aplomo. "Cuando se suicida Goering en su celda (en octubre de 1946, luego de ser sentenciado a muerte por los jueces de Nüremberg), el hombre pasa de la nada a tener una estancia sensacional. No tenía a quién devolvérsela y además nadie se la reclamó. Era un arreglo personal."
Quien habla es Pedro Bianchi, el singular defensor del recientemente extraditado ex SS Erich Priebke y de Wilfred von Oven, un alemán actualmente residente en la localidad bonaerense de Bella Vista, que fue asistente del ministro de propaganda del Tercer Reich, Josef Goebbels.
La revelación del máximo abogado de los nazis sobrevivientes en la Argentina respaldaría la tesis del ex secretario del tesoro norteamericano Henry Morgenthau, quien afirmó en un informe secreto de 1945 que la Argentina era "el punto neurálgico de actividad financiera y económica nazi en este hemisferio".
Fax de uno de los libros del BCRA que acredita la entrada de fondos
Morgenthau calculaba que unos mil millones de dólares habían sido secretamente invertidos en empresas, estancias y compañías de seguro de este país por el nazismo derrotado.
Goering y Goebbels habrían hecho buen uso de las valijas diplomáticas que en esa época se les facilitaba a banqueros y empresarios suizos. "Se informa que el reichmarshall Goering utilizó este método para transferir fondos personales", dice un memorándum del cónsul general norteamericano en Austria en 1946.
Goering envió más de 20 millones de dólares de su botín hacia Buenos Aires a través del Schweizer Bankverein, de Ginebra, cuyo representante en la Argentina era un alemán con nacionalidad argentina, según el informe norteamericano.
Goebbels, en tanto, habría enviado dos millones de dólares en valijas diplomáticas suizas que fueron depositados en una caja de seguridad de un banco controlado por alemanes.
Lamentablemente, Bianchi prefiere no identificar al presunto testaferro de Goering. "¿Para qué meterme en camisa de once varas? La familia va a llamar para gritarme. El hombre, un argentino de apellido alemán, lo conocía personalmente a Goering. El mismo me contó la historia."
Suena demasiado increíble. "Pero es real: se quedó con la estancia", insiste el abogado.
Orgulloso, Bianchi exhibe una daga negra que lleva incrustados en plata el doble rayo de la SS, un águila y una esvástica. Da pudor tomarla. "Era de un general de la SS y me la regaló Vön Oven. Está firmada", cuenta.
Al desenvainarla aparece, efectivamente, grabada en la hoja, la firma del primer responsable, después de Hitler, de la "solución final", Heinrich Himmler.
"Una vez la llevé a un asado." dice Bianchi. ¿Causó la daga algún estremecimiento entre los comensales? "¡No! -ríe con picardía- Eran todos militares argentinos, así que..."
Para Alemann hay mucha leyenda
Un destacado miembro de la colectividad germana, el ex ministro de Economía Roberto Alemann, ha sido invitado a formar parte de la comisión gubernamental que en breve comenzará a investigar el pasado nazi de la Argentina.
Durante la Segunda Guerra, su padre dirigía el Argentinisches Tageblatt, un pequeño diario publicado en Buenos Aires en alemán y logró provocar la ira de los jerarcas del Tercer Reich.
"El diario, que Hitler denostaba y caricaturizaba y Goebbels se atrevió a calificar de germanos atrofiados de pies zambos, ya en 1933 había sido prohibido en Alemania y la Universidad de Heidelberg hasta despojó del título de doctor a su editor Ernesto Alemann", relata el libro Un santuario sudamericano, del profesor Holger Meding de la Universidad de Colonia.
Hoy día, la familia Alemann continúa al frente del Tageblatt y es objeto de constante consulta por historiadores extranjeros que investigan el Cuarto Reich en la Argentina. A continuación, el ex ministro discute el rol pro nazi que se le ha adjudicado a algunos argentinos de origen alemán.
-Dos de los personas más nombradas en relación con Perón y el "pasado nazi" de la Argentina son el empresario Rodolfo Freude y su fallecido padre, Ludwig Freude...
-Perón conoció a Ludwig Freude cuando estuvo en Mendoza, cuando Freude construía caminos entre Mendoza y San Juan para su empresa, la Compañía General de Construcciones. Se hicieron amigos. Cuando Perón llegó a la presidencia le pidió a Freude que le diera al hijo como secretario privado. Lo tuvo un tiempo muy corto, ya que Freude se peleó con Evita y Juan Duarte, que no lo toleraron. Yo fui al colegio con Rodolfo y conocí a su padre, Ludwig, que en el año 1954, ya muerta Evita, se le acercó a Perón para sugerirle que encarara la devolución de la propiedad alemana en la Argentina, que había sido confiscada por el gobierno al finalizar la guerra. Entonces se constituyó la Federación Argentino-Germana, la FAG, que todavía existe, que empezó los primeros tramites de devolución. Con el gobierno de Perón se obtuvo muy poca cosa, pero con el de Aramburu se devolvieron todas las propiedades. Esa fue toda la actuación de Ludwig Freude. Pero él apareció en el "Libro Azul" del Departamento de Estado norteamericano como el receptor de los fondos nazis, que no era para nada.
-Hay documentación sobre Rodolfo Freude como un nexo entre Perón y el comité de recepción de fugitivos alemanes que actuaba en la Dirección de Migraciones luego de la guerra.
-Puede ser que al principio haya sido un nexo y punto. El estuvo poquitos meses ahí. ¿Y después qué? Habrá tenido una relación funcional desde la secretaría de la Presidencia. Alguien tenía que hacer de nexo. Pero no era Rodolfo Freude el que los quería traer (a los alemanes). Era Perón. ¿Me comprende? ¿Qué es un secretario privado? Es un amanuense. Esta fue toda la política de Perón: traer técnicos alemanes, cosa que hicieron los soviéticos, los ingleses y los americanos. Yo conocí a algunos de ellos, como el general Galland (un as de la Luftwaffe), un hombre muy simpático, señorial, y también alguna vez lo habré visto al profesor Kurt Tank (un diseñador de jets que encabezó la fábrica militar de aviones en Córdoba). Estaban aterrados de lo que era la desorganización de las empresas militares argentinas. Ellos vinieron acá bajo la idea de que entrarían a una organización industrial del Estado organizada como en Alemania, donde uno da una orden y se cumple. Acá daban una orden y no pasaba nada. Se fueron aterrados. Pero cuando Perón trajo técnicos alemanes se le metieron bajo el ala todos estos nazis fugitivos, los Mengele y Eichmann y todos ellos. Pero de los 40.000 inmigrantes que vinieron de Alemania después de la guerra, por razones fundamentalmente de hambre, ¿cuántos eran fugitivos o criminales de guerra? Muy pocos. Los casos conocidos son una docena o algo así. Con eso se agota la cosa.
-¿Por qué se pelearon Rodolfo Freude y Evita?
-El nunca me lo contó: me dijo que no se entendían. Evita era muy rencorosa y no admitía a nadie alrededor de Perón. Juan Duarte se le metió adentro y Freude se abrió. Así que la relación de Freude como secretario privado de Perón fue de muy corto tiempo. Fue desplazado por la influencia de Juan Duarte y de Evita.
-¿Por qué cree que los Estados Unidos intentaron con tanta insistencia extraditar a empresarios alemanes de la Argentina?
-En esa época los Estados Unidos luchaban económicamente contra los intereses alemanes, porque querían sacárselos de encima como competidores. Y, de paso cañazo, a los ingleses también. De eso no hay duda alguna. Como la Argentina era el único país de América que no había estado alineado con la guerra hasta último momento, ellos utilizaron la presión del instrumento económico. Como siempre lo han hecho, como siguen haciéndolo. Cuando ellos indican a un país como adversario, le aplican todos los torniquetes económicos. Eso es lo que hicieron con los alemanes acá. Entonces, las figuras de Richard Staudt, Thilo Martens y Ludwig Freude, que eran los hombres de negocios más prominentes de la colectividad, estaban en las listas (de supuestos agentes nazis que publicaban los Estados Unidos).
-¿Para usted ninguno de ellos actuó como receptor de fondos nazis?
-¡No! El otro día se publicó en un diario norteamericano una lista de transferencias que se hicieron en esa época. Yo la miré y eran todas normales, pagos comerciales o privados de ninguna importancia que se hacen permanentemente. Si acá había firmas alemanas que eran filiales de firmas matrices en Alemania, obviamente hacían cobros y pagos. No dice nada eso. Absolutamente nada.
-¿No tenían estos empresarios nexos muy cercanos con la embajada de Hitler en Buenos Aires?
-Por supuesto. ¿Quién no los tenía? Ludwig Freude estaba en una posición intermedia. No era miembro del partido, pero tampoco era antinazi. Era un alemán local, cuidaba sus intereses y los de sus amigos. Los americanos se la agarraron con él y le atribuyeron toda clase de maquinaciones, pero nunca se le probó nada. Después está la historia de los submarinos nazis que trajeron el oro. Se menciona a la familia Lahusen, que tenían estancias en la Patagonia y que el submarino llegó allí. También dicen que ese dinero fue dado en pago a Perón y Evita por los servicios prestados. Pero en todo esto hay tanta imaginación y suposiciones, que es muy difícil afirmar si fue así.
-¿Se tiene que descartar, entonces?
-Hasta que no se pruebe, hay que descartarlo. Son dimes y diretes.
-¿Y la familia Lahusen y los submarinos?
-Es lo mismo. Los Lahusen eran una familia de alemanes de acá que tenían grandes estancias en la Patagonia y un negocio de lanas. Eran alemanes locales, como lo eran parientes míos, mis abuelos y mis bisabuelos. Tenían relaciones y viajaban, pero no formaban parte del elenco del Partido Nazi. Esos eran otros tipos. Todo este juego viene de la guerra, de la animosidad americana contra la Argentina porque no fue aliada. Durante 50 años han estado diciendo eso. De cierto hay algo, pero no tanto.
-¿Y qué hay de nazis como Wilfred von Oven, que sí tuvieron puestos clave en el Tercer Reich y después jugaron un papel importante en la comunidad alemana local?
-Ese está acá. Escribió una carta a nuestro diario porque lo mencionamos. Está enojado con nosotros: dice que nunca fue nazi. Era militar, teniente, y lo mandaron como destacado del Ejército a la oficina de propaganda de Goebbels. A causa de eso escribió un libro que se llama Con Goebbels hasta el final. En la Argentina fue diez años redactor en jefe del Freie Presse, el otro diario alemán de la colectividad. Después publicó aquí semanarios o mensuarios alemanes en los cuales defendía la tesis de que el Holocausto es una mentira. Afirmar eso en Alemania, hoy, es criminalmente punible. El lo afirmó durante añares. Yo leía siempre estas revistas. El enemigo era Roosevelt, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Todos estaban confabulados contra ellos y lo de los campos de concentración era una mentira inventada por los judíos. Es un antisemita profundo. Pero parece que no ha tenido actuación mayor en el Partido Nazi. Acabo de leer en la revista alemana Der Spiegel que en los años 50 se les arrimó el señor Von Oven contándoles todas las internas de la Secretaría de Información de Goebbels y que ellos después lo tuvieron un tiempo como corresponsal en la Argentina.
Von Oven dice que era miembro del Partido Liberal, que lo desnazificaron los ingleses después de la guerra. Pero yo he leído las publicaciones que hacía y eran ideología nazi pura.