Las horas más oscuras de la Argentina
"The Darkest Hour" es uno de los films más sorprendentes que estrenó Netflix en tiempos de pandemia. Con una feroz interpretación de Gary Oldman, la película dirigida por Joe Wright se centra en uno de los momentos que marcó el siglo XX y el destacado rol que tuvo la figura del primer ministro inglés, Winston Churchill, para resistir al avance nazi en Europa. La claridad argumentativa y la valentía de Churchill, entre sus virtudes más acentuadas, permitió derrotar a Chamberlain y a importante facción de británicos que deseaban mantener un equilibrio con la Alemania nacionalsocialista de Adolf Hitler y apaciguar el inexorable enfrentamiento que ocurriría con el régimen totalitario. Churchill es autor de frases célebres como "¡No se puede razonar con un tigre cuando tu cabeza está en sus fauces!". En los momentos más oscuros de los pueblos, no hay lugar para posturas tibias. No se puede estar bien con Dios y con el Diablo.
La resistencia heroica de Churchill terminó prevaleciendo a la pasividad de sus oponentes. Hitler caería derrotado tras mantener en vilo al mundo durante una década.
La Argentina no es la Inglaterra de los años 40 ni el cuarto gobierno kirchnerista es comparable con el nazismo. Lo que sí siente una considerable proporción de la sociedad argentina es que, nuestro país, está atravesando horas realmente oscuras, con un final, cada vez más incierto.
La cuarentena eterna se convirtió en la gran excusa del control social del Poder Ejecutivo, el cyberpatrullaje de la ministra de Seguridad, la antropóloga Sabrina Frederic, y la naturalización de la violencia institucional de las policías del interior del país. El falso progresismo vernáculo se acostumbró a utilizar el barbijo pero, no para taparse la boca, sino, directamente para callarse. Las organizaciones de derechos humanos, artistas militantes y el conjunto de ONG que denunciaban desapariciones forzosas y represión ante cada aparición de la exministra de Cambiemos Patricia Bullrich hoy guardan un respetuoso silencio ante lo que ocurre en los feudos del norte argentino.
El falso progresismo vernáculo se acostumbró a utilizar el barbijo pero, no para taparse la boca, sino, directamente para callarse
Los infectólogos que aseguraban que Argentina evitaría el desastre sanitario si mantenía una estricta cuarentena justificaron la repentina aparición de 3200 muertos por Covid-19 en la provincia de Buenos Aires como si fuese un simple error de cálculo. En el distrito gobernado por Axel Kicillof apretaron F5 y no renunció nadie. Argentina va camino a ingresar en el top 6 de contagios de coronavirus y la curva no se aplana más. A pesar de que el Presidente niegue la existencia de la cuarentena, en el interior del país regresaron las fronteras internas como si estuviésemos en el siglo XIX y nadie sabe, con certeza, cuándo regresarán los niños al colegio, las familias a vacacionar o los abuelos a celebrar navidad con sus nietos.
El Gobierno se olvidó de la salud pero tampoco le presta demasiada atención a la economía. Argentina devalúa su moneda como el Presidente, su palabra. La pobreza alcanza al 41% de la población, el desempleo crece 3 puntos –a pesar de la prohibición de despedir empleados-, el dólar no tiene techo, la recesión es la más pronunciada de la historia reciente y no hay plan más allá de frases hechas, parches que ya fracasaron y peleas estériles con el sector productivo, la clase media, el campo y con la realidad.
La única preocupación de la virtual Presidenta de la Nación es asegurar su impunidad y vengarse de sus opositores políticos, el periodismo de investigación y la justicia que se animó a decirle que no. En su departamento en Recoleta, Cristina Fernández de Kirchner, se enteró del 5 a 0 de la Corte Suprema de Justicia en contra de sus intereses y lo interpretó como "un Golpe de Estado". Educación Cívica, a marzo. Hay un sector de la población argentina que festeja que se filtre información, en una causa judicial con dudosa actividad delictiva, los datos personales de un expresidente que incluyen hasta su usuario en Netflix. El dato lo reveló Camilo Cagnacci en PeriodismoyPunto. Es la Argentina de la doble vara: Los que denuncian ser víctimas de espionaje ilegal graban a sus supuestos extorsionadores, los filman, los siguen, les sacan fotos -como pasó en la causa Dolores con el fiscal Carlos Stornelli- o les parece correcto que se conozca la intimidad de un exmandatario como Mauricio Macri por eso de que "a Cristina la allanaron en El Calafate". La teoría de los dos demonios o el relativismo absoluto de un sector del periodismo local, olvida que, mientras a la expresidenta se la investigó por ser jefa de una asociación ilícita cuyo objetivo era saquear arcas del Estado y ya tiene, en su contra, una docena de procesamientos confirmados por la Cámara Federal, al otro expresidente se lo allanó por "violación de cuarentena".
Ante la incertidumbre política, económica, social y moral -ya se ha escrito infinidad de notas sobre el caso del exdiputado Juan Ameri-, el país atraviesa sus horas más oscuras. Nadie sabe si la clase dirigente argentina cuenta con un Churchill vernáculo.
La enseñanza que nos deja la historia mundial es que los momentos más inciertos y oscuros pueden iniciar el camino para empezar a cambiar el rumbo.
Autor de "Érase una vez en Argentina"