Las encuestas te muestran tanto como te ocultan
Siempre pensé que el nivel de ansiedad que normalmente tengo era uno de mis grandes defectos. Pero en el marco de la situación actual que viven el círculo rojo, los políticos y parte de la sociedad en relación a los números que arrojan las encuestas, empiezo a pensar que sufro una patología que me excede; mal de muchos consuelo de tontos. Mi frase de cabecera cuando alguien quiere saber el resultado exacto de las elecciones es la siguiente: es más barato (y productivo) comprarse un ansiolítico, que un relevamiento de 1500 casos.
Y ¿por qué digo esto?
En la actualidad existen múltiples problemas para comprender a la sociedad en base a una encuesta, pero principalmente hay tres que son determinantes: El primer problema es la metodología, el segundo es el humor social frente a la política y el tercero es el momento de la medición. Estos elementos preconfiguran una situación que vuelve difícil pensar que los números que estamos viendo en relación a las figuras que aspiran a la Presidencia puedan considerarse, como mínimo, aproximados a lo que sucederá en un escenario electoral.
Comencemos el análisis al respecto del momento de la medición. No sé si les habrá pasado en algún momento de haber disfrutado de alguna comida suculenta y que sin darse cuenta, han pasado las horas y deben decidir en una cena con otras personas, qué comer. Si uno estuviera solo, tiene claro que probablemente no comería. Pero habiendo otras personas en el medio y siendo la comida una actividad social importante (por sobre todo en la familia), se ve obligado a definir porque uno no quiere sentarse frente a los demás sin un plato de comida, parece hasta irrespetuoso. Y así, uno define su próxima comida con desgano y obligación.
Eso que acabo de describir es lo que está sucediendo en una gran parte de la población cuando se le consulta a través de sondeos, a quién va a votar si las elecciones fueran hoy.
La gente no quiere decidir, pero está obligada a hacerlo cuando la consultan. Y es ahí donde se establece el primer problema. "¿Qué querés comer? Estoy lleno, gracias. Pero algo tenés que comer, ¿que preferís? Te digo que estoy lleno, gracias. ¿Pero nos vamos a sentar y vos no vas a comer nada? Bueno está bien, me como una milanesa." El cerebro va hacia los lugares de fácil acceso, las comidas mas sencillas, aquello que siempre está en el menú. Ese es parte del problema. Se le está preguntando a la gente por un menú que tiene dos platos muy claros: Kirchnerismo y Macrismo. El resto de los platos los están escribiendo en ese momento en la cocina (Massa, Lavagna, Urtubey, Manes y otros). Ni siquiera los tenés escritos en la carta. Es bastante claro que es un error interpretar que siempre eligiría una milanesa. Otra situación distinta sería sentarme a elegir mi próxima comida con el estómago vacío, con ganas de comer y un menú completo para elegir.
El segundo punto más claro, es el humor social frente a la política. Aquí la cosa, no se divide en tercios, acá es binario. Hay un sector que se explica a sí mismo, a través de la eliminación del otro del mapa. Eso es el kirchnerismo y el macrismo. Por razones distintas, pero con un mismo resultado final son gemelos en su ADN. Esos sectores hablan, discuten y enarbolan las banderas de la destrucción del enemigo. El tercer sector, es el que está cansado de la violencia, que busca otra opción; este cluster puede llegar a contener hasta la mitad de la población. Lo más interesante de esto, es que ese sector es el más desencantado con la política. Ese sector es el que mayoritariamente ve con más esperanzas que aparezca un candidato por fuera de la grieta. A su vez, es el sector que cree a su interior y en comparación con sus hermanos guerreros, que la política no va a cambiar el destino del país y a su vez, que menos está interesado en la política como un tema cotidiano. Tremendo problema para alternativas electorales que no sean Macri o Cristina, si la decisión de a quien votar, hay que tomarla hoy. Por sobre todo pensando que las personas, antes de elegir un candidato en los escenarios que se le proponen, declara en un 62,8% que aún no tiene decidido a quién votar y de nuevo, cuando uno evalúa eso en los candidatos que todavía no están definidos, ese número aumenta por arriba del 75%.
Por último, tenemos el problema metodológico. No hay metodologías que no tengan sesgos, no sólo respecto al canal (a algunas les cuesta encontrar a las clases bajas, otras a los jóvenes, otras sobredimensionan a los mayores, etc.) sino también respecto al tipo de persona que responde cada uno. Pero hay algo específico que generalmente no se evalúa, que es lo que hoy está convirtiéndose un problema en los relevamientos sobre las próximas elecciones presidenciales. La diferencia hoy metodológica más grande se encuentra en el tipo de interacción que tiene el encuestado. Las encuestas Presencial o CATI (telefónica con operadora) tienen una relación con el encuestado enormemente superior a otras como el IVR (Mensaje Grabado con Voz) o WEB (Encuesta por Internet). En el caso del presencial o CATI, la conversación se da con una persona, el compromiso para no abandonar la encuesta es otro. En el caso de las encuestas IVR o WEB, no hay un lazo social con otro ser humano, el abandono es mucho mas fácil. Lo que hemos encontrado es que ese abandono en las encuestas IVR o WEB se produce en muchos casos cuando la persona empieza a escuchar o visualizar que la encuesta es sobre política. Entonces, ¿quiénes son las personas más proclives a abandonar ese tipo de encuestas? Exactamente las personas menos politizadas, aquellos que están por fuera de los polos Macri-Cristina, lo que produce una sobre representación de la grieta y excluye a terceras opciones, por eso es que espacios alternativos aparecen con un menor volumen en ese tipo de encuestas que hoy son la mayoría del tipo que circulan por lo accesible, económicamente hablando, de su ejecución.
Como se puede observar, estamos utilizando herramientas para pronosticar el futuro, que no sirven en el contexto que estamos. Vemos en los estudios de IVR y WEB un desbalance frente a las opciones por fuera de Macri y Cristina que no son representativas de la realidad. La ansiedad para salir de la grieta pone a algunos en el complicado lugar de tener lecturas que reafirmen esa posibilidad, cuando todos los instrumentos de navegación con que estamos evaluando la realidad siempre van a apuntar hacia cualquiera de esos dos mundos en guerra. Esa foto no es la película.
Hoy, hay aproximadamente un 50% de la sociedad que no quiere más enfrentamientos, ni dilemas dicotómicos. Será responsabilidad de quienes toman decisiones en esta búsqueda de una alternativa entender que el conjunto de las opciones por fuera de la grieta mide entre 20 y 30 puntos (dependiendo qué candidatos y cómo se presenten). Y también será responsabilidad de ellos presentarse como una opción aglutinadora y no una suma de voluntades dispersas que sigan sumando a la confusión.
El piso de esa tercera opción es de 11 puntos (son las personas que nunca votarían a Macri ni a Cristina). El techo es de 64 puntos (son todos aquellos que podrían votar a cualquier opción que no sea Macri o CFK, sin excluirlos a ellos). Entre esos márgenes está la posibilidad de la competencia para un nuevo espacio.
Once puntos de piso para la tercera opción en una PASO (que es una elección muy distinta de la general) es un muy buen punto de partida para conformar una opción competitiva, de cara a las generales, más aún los 30 que representan la suma de esos candidatos por fuera de la grieta en los actuales relevamientos vía CATI.
Espero que la ansiedad propia de una población que no tiene la tranquilidad de saber qué va a pasar en un mes, o una semana, no obture las reales posibilidades a las que determinado sector de la población está dispuesta a considerar. De esa capacidad de visión a futuro, paciencia y lectura acertada de la realidad, depende el destino del país por fuera de la grieta.