Las dificultades de pensar una perspectiva a mediano plazo
Vale la pena, a la hora de trazar una perspectiva hacia adelante, recordar cuál era el pronóstico para este año que trazaban los principales analistas económicos a fines de 2019, y confirmar así el impacto que tuvieron en la actividad la pandemia y la cuarentena. Sirve también para confirmar que, en todo caso, la peste agregó un problema (de enorme magnitud, claro) a los que arrastraba la Argentina, y que siguen estando en la mayoría de los casos sin resolución.
El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que hace todos los meses el Banco Central mostraba en enero que las principales consultoras y bancos pronosticaban para 2020 una caída del PBI de 1,5%, una inflación anual de 41,7% y un dólar mayorista que cotizaría a $78,70 para esta época. Pronósticos que duraron un suspiro con la irrupción del Covid-19.
Según los últimos datos oficiales, el PBI se derrumbó 10,2% en el tercer trimestre respecto de un año atrás, y ahora se calcula que la caída anual estaría probablemente algo por encima de esa cifra. El dólar mayorista ya supera los $83, casi 40% más que a principios de año, confirmando la estrategia del Banco Central de aplicar pequeñas devaluaciones periódicas para que el tipo de cambio acompañe la inflación y no se atrase. La inflación es la variable que cerraría el año por debajo de aquellos pronósticos, pero no es para ilusionarse: en un contexto recesivo, el dato anualizado a noviembre marca un 35,8% y en 11 meses sumó 30,9%.
Este resumen vale para considerar que en el mundo el actual, y más en la Argentina, hoy no resulta más claro que hace un año trazar una perspectiva a mediano plazo. Pero sí se puede esbozar cuáles son los principales problemas que enfrenta la economía hacia adelante, que, como se dijo, ya estaban en el momento de asumir el gobierno del Frente de Todos, en buena medida heredados de la administración Macri o incluso antes
Recesión, desempleo y pobreza; inflación, brecha cambiaria, déficit fiscal y falta de financiamiento. Como se ve, una lista de la que en la Argentina se viene hablando desde hace demasiado tiempo, difícil de enfrentar y, sobre todo, imposible sin pensar en un enfoque integral, que al menos hasta ahora no se vislumbra. Para no hacerla "fácil", hoy hay que sumar la incógnita de si tendrá éxito o no la vacuna contra el Covid, por el impacto que podría tener en una eventual nueva ola de contagios y, como estrategia para evitarlos, otra vez una cuarentena recesiva.
Más allá de la pandemia, en el próximo año se presentan dos mojones: el cierre de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyas discusiones prometen durar más de lo deseado por el ministro Martín Guzmán y probablemente llegue cerca de marzo o abril. Y las elecciones parlamentarias de octubre, con o sin PASO en agosto, que aportan su alto grado de incertidumbre.
En ese camino, el Gobierno tendrá a favor un contexto internacional favorable, el tantas veces señalado "viento de cola". A la llegada de las vacunas (de confirmarse su éxito) se suma un mundo de bajas tasas de interés, impulsadas sobre todo por Estados Unidos. El paquete de ayuda que el entrante gobierno demócrata de Joe Biden promete aplicar traerá aparejado un debilitamiento del dólar y, con ello, mejores precios internacionales para las materias primas. Los precios de los productos agrícolas y sus derivados, pilares de las exportaciones argentinas, acercarán así entre 3000 y 4000 millones de dólares adicionales a las alicaídas reservas del Banco Central y mejorarán al mismo tiempo la recaudación impositiva (vía retenciones). A esto se sumará, según prevén varios analistas, una recuperación de la demanda de China y, si se confirma la tendencia observada hasta ahora, la situación de la economía de Brasil, principal socio comercial de la Argentina, hoy en vías de recuperación.
¿Es suficiente? Hay que recordar que la exitosa renegociación de la deuda externa en manos privadas que el Gobierno alcanzó en agosto (y cerró en septiembre) no tuvo mayor repercusión favorable más allá del primer mes, y el riesgo país de la Argentina se mantiene hoy cercano a los 1400 puntos básicos. Para llegar al primer mojón, el acuerdo con el FMI, Martín Guzmán debería garantizar una serie de reformas y metas macro que, al menos desde el lado cristinista de la vida, no parecen potables, menos en un año electoral. Cómo lograr que en 2021 el déficit fiscal baje al 4,5% del PBI desde el 7/8% que cerrará este año es una incógnita.
El Gobierno tendrá a favor un contexto internacional favorable, el tantas veces señalado viento de cola. A la llegada de las vacunas se suma un mundo de bajas tasas de interés
Dos elementos son claves. Aunque el kirchnerismo es ducho en amenazar por izquierda y ajustar por derecha, la decisión de Cristina Kirchner de concentrar la decisión sobre las tarifas de electricidad y gas, y la prolongación del congelamiento hasta marzo, ponen dudas sobre un ajuste que permita bajar los abundantes subsidios que paga el Estado. Claro que, del otro lado, aumentar las tarifas en un año electoral no parece una receta que el Gobierno vaya a aplicar sin más.
Sí hay dos señales de ajuste en materia fiscal. Si finalmente se aprueba la nueva fórmula de movilidad de las jubilaciones propuesta por el Gobierno, los haberes previsionales no se ajustarán por la inflación, lo que según cálculos de expertos moderaría el gasto de la Anses. Por otra parte, según el Presupuesto 2021 aprobado por el Congreso, el año próximo desaparecería buena parte del gasto social que implican el pago del Ingreso Familiar de Emergencia y los programas ATP para que las empresas cubran el pago del 50% de la nómina salarial. Eso solo daría un ahorro de 2,5% del PBI, según cálculos de consultores privados. Música para los oídos de los técnicos del FMI. Por eso es clave saber si la cuarentena terminará de aflojarse o, si arrecian los contagios, se vuelve más estricta y hace más necesaria aquella ayuda.
Con una inflación que rondará entre 40 y 50% y una recuperación de la actividad que apenas superaría 4/5%, es clave saber cómo evolucionará la situación social y el control político. A veces parece olvidarse que en la Argentina la pobreza afecta a más del 40% de la población y que el desempleo, si se cuenta a quienes dejaron de buscar trabajo por efecto del desaliento, ronda el 20%.
Cristina Kirchner insistió el viernes 18, en el acto en La Plata, en que la apuesta oficial es a que la economía se recupere por el consumo. Una estrategia de patas cortas, como lo demuestra la larga experiencia de la Argentina (y de casi todos los países). ¿Y la inversión? Nadie espera un aluvión de capitales hacia estas costas, especialmente por las malas señales que no dejan de emitirse desde el Gobierno. Y menos aun apuestas de largo plazo, con la excepción de algunos pocos sectores.
¿Cómo juegan las elecciones en este sentido? Lo resume un destacado consultor: "El panorama no va a cambiar en lo inmediato. Si gana el Gobierno, los inversores van a seguir esperando qué señales da después de octubre. Si gana la oposición, refuerza la idea de que tienen que esperar, dado que es una elección de medio término".
Pese a todo, bienvenidos a 2021, otro año en el que la mediocridad económica (por lo menos) ganará espacio.