Las designaciones en la Corte Suprema
Se le atribuye al jurista Rafael Bielsa una frase a primera vista banal, pero con un significado enorme para la economía y los mercados: “Si la Justicia anda bien, aunque todo ande mal, todo puede andar bien; si la Justicia anda mal, aunque todo ande bien, todo va a andar mal”.
Es por esto que las designaciones en la Corte Suprema de Justicia constituyen un dato fundamental para el análisis, que trasciende los límites del derecho: permite entender la cosmovisión que tiene un gobierno de la calidad que pretende del sistema institucional y así, vaticinar lo que viene y cómo viene, más que para lo inmediato, para el mediano tiempo histórico.
Los antecedentes dan pistas cruciales. Desde la vuelta de la democracia, en general se dio primacía a tres aspectos: los antecedentes técnicos y la integridad de los candidatos, más allá de que se pueda o no estar de acuerdo con su pensamiento; su procedencia, atento a que el federalismo en el Senado no se puede pasar por alto, y asegura, además, una mirada desde la Justicia de un país vertebrado y no centralista; como tercero, ya más cerca en el tiempo, el género de las personas propuestas, en la búsqueda de un equilibrio entre hombres y mujeres.
Tres elementos, entonces, que, independientemente del signo político, marcaron una línea en la selección de los jueces para la integración del máximo tribunal de Justicia. En un caso, sin embargo, hoy tan reivindicado desde una memoria selectiva en cuanto a lo institucional, se hizo caso omiso y se siguió otra línea. Se inauguró uno de los tiempos más bochornosos de la historia de la Corte, marcado por lo que se denominó vernáculamente “pragmatismo”: el logro fue el control del Poder Judicial a través de lo que se llamó la “mayoría automática”. Para ser más directos y concretos: en 7 minutos se aprobaron pliegos de cinco candidatos; no eran jueces independientes sino obedientes del poder de turno.
Como siempre con las cuestiones institucionales, al principio fue un dato menor para el mercado, y ni qué hablar para la gente de a pie. Hoy, con perspectiva histórica, es posible sostener que esa fue una de las expresiones más marcadas del inicio de una década de decadencia moral que nos trajo hasta acá.
Se sumó luego otro caso que acentuó la caída libre. Empezó bien, pero terminó agregándose a esa línea con astucias igualmente graves. Con algo de arrepentimiento por su accionar inicial, aquel gobierno quiso componer la marcha con cambios en el número de integrantes y, cuando no fue suficiente, pretendió ir por todo. Por suerte no pudieron. No sería osado sostener que en ese límite se salvó el sistema institucional argentino de una debacle completa.
El Gobierno hizo conocer dos candidatos para la Corte Suprema. Ojalá sirvan estas reflexiones para los senadores de la Nación porque, como se puede ver, no es anecdótico lo que está en juego. También, para los operadores del mercado, porque todo tiene su precio, y en este caso es el más importante de todos: se llama riesgo político.