Las clases deben empezar en tiempo y forma
Durante la presidencia de Néstor Kirchner se sancionó y promulgó la Ley 25.864/03 que establece un mínimo obligatorio de 180 días de clases para todo el territorio nacional, la cual nunca se cumplió en todo el país. Y esto se debe a que todos los años, los sindicatos, encabezados por el dirigente Roberto Baradel, utilizan el mismo y antiguo mecanismo de paro docente unido a la batalla de los salarios.
Esta forma de protesta afecta negativamente la calidad educativa del país, y por ende, del futuro de nuestros hijos. No es admisible al día de hoy coartar la igualdad de oportunidades, afligiendo únicamente a los más vulnerables, a los que más sufren.
La educación es el principal factor en el desarrollo del capital humano, siendo este recurso primordial para generar riqueza y en definitiva mejorar el nivel de vida de las personas. En mi libro, "El poder de la educación", destaco el rol esencial y protagónico de la educación en la generación de riqueza y demuestro como las personas somos quienes hacemos la diferencia.
Esta es una buena noticia, ya que el capital humano es un recurso que podemos crear, pero para desarrollar el capital humano hay que invertir en la gente, en educación. La educación se tiene que transformar en el principal objetivo de todos los argentinos, quienes tenemos que reclamar la revolución educativa, la tan buscada modernización de la educación. Esa modernización debe tener en cuenta que los chicos que entran hoy a la escuela van a trabajar en un mundo completamente distinto cuando la terminen.
En este sentido, es fundamental tener docentes muy capacitados, con un alto prestigio en la sociedad, enmarcados en un ámbito profesional competitivo y que se destaquen frente a los docentes de otros países. Es importante que la Argentina se destaque en los exámenes PISA y otras evaluaciones estandarizadas internacionales. Es esencial que los docentes se acostumbren a ser evaluados constantemente y a que su trabajo pueda estar sujeto a mediciones que permitan calificar su actividad, buscando esta excelencia. En ese contexto, sería muy importante poder diferenciar e incentivar, premiando a aquellos docentes más destacados. Jerarquizar la carrera docente, elevarla a nivel de licenciatura universitaria y prestigiarla socialmente está directamente relacionado con mejores remuneraciones.
Considerar únicamente el aumento salarial docente, que es la preocupación central hoy por hoy de los sindicatos, no va a generar ningún beneficio a la educación del país si no se lo enmarca dentro de un paquete de reformas mucho más amplias.
El calendario escolar argentino se ubica en menos de 720 horas de clase, quedando por debajo de la media de la OCDE, muy por detrás de los principales países del mundo, y si nos comparamos con América Latina, detrás de Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile y Cuba. Por otra parte, a este calendario no tan exigente, además debemos restarle los días de clases que se pierden debido a reclamos sindicales. En este contexto, no debería sorprendernos que los chicos argentinos tengan malos resultados en los exámenes internacionales.
Los argentinos tenemos que entender que las leyes no son una recomendación, son obligatorias y son la base del sistema republicano. Los reclamos sindicales pueden ser legítimos pero pierden legitimidad cuando violan la ley para lograr sus objetivos. El planteo de "queremos más o las clases no comienzan" es extorsivo. No cumplir con los 180 días de clase es ilegal, y además genera un perjuicio directo a los chicos de menores recursos condenándolos a un futuro de pobreza y exclusión.
Tenemos que buscar formas de reclamo que estén dentro de la ley y que no perjudiquen a los más vulnerables: nuestros hijos.
Las clases deben empezar en tiempo y forma.
Abogado especialista en educación y autor de "El Poder de la Educación".