Las brujas no existen
Cintas rojas, ristras de ajo, vinagre, hacer cuernitos... todo sirve a la hora de manipular la suerte a nuestro favor
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También dicen que las hay… Y la suerte corre por ahí y hasta el menos supersticioso prefiere tocar madera para estar a salvo. Gatos negros, escaleras a las que no se les pasa por abajo y espejos rotos con siete años de mala suerte. Todo eso existe (o no) pero por las dudas hay que abrir el paraguas (jamás dentro de la casa) y estar preparado.
Acá la lógica no corre ni para desearle buena suerte a un ser querido ni para espantar las malas vibras. El ejemplo más claro: pisar merd es de buena suerte. Incluso, en la Argentina se desea el éxito con la frase: “Mucha merd”. Curiosidad al margen: esto proviene de la época en que la gente iba al teatro en carros tirados por caballos. Cuanta más merd había en la puerta del teatro, más convocante era la obra. Los ingleses dicen: “Break a leg”. Traducido: “¡Rompete una pierna!”. Así se hace alusión a la época en que el público les tiraba monedas a los actores para pagarles. El grato deseo oculto era que se “rompieran una pierna” agachándose para juntar tanto dinero.
Más de uno en Inglaterra, dicho sea de paso, no se anima a nombrar a una famosa obra de Shakespeare porque siempre trajo mala suerte (actores heridos, teatros en llamas, problemas técnicos). La obra es: “M_cbeth” (complete usted en su casa).
Todos los actores son muy cabuleros y cumplen con el reglamento: el color amarillo no se usa arriba del escenario; tampoco se utilizan gnomos de jardín; no se regalan claveles (significa que no seguirás en la obra); y no se usan plumas de pavos reales (se dice que parecen un ojo diabólico). Para algunos casos hay explicaciones, para otros… la suerte está echada.
En la mesa también se sirve la suerte. La sal no se pasa de mano en mano y cuando se brinda es con la mano izquierda y mirando a los ojos (si no, son siete años sin sexo, aunque ese dato no está chequeado).
Que las personas coloradas sean señaladas por muchos maliciosos como portadores de mala suerte es, por lo pronto, un error garrafal. Nunca falta el desubicado que se toca una parte íntima (esa que está sobre las rodillas y bajo la cintura y que no es la billetera) cuando las ven. ¿Será cierto que traen mala suerte? Habría que preguntarle a Alexis Mac Allister, campeón del mundo y estrella del Liverpool, si esto es así (la frase es retórica, o sea, nadie le va a preguntar).
¿Uno puede repeler la mala suerte o gestionarla a su favor? Mostaza Merlo hacía “cuernitos” con sus dedos para ahuyentar jugadas de gol en contra; otros hinchas gritan “Kiricocho” para mufar a sus rivales y nunca falta el que cita al expresidente (todos saben a cuál, no hace falta escribirlo).
Incluso, los que quieren protección diaria llevan cinta roja en una de sus muñecas, o la estampita de un santo o tienen una herradura colgada en su casa. Los más avanzados en espantar los males del destino pasan vinagre blanco por los marcos de las puertas (de paso la puerta huele a ensalada), o tienen una planta Espada de San Jorge, o hasta una ristra de ajo (con esta última también se evita un ataque de Drácula).
En las redacciones, por su parte, existe una frase que jamás se dice ante un día tranquilo. El latiguillo prohibido es: “Qué tranquilo todo, ¿no?”. Hay una gran posibilidad de que, tras decirla, exploten tres guerras, se mueran dos ganadores del Oscar y haya cuatro cadenas nacionales.
Rara vez se podrá saber por dónde vendrá la buena o mala suerte. Hay que cruzar los dedos por más que eso sea confuso: si se cruzan en alto se buscará que todo salga bien y, si se hace a escondidas, se usará como salvoconducto para no cumplir con lo que se está diciendo. Al fin y al cabo, muchos podrían pensar que todo se reduce al destino y a lo que tiene preparado para cada uno.
¿O será una cuestión de suerte?