Larreta quiere “educar” a Milei en sus ratos libres
La áspera táctica del Presidente para disciplinar y acallar a los díscolos inquieta al exprecandidato presidencial; en el Gobierno lo ignoran
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Con motivo del 80° aniversario del natalicio de ese increíble dibujante y cuentista de refinado humor que fue (y sigue siendo) Roberto Fontanarrosa, su amada ciudad natal, Rosario, se vistió de fiesta para homenajearlo con un festival de tres días, que contó con un invitado muy especial como Joan Manuel Serrat. Como además se cumplieron veinte años exactos del Congreso Internacional de la Lengua Española, en el que el negro Fontanarrosa tuvo una participación memorable y desopilante, en los últimos días fue muy recordada su intervención en defensa de las malas palabras, “que las vamos a necesitar”, predijo. Y no se equivocó.
En la semana que pasó, el exjefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta tuvo actividades eclécticas y acaso contradictorias: viajó a Paraguay para ver a su Racing querido consagrarse campeón de la Copa Sudamericana, pasó por el Registro Civil para contraer enlace con Milagros Maylin y anoche fue su fiesta de casamiento, en Reserva Cardales, para 350 invitados; pero entremedio de tanto brindis por el fútbol y el amor se dio tiempo para dar a conocer, desde su Movimiento al Desarrollo, el documento “Las palabras importan: la violencia verbal del presidente Milei”.
En días tan festivos en lo personal, tal vez no era el momento más oportuno para romper el silencio y salir con los tapones de punta contra el Gobierno. Repite un patrón muy notable en dirigentes actuales o ya emigrados de Juntos por el Cambio: irrupciones espasmódicas en la vidriera pública, alternadas con actividades dispersas de tenor más ligero, que dejan flotando la sensación de que, para esa ideología, la política es una ocupación part-time. La gente así lo percibe y como no le llega claro el mensaje, o sus prioridades son diferentes, prefiere desviar su voto hacia una opción más drástica.
El informe larretiano abarca el período que va del 11 de diciembre de 2023 al 13 de noviembre de 2024. Consiste en un análisis exhaustivo de la cuenta del jefe del Estado en la red social X. Larreta afirma que se identificaron los 32 agravios más utilizados allí por Milei, para insultar, humillar y descalificar a personas y organizaciones en 2200 ocasiones, a un promedio de 6,5 veces por día.
No es ninguna novedad para nadie que la Argentina está presidida por alguien que habitualmente insulta, usa metáforas soeces, rotula a los legisladores como ratas e incluye giros vulgares con sórdidas connotaciones sexuales. Si la disyuntiva fuese elegir entre que el Presidente no sea grosero o que solucione los principales problemas del país, no hay dudas de que una abrumadora mayoría nos inclinaríamos por lo segundo. La pregunta es por qué habría que optar por una cosa o por la otra. Peor escenario todavía sería que tengamos un malhablado a cargo y que termine complicándonos más de lo que estamos.
Los exégetas gubernamentales quitan importancia al tema con tal de no irritar al gran jefe boca sucia. O tratan de emularlo. “Váyanse a cagar”, saludó José Luis Espert a la UIA desde su cuenta en X.
Por medio de distintos voceros, el Gobierno no se perdió la oportunidad de subrayar con ironía que para Larreta “zurdo” es una mala palabra. La misma figura al tope del ranking que confeccionó el precandidato presidencial derrotado por Patricia Bullrich en las PASO como la más usada por Milei. Es un vocablo que cayó en desuso tras su utilización bélica en los setenta y que los libertarios adoran. Santiago Oría, el documentalista que sigue a sol y a sombra al primer mandatario, lo explica sin medias tintas en sus redes sociales: “Cada expresión de ‘zurdos hijos de puta’ fue quirúrgicamente necesaria para combatir la opresión izquierdista y producir la revolución liberal”. Y suma otro argumento: “La expresión ‘políticos de mierda’ fue irreemplazable para quebrar el estatus de una dirigencia que nos arruinó veinte años”.
Justo hace dos décadas, Fontanarrosa decía en aquel Congreso de la Lengua que “hay malas palabras que son irreemplazables por sonoridad, por fuerza, por contextura física”. Y hacía un ruego muy especial: “Pido una amnistía para la mayoría de ellas”.
La contundencia de los exabruptos destacados por Oría penetra en sectores populares que celebran ese desparpajo y meten miedo o mayor cautela en los adversarios. Además de una forma de ser (colérico con quienes lo contradicen), termina siendo una táctica rendidora en contraste con el laberinto de los argumentos intelectuales elitistas poco claros. En su lugar, empuja y golpea verbalmente para incentivar el fenómeno de la hinchada a favor y en contra, con sus respectivas viralizaciones, sabiendo que la importancia de las brusquedades es inversamente proporcional a los logros. Por ahora no hay matices ni tiempo para las disquisiciones. Se está de un lado o del otro. Punto.