Larreta, el hombre que está solo y espera
El exprecandidato presidencial de Juntos por el Cambio hace autocrítica y maquina, de a poco, un plan alternativo. Anoche Milei lo calificó de “siniestro”
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MAD fue, durante varias décadas, una revista norteamericana muy popular y exitosa. Era una publicación mensual que satirizaba la cultura y las costumbres en los Estados Unidos. En sus portadas siempre se distinguía la cara de un chico pelirrojo, orejón y de sonrisa traviesa, lo que dejaba entrever que le faltaba el diente superior central.
MAD son ahora, aquí en la Argentina, las siglas del Movimiento al Desarrollo, un conversatorio que propicia el intercambio de ideas entre gente con posiciones distintas sobre temas de interés público.
Lo lidera, por el momento con perfil muy bajo, alguien que desde los diez años tiene la convicción de que algún día será presidente de la Nación. La vez que estuvo más cerca de lograrlo (bueno, no tan cerca) fue el año pasado cuando perdió las PASO a manos de Patricia Bullrich.
Bautizado por el padre Carlos Mugica y ahijado de Rogelio Frigerio, el abuelo del homónimo gobernador actual de Entre Ríos, que fundara con Arturo Frondizi el Movimiento de Integración y Desarrollo, Horacio Rodríguez Larreta quiere retomar la senda de ese proyecto trunco que iluminó a la Argentina a finales de los años cincuenta del siglo pasado.
No se sabe, a ciencia cierta, si las siglas de su espacio –MAD– son un homenaje involuntario o un irónico tiro por elevación a Javier Milei, o una mera casualidad. Mad, en inglés, quiere decir loco, demente, enfurecido. Larreta ha sido uno de los políticos más vapuleados e insultados por el actual presidente, pero nunca le respondió con la misma artillería verbal.
Aun siendo tan diferentes –el exintendente cree que el Estado debe tener un papel ordenador, pero no intervencionista, en la sociedad; Milei desea reducirlo a su mínima potencia y, si fuera posible, hacerlo desaparecer–, ambos coinciden en tener la misma profesión: economistas.
Larreta sigue siendo su propio dispositivo principal de comunicación, aunque sin la efusividad desaforada ni el arrastre virtual de Milei. Si bien se ha soltado bastante en los últimos años y achicado distancia con la gente, para la campaña del año pasado, el coacheo excesivo prevaleció sobre su espontaneidad y hubo piezas fallidas, como cuando intentó algunos bailecitos regionales o surfear las olas de Chapadmalal.
Despojado del gran aparato estatal que lo sostuvo durante 16 años hasta el 10 de diciembre último –los primeros ocho como jefe de Gabinete de Mauricio Macri; otros tantos como alcalde de CABA–, mantiene ese estilo, en una escala más reducida, en sus propias redes sociales y ritos: recorre tres veces por semana barrios porteños y el conurbano; también viaja cada quince días a alguna provincia, pero les escapa a las entrevistas televisivas.
Desde que perdió en las PASO viene haciendo autocrítica: que le faltó timing en su anuncio de querer fusionarse con el cordobés Juan Schiaretti. Aunque calcula que, si ese frustrado acuerdo electoral se hubiese producido mucho antes, le habría permitido ganar la interna de Juntos por el Cambio, tal vez desplazar a Sergio Massa de la primera vuelta y plantear, para la segunda, una pulseada de modelos bien contrastados frente a Milei. Pero estas son apenas elucubraciones contrafácticas. Ahora está convencido de que Milei ganará las elecciones del año que viene, pero por mucho menos que el 56% que lo consagró como presidente y que eso, más otras adversidades, harán muy compleja la segunda parte de la gestión libertaria.
Está convencido de que haber sido candidato presidencial tan tempranamente le jugó en contra. Pero tampoco duda de que su vocación de poder está intacta y de que, tarde o temprano, armará un plan alternativo al actual de LLA. También sabe que, si a Milei le va muy bien, otra vez se quedará en el llano, pero si el Gobierno no acierta, el peronismo continúa desorientado y el radicalismo, implosionado, sus chances podrían volver a multiplicarse si armara una buena propuesta.
Considera que no sería una gran estrategia que algunas fuerzas procuren unirse el año que viene contra La Libertad Avanza porque le facilitarían a Milei plantear nuevamente su consigna de “yo o la casta”, que hasta ahora le rindió tanto. Así como el oficialismo en los avisos del blanqueo utiliza la expresión “la nueva Argentina”, que usó el peronismo a mediados del siglo pasado, nada les gustaría más a los hermanos Milei que vencer a una suerte de nueva Unión Democrática que intente desbancarlos del poder.
Larreta, mientras tanto, frecuenta ámbitos académicos. Estuvo en abril por la Universidad de Harvard, a la que está por volver, y acaba de participar de un Zoom con esa casa de estudios sobre cómo se hace para ganar elecciones desde el centro. Desde la teoría, se desconoce qué respondió. Desde lo empírico, su caso no alienta expectativas al respecto.