Lapidación pública y vuelta al método 678
La fragilidad económica del Gobierno en los últimos tiempos envalentonó a algunos sectores que intentan crear climas, particularmente en el campo de la comunicación, un ámbito que el Gobierno aborda espasmódicamente, en forma desorganizada y poco eficaz.
Aprovechando estos flancos débiles, las fake news estuvieron a la orden del día en la semana que pasó con intención de dañar al oficialismo. Pero el tiro les salió por la culata al menos en dos casos: se pretendió hacer creer que los rescatistas que fueron en salvataje del helicóptero con parte de la comitiva presidencial varado una noche en medio de la montaña en Catamarca habían quedado abandonados a su suerte. El jefe de ese equipo debió salir a desmentir la versión y todos fueron recibidos en la residencia de Olivos por el presidente Mauricio Macri. Lo que parecía un escrache en Nueva York contra el jefe de Gabinete Marcos Peña, también difundido con bombos y platillos, se comprobó que era una solitaria militante y cholula hiperkirchnerista que colecciona selfies y videítos con sus héroes nac&pop, integrante de "Provincia 25" (militantes K que viven en el exterior listos a participar de escraches contra el oficialismo y que también fueron de la partida del bullying a la selección, en Barcelona).
Como no sucedía desde los tiempos de 678, en las redes volvieron con fuerza los que cuestionan decisiones editoriales de cómo arman sus portadas los diarios más exitosos. Aparte de ser un reclamo que atrasa, porque hoy el consumo mayoritario es por vía digital, y de dejar al descubierto cuán colonizadas paradójicamente están sus cabezas por los medios que tanto critican, se dio el caso del editor de Página 12 que cuestionó la tapa de este diario por no incluir la foto de la última marcha de Ni una menos el mismo día en que ese periódico publicaba en su primera plana una imagen trastocada de aquella manifestación. Y no es la primera vez que sucede.
Lo dijo muy claramente el ensayista Alejandro Horowicz en su paso por Intratables el lunes último: a veces algunos sectores deben apelar a formas más bruscas para hacerse visibilizar. Aludía a los grupos que protestaron el domingo pasado en las afueras del hotel donde se entregaban los Martín Fierro.
El razonamiento del autor de Los cuatro peronismos tiene su lógica: la protesta puede ser un vehículo legítimo de expresión excepcional cuando se agotan todos los recursos legales y no se ofrecen canales de diálogo. No parecía el caso de esos manifestantes que protestaban agitando pancartas con nombres de sindicatos que representan a trabajadores de medios de comunicación masiva públicos y privados que no la están pasando bien. Precisamente, por ser profesionales del periodismo son muy activos en las redes sociales, inundan con sus frecuentes comunicados las casillas de mails y hasta producen espacios audiovisuales como el noticiero que suben a la Web empleados de la TV Pública en protesta por la supresión de los informativos del fin de semana, el recorte de un 87% de las horas extras y el 0% de aumento a los sueldos este año, un ahorro de unos mil millones de pesos. Según el Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, dichos salarios están muy por encima de los que se perciben en la industria televisiva privada. De los 1064 empleados, según el ministerio a cargo de Hernán Lombardi, solo el 2% tienen ingresos inferiores a 40 mil pesos, en tanto que el 30% perciben sueldos brutos mensuales por arriba de los 100 mil pesos.
De cualquier forma, la protesta pública es lícita, siempre y cuando no colisione con derechos de terceros. Pero el gravísimo problema que se suscitó en la manifestación del domingo es que viró de protesta común a inquietante grupo de choque que vomitó improperios y amenazas -hasta hubo huevazos- sobre conocidas figuras del espectáculo y del periodismo cuando pasaban por la alfombra roja rumbo al hotel donde se entregaban las codiciadas estatuillas. El bullying público no se conformó con humillar a personajes cuidadosamente elegidos y cuyo denominador común podría ser cierta actitud crítica hacia el kirchnerismo. Uno de ellos, incluso, recibió un llamado en plena ceremonia que le advertía que, a la salida, el ambiente podía llegar a estar más espeso y que era mejor que saliera motorizado desde el garaje ubicado en el subsuelo del hotel.
Radio y Televisión Argentina, el órgano que comanda Canal 7, mientras se llevaba a cabo la ceremonia de los Martín Fierro, dio a conocer un comunicado en el que aseguró que "en la Televisión Pública no ha habido despidos. Faltan a la verdad los que lo afirman".
A invitados a esa fiesta, que no fueron maltratados como Susana Giménez, Miguel Wiñazki, Nacho Viale y Mónica Gutiérrez, entre otros, se les pedía posar para una foto portando un cartel con la leyenda "no apaguen a los medios públicos". RTA anunció que para este año se aprobaron más de 50 programas, acaba de lanzar con gran repercusión la plataforma Contar y en unos días comienza a transmitir el Mundial.
A los muchos trastornos que ya genera en la circulación callejera, si la protesta pública encima involuciona hacia la lapidación de personas como oprobiosa metodología, sin una contundente repulsa social, estaríamos ingresando en una gravísima e inquietante degradación de la democracia que se basa en poder dirimir los disensos en paz.